Una de las mejores escenas de la historia del cine no corresponde a ningún efecto especial, ni a ningún momento de acción o a ninguna escena de amor, sino a un momento suspendido en el tiempo, un punto de inflexión dramático en una historia fantástica que tiene millones de seguidores, justamente por pequeños momentos estelares como este. Una sola frase entre un poderoso malo de ficción a punto de vencer y destruir al héroe indefenso, la tentación del lado oscuro de la Fuerza es una trampa emocional. "¡Yo soy tu padre!", dice Darth Vader a un Luke Skywalker al cual acaba de mutilar. Y ¡oh sorpresa!, el contraste entre la tensión adrenalínica anterior y la emoción inesperada del momento es tan chocante que todos nos lo creemos sin dudar. El protagonista, el que más, porque según dice, presentía a su padre. Queda bien, es fantasía, pero como podéis imaginar, en la vida real el presentimiento no se puede utilizar como prueba en un análisis de paternidad.
Tanto si es un padre (o madre) como si es un hijo (o hija) quien pide esta prueba de parentesco genético, el análisis radica en datos científicos que demuestran racionalmente que una persona está emparentada con otra y calculan con qué grado de parentesco y proximidad genética. Para eso existen las pruebas de ADN.
¿Cuándo se puede hacer una prueba de parentesco genético? Seguramente, si nos lo preguntan, nos vendrán a la cabeza las demandas judiciales de personas que piden pruebas de paternidad para comprobar si son hijos o hijas de personajes famosos, cantantes, toreros, deportistas, actores, políticos, reyes e, incluso, pintores muy conocidos como Dalí, sea en vida o después de su muerte, y así tener derecho a herencias, vender exclusivas o tener un reconocimiento familiar o público. Desgraciadamente, los sucesos actuales nos han recordado que las pruebas de ADN de parentesco genético también sirven para identificar restos humanos en ataques terroristas, desastres masivos, accidentes o fosas comunes. Los perfiles genéticos tienen que ser comparados con los de aquellos parientes que aportan ADN con el fin de identificar sus seres amados. También es el caso de los contextos en que se intenta reencontrar a familiares perdidos o desaparecidos (como los niños desaparecidos en la dictadura militar en Argentina, o los niños "robados" en España en la segunda mitad del siglo XX).
En casos de paternidad/maternidad es mucho mejor tener las muestras biológicas de los dos progenitores, además del supuesto hijo
Así pues, el contexto legal donde se pueden pedir estas pruebas es más o menos conocido. Entonces, ¿cómo se realiza esta prueba? Por ejemplo, en el caso de la supuesta hija de Dalí, ¿cómo se hace el análisis genético? Pues bien, como ya explicamos en otros artículos, en primer lugar hay que obtener la muestra de ADN de las personas a analizar. Una vez extraído el ADN (de saliva, sangre, huesos...), hace falta genotipar, es decir, analizar los marcadores genéticos (secuencias que son muy variables en la población), con el fin de obtener el perfil genético de todos los individuos implicados. Y, evidentemente, estos perfiles genéticos se tienen que comparar. En casos de paternidad/maternidad es mucho mejor tener las muestras biológicas de los dos progenitores, además del supuesto hijo (lo que llamamos en genética, el "trío" o "tríada"), porque entonces se tiene que cumplir, por herencia mendeliana estricta, que cada progenitor ha aportado la mitad del ADN del hijo, el 50%. Por lo tanto, para cada marcador genético, una secuencia procede de la madre y la otra, del padre. Se puede hacer un cálculo estadístico de inclusión, y cuanto más marcadores genéticos analizados y cuadrados, más disminuye la probabilidad de error en la asignación, hasta que resulta despreciable y se puede obtener una asignación de parentesco racionalmente cierta. Cuando solo se dispone de uno de los progenitores, entonces la asignación también se puede hacer con certeza racional, pero los valores estadísticos de acierto en la asignación son un poco más bajos. Evidentemente que, dependiendo de las relaciones parentales, tal como ya explicamos, podemos añadir el análisis del ADN mitocondrial (transmisión directa de madres a hijos) y si se trata de comparar a dos hombres, como padre e hijo, podemos comparar también directamente el cromosoma Y. En todo caso, para la demanda de una prueba de paternidad por parte de la presunta hija de Dalí, no se pueden aplicar ni los análisis de ADN mitocondrial (Dalí no sería la madre), ni del cromosoma Y (una mujer tiene dos cromosomas X), pero sí que, en cambio, sería muy conveniente añadir los ADNs de la madre y el padre legales, con el fin de poder comparar todos los ADNs en litigio y extraer las conclusiones genéticas pertinentes. En este caso, pues, para demostrar que Dalí es el padre, se tendrá que demostrar la compatibilidad, con datos estadísticamente fiables, que para cada uno de los marcadores genéticos analizados en la hija, la secuencia que no proceda de su madre pueda haber sido heredada del pintor (y al mismo tiempo, no pueda proceder del que consta como padre, que la inscribió como hija). ¿Qué sentiría ahora el excéntrico pintor, que en vida se sintió tan fascinado por el ácido desoxirribonucleico como para dedicarle varias obras, si supiera que después de muerto le han extraído su ADN para analizarlo?
Las pruebas de parentesco genético permiten asignar identidad a restos humanos con valor histórico
En un contexto diferente, las pruebas de parentesco genético permiten asignar identidad a restos humanos con valor histórico, como se ha hecho con momias de hace miles de años almacenadas en el Museo de El Cairo, en que, por ejemplo, se ha identificado a toda la familia directa de Tutankamón (incluida la momia de Akhenaton, su padre). Hoy, sin embargo, me referiré a otra historia, mucho más próxima en el tiempo, que nos explica cómo, con análisis genéticos, se ha podido establecer cuáles son los restos de los Romanov, los últimos zares de Rusia y sus hijos.
Durante la revolución bolchevique, el año 1917, la familia imperial rusa entera fue encarcelada: el zar Nicolás II, la zarina Alejandra (nieta de la reina Victoria de Inglaterra y portadora en uno de sus cromosomas X de una mutación causante de hemofilia), las cuatro grandes duquesas Olga, Tatiana, María y Anastasia y el zarévich Alexey (que era el hijo menor y sufría hemofilia). Los mantuvieron como rehenes de guerra en Ekaterimburgo y en verano del año 1918 los fusilaron y remataron a punta de bayoneta, a ellos y a un pequeño grupo de sirvientes. Con el ánimo de esconder este crimen, se separaron los cuerpos, se intentó hacerlos irreconocibles mediante ácido y una cremación parcial y se los enterró en dos fosas comunes, separadas. Los soldados que enterraron los cuerpos en una fosa mayor eran conscientes de que faltaba el chico y una de las chicas, por lo que corrió la voz de que se habían salvado de la masacre los dos Romanov menores, Alexey y Anastasia. Como no se sabía dónde estaban las fosas ni había cadáveres para comprobar los hechos, surgieron múltiples oportunistas, que se postularon como sobrevivientes. Pero es imposible simular la hemofilia y, rápidamente, se demostró que los supuestos Alexey no lo podían ser porque no eran hemofílicos. El caso de Anastasia era de más difícil demostración (recordemos que hasta finales del siglo XX no hubo pruebas de ADN) y, a pesar de las dudas, la imaginación popular quedó enganchada a historias de salvación in extremis, bien en películas protagonizadas por Ingrid Bergman, bien edulcoradas por los estudios Disney. Sea como sea, en las afueras de Ekaterimburgo en 1991 se halló una primera fosa con los restos de seis cuerpos de adulto y de tres chicas, y más adelante, el año 2007, una segunda fosa con los cuerpos de un chico y una chica. Después de una historia bastante larga y rocambolesca de casi 20 años, llena de intrigas e intereses políticos, familiares, religiosos y de integridad científica, se ha demostrado científicamente que los restos de los últimos Romanov, de tres criados y del médico de la familia real estaban enterrados en estas fosas. Evidentemente, podéis preguntar cómo se sabe a ciencia cierta que es la familia completa de los Romanov. De la primera fosa, un hombre y una mujer son, respectivamente, el padre y la madre biológicos de las tres chicas enterradas en la misma fosa, así como del chico y la chica de la segunda fosa. Marcador por marcador genético, todos cuadran perfectamente con el núcleo familiar. Pero ahora quedaría demostrar que ellos son realmente los Romanov. Y aquí, además de los datos contextuales (tratamiento de los cuerpos, ubicación y antigüedad de la fosa...), entra en juego el análisis del ADN mitocondrial y del cromosoma Y, y su comparación con los linajes reales europeos. La mujer es la zarina Alejandra porque tiene el mismo ADN mitocondrial que los parientes actuales descendientes por vía matrilineal estricta de la reina Victoria de Inglaterra (incluido el príncipe consorte de la reina de Inglaterra actual). Por su parte, el zar Nicolás II tiene el mismo ADN mitocondrial que sus parientes actuales por vía matrilineal y el mismo cromosoma Y que sus parientes vía patrilineal estricta. La identificación genética de los restos de Nicolás II se corroboró con otros datos genéticos, de forma que la probabilidad de que se hayan equivocado en la asignación de los restos al zar Nicolás II es menor que 5 x 10-26 (sí, sí, el error es más pequeño que 0,00000000000000000000000005; por lo tanto, es Nicolás II). Para acabar y si alguien tiene curiosidad, el análisis de ADN mitocondrial que se practicó a Anna Anderson (la última persona que murió creyendo que era Anastasia Romanov) demostró que no podía ser de ninguna manera la gran duquesa, sino que su familia materna procedía de una zona rural polaca. De hecho, la chica enterrada junto a Alexey tiene que ser la duquesa María y no Anastasia, que se encuentra en la fosa grande, con sus padres. Eso se sabe gracias a datos antropológicos (cálculo de la edad biológica según el estado de calcificación de los huesos). Así que, lo siento señores de Disney, no hubo ningún superviviente. Son realmente los Romanov y los mataron a todos, aquella noche de julio de 1918. Quizás ahora, reencontrados y juntos, sus restos podrán finalmente descansar.
El ADN permite establecer parentescos genéticos, como en las pruebas de paternidad (maternidad).
Los progenitores transmiten el 50% de su ADN a sus hijos. Por lo tanto, la mitad del ADN de un hijo procede de la madre y la otra mitad, del padre.
Las pruebas de ADN permiten asignar parentescos genéticos en casos históricos, como en la identificación de los restos de los últimos zares de Rusia.