Todos los que hemos vivido en los años 80 sabemos que Thriller, la canción y videoclip de Michael Jackson supuso un antes y un después de la música pop. Todavía ahora, las coreografías y los bailes de este carismático cantante ejercen una extraña fascinación. El vídeo de Thriller, de casi 14 minutos, tiene más de 800 millones de visualizaciones en Youtube, y el elepé (long play, discos de vinilo de larga duración que iban a 33 rpm en el tocadiscos) fue el más vendido en todo el mundo el año 1984. Con respecto a la historia explicada en el vídeo, siempre he pensado que la forma de ligar del protagonista con la novia, haciéndole pasar mucho miedo, en medio de hombres lobo y zombis, era bastante torpe. A mí no me gustan nada las películas de miedo, así que esta aproximación no habría tenido éxito, pero es cierto que en aquella época estaban de moda las películas con fenómenos paranormales. ¿Quién no fue al cine a ver Poltergeist?
La verdad es que me ha venido a la cabeza este videoclip al leer un artículo muy curioso sobre el cortejo de ciertas aves de Australia. El ave lira soberbia (Menura novaehollandiae) es un ave que recuerda lejanamente a un faisán, con una cola de plumas cuasi eterea que puede abrir como un magnífico abanico. Este pájaro tiene una capacidad vocal sorprendente, ya que es capaz de imitar múltiples voces y sonidos con extrema precisión (cómo podréis comprobar en este otro vídeo). En época de cruzamiento, la hembra visita la zona donde reside el macho, y este tiene que convencer ala hembra para que se quede para el encruzamiento. Según propuso Darwin en su libro La descendencia del hombre y sobre la selección en relación con el sexo, en muchas especies animales, las hembras escogen a sus parejas sexuales con un criterio estético y el "gusto de las hembras por lo que es bello", ha llevado a que la selección natural sexual haya seleccionado machos con ornamentaciones especialmente extravagantes. Pero, además, la teoría de la selección sexual también prevé que haya casos de selección por conflicto (como los ciervos macho, que se enfrentan entre ellos) o el engaño. El engaño suele consistir en una "trampa" sensorial, en la que los machos engañan sensorialmente a las hembras para conseguir copular.
Pues eso es lo que hacen los machos de esta especie de aves. Los investigadores del artículo que os menciono, observan que hay dos fases del cortejo. De hecho, el cortejo consiste en una compleja mezcla de danza y canción ejecutadas por el macho. En una primera fase, los machos dan un "recital" de canciones magníficamente exuberantes donde entre sonidos y canciones específicas de las aves lira soberbias incorporan variantes enriquecedoras; estas variantes son imitaciones de canciones de otras especies y otros sonidos. Ya hemos comentado que son excelentes imitadores de cualquier sonido, por ejemplo, la voz humana, o el ruido de un disparador o de una sierra manual. Estos recitales de libre creación y lucimiento masculino nunca van acompañados de danza. Pero además, el cortejo también tiene otra fase con una elaborada danza ritualizada en que el macho despliega su magnífica cola y canta cuatro canciones en una secuencia concreta. Si con todo este despliegue de encantos, la hembra todavía no está convencida y se da la vuelta para irse sin haber copulado, el macho tiene una última arma, la cuarta y última canción, una canción que provoca el miedo de la hembra. El macho imita la cacofonía que generan grupos de aves de diferentes especies en medio del bosque cuando avistan a un depredador (como una serpiente, o un lagarto) e intentan avisarse y al mismo tiempo asustarle, como estrategia defensiva. Incluso añade sonidos que recuerdan al movimiento de los pájaros cuando vuelan en medio de la hojarasca de los árboles. Lo hace tan bien, que otros pájaros creen realmente que hay un depredador y se asustan. Es un engaño absoluto, no hay ningún depredador. Es una estrategia de imitación que sólo se utiliza para retener a la hembra cuando ninguna de las otras estratagemas ha funcionado. Muchas hembras se lo tragan y se asustan; prefieren quedarse al lado del macho antes que intentar hacer frente a un potencial depredador, solas.
Si la hembra se queda, hay cópula. Pero es que al macho no le basta con haberla engañado una vez, sino que si intenta escaparse en medio del acto sexual, para intentar retenerla unos minutos más (y asegurar, por lo tanto, que el esperma pueda llegar a fecundar), vuelve a repetir esta canción de engaño y de miedo (nombrada por los investigadores como canción D). Evidentemente, este es un último recurso; si la canción se utilizara indiscriminadamente, perdería efectividad. En el artículo original, podéis ver el vídeo y escuchar algunas de estas canciones D y el ruido de una bandada de verdad ante un depredador para compararlo (audio S1).
Desde el punto de vista evolutivo, por lo tanto, los machos de esta especie de aves han sido seleccionados por su virtuosismo vocal y capacitado de imitación de sonidos, mientras que las hembras habrían sido seleccionadas para ser capaces de discriminar entre realidad y ficción. Como os podéis imaginar, estas estrategias de atraer a las hembras mediante un engaño sensorial varían entre diferentes especies y se han seleccionado según las preferencias y la sensibilidad sensorial de las hembras. No siempre tiene que incluir la inducción de temor, sino que, a veces, el macho engaña intentando hacer ver que es más fuerte o de mayor tamaño. En este punto, es la hembra la que debe discriminar.
En otros casos, por ejemplo, los pájaros utilizan otras estrategias, por ejemplo, el manaquí de alas blancas (Machaeropterus deliciosus) se dedica a danzar frenéticamente, haciendo acrobacias, con saltos mortales hacia atrás y golpes de alas en posición erecta, verdaderos pájaros atletas, todo en beneficio de conseguir el beneplácito sexual de la hembra. Unos investigadores están estudiando qué variantes genéticas han permitido a los machos de esta especie ser consumados acróbatas, y han observado que muchos genes que se expresan en la zona de su cerebro que controla los estímulos visuales, así como a los músculos pectorales que controlan la velocidad y coordinación de las alas, responden a hormonas masculinas. De nuevo, selección sexual de estas variantes genéticas para permitir que los machos puedan ser elegidos por sus compañeras.
Así que leyendo sobre el ave lira soberbia y su complejo ritual de encruzamiento, no he podido evitar pensar que son como Michael Jackson en Thriller, en medio del bosque australiano.