Estas son dos de las palabras más repetidas este mes de diciembre, particularmente asociadas a la palabra vacuna. Estamos todos esperando como agua de mayo que la Agencia Europea del Medicamento (EMA) dé el visto bueno a diferentes vacunas contra el Sars-Cov-2 y que lleguen las primeras vacunas a nuestro país. El Reino Unido ya se ha adelantado y ha aprobado la vacunación con la vacuna de RNA comercializada por Pfizer/BioNTech.

No entraré a explicar en detalle en qué se basan las diversas vacunas, ya que ya hablé de ello y se ha explicado muy bien en otros medios de comunicación, pero sí que querría poner más énfasis con esta "inmersión" en datos de eficacia según las fases clínicas de cada vacuna. En primer lugar, yo tengo que admitir que soy provacunación. Siempre he pensado que hay muchos agentes infecciosos contra los que, de natural, no tenemos defensas, y que el desarrollo de las vacunas ha sido uno de los mejores avances sanitarios. Se calcula que las vacunas salvan anualmente a más de 6 millones de vidas. Los humanos no tenemos miedo de aquello que no "vemos ni tocamos", y los que hemos vivido en una época de sanidad avanzada, en medio de una sociedad con un elevadísimo porcentaje de personas vacunadas, hemos olvidado la crueldad y letalidad de enfermedades infecciosas de las cuales el nombre nos parece más una pesadilla de cuento para niños que una realidad que azotaba las poblaciones humanas. Yo todavía he conocido personas de mi alrededor que sufrían las consecuencias de la polio, y he oído hablar de cómo los niños morían de tos ferina y los adultos, de tétanos. El número de personas infectadas ha bajado tan en picado que ni recordamos que estas enfermedades causaban estragos no hace tantos años.

Siempre que hay un avance, han salido personas en contra y las vacunas no son una excepción. Ahora se ha puesto de moda un movimiento antivacunas, con más o menos fuerza, que parte de datos falseados o inventados. Tampoco querría emplear demasiado tiempo en este tema, porque ya hablé de eso en otra ocasióno. Me interesa mucho más hablar de la eficacia y la seguridad de las vacunas que se están desarrollando actualmente. Estamos asistiendo a una guerra de cifras. Cuando una empresa decía que una vacuna concreta tiene una eficacia del 90 %, otras empresas se han apresurado a decir que la suya era igual o mejor. La verdad es que todavía no se puede decir con certeza cuál es este porcentaje, si es del 90 % o del 94 %. Por una parte, porque el número de personas vacunadas todavía es pequeño para hacer este cálculo de forma precisa; de la otra, porque no sabemos a ciencia cierta la eficacia frente al virus (ya que no sabemos cuántas personas vacunadas y cuántas tratadas con placebo han estado en contacto con el virus en situación real de potencial contagio). Lo que sí se puede asegurar es que el número de infectados entre los vacunados es mucho menor que entre los que se les ha inyectado placebo, por lo tanto, hay una eficacia muy buena. Y quizás nos quedaremos todos más tranquilos si pensamos que a partir de un porcentaje mayor del 60 % de eficacia, si nos vacunásemos todos, habría inmunidad de grupo, por lo cual lo que nos importa es que sea suficientemente eficaz para llegar a este porcentaje.

No habrá una vacuna contra la Covid-19, habrá muchas, y hará falta que estudiemos con detenimiento su seguridad y eficacia

Una cuestión importante es cuánto tiempo durará la inmunización. Podría tratarse de una inmunización a muy largo plazo (como la vacuna del sarampión, que puede durar toda la vida), medio plazo (como la vacuna del tétanos, que necesita recordatorios), o de corto plazo (como la vacuna de la gripe, ya que el virus muta a menudo). No lo podemos saber todavía porque todavía no hace un año que sabemos que existe este virus causante de la pandemia que nos tiene a todos preocupados. Tendremos que esperar años para saber cuánto dura el efecto pero, de momento, los resultados muestran que la inmunización después de las vacunas ensayadas todavía es alta después de tres meses.

Otra cuestión relevante es la seguridad de las vacunas. Este es un tema que preocupa a todos. ¿Tendremos efectos secundarios? ¿De qué tipo? Tanto la seguridad como la eficacia se tienen que estudiar con diferentes fases clínicas. Justamente esta semana se ha publicado un artículo en Science recordando la relevancia de estas dos cuestiones, y ha hecho una revisión histórica. La imagen que os adjunto explica gráficamente cuáles son los pasos para que la Agencia Americana de los Medicamentos y los Alimentos (Food and Drug Administration, o FDA), de forma equivalente a cómo lo hace el EMA (European Medicines Agency). Cada fase clínica está explicada claramente y se indica cuál es el número de personas o pacientes que intervienen y cuáles son las características que se analizan en cada fase.

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Fases de la evaluación de la seguridad y eficacia de una vacuna (equivalentes en las de un medicamento). Imagen extraída de Knipe, et al. Science 370:1274-75, 2020

La seguridad es una cuestión central en todas las fases porque hay efectos adversos que son muy infrecuentes y sólo se detectan en grandes números, cuando se estudian muchos pacientes. Además, en la fase 3 se requiere que haya diversidad poblacional, gente de diferentes orígenes geográficos. La cuestión del sexo biológico y de diferentes edades se incorpora ya en la fase 1 y fase 2. Cada persona es y responde de forma diferente, y para estudiar la seguridad de una vacuna o un medicamento hay que tener un mostreo de las posibles respuestas diferenciales debido a orígenes genéticos, costumbres y hábitos de vida diversos. Querría añadir aquí que la aprobación, en este caso, no se resuelve al acabar la fase 3, sino que hay una fase 4 prolongada, en la que hay una supervisión continuada una vez se comercializa la vacuna. En este momento, es cuando se pueden identificar algunos aspectos que pueden pasar desapercibidos cuando hay un número limitado de pacientes. Y el año que viene, aunque las diferentes vacunas se aprueben, esta supervisión continuará, y es absolutamente necesaria. Ha habido algún caso que en esta fase se ha anulado una vacuna, bien porque no generaba inmunización suficiente (en la vacuna contra virus sincitial respiratorio, los años 60) o porque entre los efectos secundarios muy infrecuentes se daba una reacción de autoinmunidad en una proporción mayor de la esperada (una vacuna contra la gripe desarrollada en 1976).

Para daros una idea de dónde estamos, la vacuna de Astra-Zeneca acaba de publicar sus resultados en fase 3, como también lo han hecho la vacuna basada en ARN de Pfizer/BioNTech (podéis encontrar el artículo aquí, y también un vídeo corto explicativo). La eficacia es muy alta, la seguridad de momento es muy buena. El precio es muy diferente, ya que la de Astra-Zeneca vale sólo 2-3 dólares (entre 5-6 veces menos que las de ARN), también es más estable a temperatura de nevera, y estas características hacen que muy probablemente sea la vacuna que se puedan permitir los países con menos recursos.

Si os interesa seguir con atención cuantas vacunas se están desarrollando en estos momentos en todo el mundo (57 en fase clínica en humanos y 86 en fase pre-clínica), cuantas están aprobadas (2), y cuantas se han dejado de producir por problemas asociados (1), os recomiendo que sigais esta página web generada por The New York Times, actualizada periódicamente, recomendable y muy completa, donde os expliquen de forma sencilla como y donde estamos respecto a las vacunas contra la Covid-19. No habrá una vacuna contra la Covid-19, habrá muchas, y habrá que estudiar con atención su seguridad y eficacia.