Los socialistas son buenos en la disciplina del mensaje. Excepto algún error, nadie —del primero al último— traspasará jamás ni un milímetro los límites del marco mental que su relato intenta imponer. Un relato que repiten constantemente. Una de las maneras más eficientes de fijar este relato es a través de las campañas marco que realizan desde las instituciones donde gobiernan. Esto les permite insertar publicidad en los medios de comunicación, que, quieras o no, siempre es motivo de alegría. Por eso, una de las primeras acciones del Govern del president Illa al llegar a la Generalitat fue lanzar la campaña “El Govern de todos”, cuyo manual de comunicación dice que el objetivo es “transmitir a la ciudadanía la voluntad de gobernar para todos, es decir, donde todos se sientan representados, independientemente del territorio, la generación, la ideología, etc. Porque, cuando hablamos de todos, hablamos de una Catalunya de todas y todos. Hablamos de un Govern de todos”.

¡Pero atención! Que sean buenos en la disciplina del mensaje no quiere decir que el mensaje que emiten lo sea. De hecho, en esta campaña de “El Govern de todos” estamos ante un mensaje vacío, partidista, acomplejado e incoherente.

Es un mensaje vacío; una redundancia retórica. Cualquier gobierno democrático, por definición, tiene el deber de gobernar para todos, independientemente de quién lo haya votado. Recalcar una obviedad como esta es un acto puramente de propaganda política.

Es un mensaje partidista. Darle una vuelta más a la cuestión puede hacernos ver que los socialistas no buscan subrayar una obviedad, sino hacer una operación de instrumentalización política insinuando que los gobiernos anteriores eran excluyentes.

Es un mensaje acomplejado. No se atreven a nombrar ese “todos”. “Independientemente del territorio, generación, ideología, etc.”, eso ya tiene un nombre, y ese nombre es Catalunya. No excluye a nadie y sitúa claramente el ámbito de actuación: el conjunto del país.

Es un mensaje incoherente. Porque las políticas de este Govern no reflejan una verdadera voluntad de representar a todos. Y la distancia entre el mensaje institucional y las actuaciones concretas erosiona la credibilidad del Govern.

Solo es "todos" si es España. Si es Catalunya, excluye.

Y del “Govern de todos” al “Sant Jordi es de todos”. Para dejarlo bien claro, vamos a celebrarlo mucho en Madrid y en el acto institucional organizaremos un coloquio del president con un escritor que ha dicho “nunca me he planteado escribir en catalán”. Qué vacío, qué partidismo, qué acomplejamiento, qué incoherencia. Para no decir Catalunya, dicen todos. Y al decir todos, pierden toda noción de la institución que representan y del país que gestionan. Son el Govern de la pandereta. Considero que esta expresión popular les encaja perfectamente por dos motivos: por su ineficacia e incompetencia en la gestión de determinadas cuestiones y porque la pandereta es un instrumento fuertemente asociado al folclore español. Cercas, Madrid, la bandera de España en el despacho de la Generalitat. El cambio de enfoque de El Born Centre de Cultura i Memòria, la desaparición de la bandera catalana en la campaña de Sant Jordi, la bandera de España en el despacho del Ayuntamiento. Solo es “todos” si es España. Si es Catalunya, excluye. Este es el vacío, el partidismo, el acomplejamiento y la incoherencia que gobierna en la mayoría de las principales instituciones del país. Y lo hace tocando la pandereta. Poca categoría, muy española. Ellos y ellas, todos y todas deberían resolver el caos en que se está convirtiendo Barcelona, Rodalies, el acceso a la vivienda, la seguridad, el nivel educativo, la transición energética, el modelo económico… clin-clin, tot-toc…