Desde hace unos meses todos estamos preocupados por la Covid-19. Oímos hablar de la necesidad de encontrar una vacuna o un medicamento efectivo contra la infección por el SARS-CoV-2, o que minimice sus efectos sobre nuestro cuerpo. Ahora que hay pruebas serológicas, también sabemos que hay gente que presenta anticuerpos que reconocen el SARS-CoV-2 sin haber tenido antes un contacto o exposición que explique cómo y por qué presenta esta reacción serológica. Hay varios estudios que indican que el contacto con otros coronavirus (muchos de nosotros hemos estado en contacto con ellos, porque son algunos de los virus que frecuentemente causan resfriados) nos podría proporcionar una cierta inmunidad adquirida frente al SARS-CoV-2. Lo cierto es que todavía no sabemos si esta reacción cruzada entre anticuerpos fabricados contra otro coronavirus será lo bastante eficiente para bloquear una posible infección por el SARS-CoV-2.
¿Por qué el tema de la reacción cruzada nos parece tan importante? Pues porque hay otras enfermedades causadas por virus en las que la reacción cruzada ha sido la palanca que nos ha permitido erradicar enfermedades devastadoras para las poblaciones humanas, y estoy hablando de la viruela y de las palabras vacuna y vacunación, que ahora tanto utilizamos y que surgen justamente de una reacción inmunitaria cruzada. Pero antes me vais a permitir que os explique un poco de historia. La viruela es una de las enfermedades víricas más letales que ha conocido el ser humano. La viruela tiene unos 15 días de evolución, durante los que salen vesículas sobre la piel, llenas de líquido con virus, que han sido producidas por las células infectadas (que mueren reventadas). Tiene efectos neurológicos graves y el porcentaje de muertes se ha calculado entre el 20% al 60% de los infectados. Ha habido épocas en que el 98% de los niños que sufrían la viruela morían. Los que se salvaban de la muerte quedaban en muchos casos ciegos o con otras afectaciones, y todos ellos sufrían graves desfiguraciones de los tejidos blandos, muy visibles sobre todo en la piel de la cara. La viruela es la enfermedad causada por el virus variola, y el nombre muy probablemente deriva del latino varus (diminutivo variola), que quiere decir "mancha en la piel". Se cree que en la prehistoria, 10.000 años antes de Cristo, con los primeros agrupamientos del neolítico en el Oriente Próximo, ya había casos. Llegó a Egipto y desde allí se debió extender a la India y a China, donde hay textos antiguos que hablan de la enfermedad de pústulas pequeñas. Sabemos que en el antiguo Egipto ya había casos de viruela, porque encontramos momias de las dinastías XVIII a XX que tienen marcas en la cara como las que deja la viruela. De hecho, la cara de la momia de Ramsés V presenta este tipo de marcas tan características. En Europa la enfermedad llegó al final del Imperio Romano y fue devastando periódicamente las poblaciones medievales.
Es un hecho ampliamente conocido que los que han pasado la enfermedad ya no la vuelven a pasar, y, por eso, cuando había una epidemia, se buscaba que los cuidadores de los enfermos fueran supervivientes que ya habían sufrido la enfermedad. Tan interiorizado debía estar este conocimiento, que se encuentran menciones en tratados antiguos de medicina china en que se explica como hace más de 600 años se inoculaban virus entre personas, para intentar pasar la enfermedad de forma controlada. Rascando las vesículas de una persona infectada, se infectaba la piel de otra, esperando que pasara una forma más leve de la enfermedad y quedara inmunizado. Este conocimiento fue traspasando fronteras, pasando por los harenes turcos y a principios del siglo XVIII llegó a las cortes europeas, donde se puso de moda para intentar frenar la muerte y la desfiguración asociadas a la enfermedad. A este proceso se le llamó variolación. Fijaos en que hablamos de infección directa con virus activos, pero claro, un tanto por ciento de gente moría igualmente, o pasaba la enfermedad en una forma grave. No fue hasta finales del siglo XVIII que un médico rural inglés, Edward Jenner, empezó a pensar que se podría conseguir frenar la enfermedad mediante una reacción cruzada, aunque en aquella época no existía el conocimiento de inmunología que hoy tenemos.
Gracias a un trabajo masivo e ingente de vacunación en muchos países donde era endémica, la viruela, que durante el siglo XVIII llegó a matar a 400.000 personas anualmente, ha sido definitivamente erradicada desde 1980 de la Tierra
Jenner (y, de hecho, mucha gente del campo) sabía que las chicas que se dedicaban a cuidar y ordeñar las vacas no pasaban la viruela, o la pasaban de forma leve. De hecho, las vacas tienen una infección por un virus muy parecido a la viruela que les provoca vesículas en las ubres, y que pasaba a las manos y brazos de las personas que las ordeñaban, pero raramente llegaban a la cara o al resto del cuerpo. Esta enfermedad de las vacas se llama vacuna. Jenner pensó que quizás si inoculaba a personas con el virus de la vacuna quedarían inmunizadas ante la viruela, y por similitud con la variolación, a esta infección controlada le dio el nombre de vacunación. Cogió a un niño de 8 años, que no había pasado ni la vacuna ni la viruela, y lo infectó conscientemente con el virus de la vacuna extraído de las vesículas de una chica de una lechería. El niño enfermó durante dos semanas pero de manera ligera. Una vez recuperado, entonces lo infectó de verdad con el virus de la viruela. El niño no enfermó. Durante muchos años, Jenner se dedicó a defender la vacunación. Se volvió muy famoso, y mucha gente se quería vacunar; los médicos se pasaban inóculos de vacuna para que se pudiera vacunar a más gente. Jenner no se enriqueció, quería que aquella vacuna llegara a todo el mundo y vacunó a mucha gente que no podía pagárselo.
A principios del siglo XIX, los libros y artículos de Jenner se tradujeron a muchos idiomas, y los médicos más modernos de otros países quedaron convencidos de que la vacunación era una manera efectiva de curar la viruela, pero que había que ser ejecutivos y vacunar a mucha gente. En aquel momento, en las colonias españolas en América había una pandemia generalizada. Los nativos americanos no estaban inmunizados contra la viruela. Pensad que, incluso, en Canadá durante las guerras contra los indios americanos, hubo generales que propusieron hacer una verdadera guerra biológica, trayendo a gente con la viruela para que infectara (y así murieran) los insurrectos. Pues bien, en España, el médico de la corte, Francisco Javier de Balmis, era un firme defensor de la vacunación y convenció al rey Carlos IV de enviar la vacuna a América para frenar la expansión de la viruela. El problema era que en el viaje transatlántico los inóculos del virus se estropeaban. La solución pasó por llevar la vacuna dentro de personas inoculadas con el virus. Ya hemos dicho que el periodo de incubación es de 2 semanas y los que responden mejor son los niños. Así que cogieron a 22 niños de la inclusa (siete de ellos sólo tenían 3 años) y los fueron infectando de dos en dos, por etapas, para que duraran todo el viaje. Y allí donde el barco de la expedición iba parando, los virus que llevaban los niños dentro de las vesículas en su piel servían para vacunar a un montón de personas, que así podrían ir también sirviendo de fuente de vacunación de otros. Era la expedición de los niños "vacuníferos", verdaderas vacunas vivientes. La expedición duró 3 años, de 1803 a 1806, y dió la vuelta al mundo para ir a todas las colonias del Imperio Español, que, en aquel momento, además de las colonias en América, también tenía en Filipinas y en África.
La expedición de los niños vacuníferos ha sido la primera pregunta del examen de Biología de selectividad del 2020 en Catalunya, sobre cuál es el mecanismo de la reacción cruzada y la respuesta del sistema inmune, y para comprender cómo el virus de la vacuna ha permitido vacunar contra la viruela a miles y miles de personas por todo el mundo. De hecho, gracias a esta vacuna (y a las nuevas versiones) y a un trabajo masivo e ingente de vacunación en muchos países donde esta enfermedad era endémica, la viruela, que durante el siglo XVIII llegó a matar a 400.000 personas anualmente, ha sido definitivamente erradicada desde 1980 de la Tierra. Ya hace 40 años.