Hoy, mientras esperaba saber si Alèxia Putellas o Aitana Bonmatí habían vuelto a ganar el Balón de Oro, me ha dejado con la boca abierta el gol que se ha marcado Yolanda Díaz sin nisiquiera parpadear. Según la presidenta de Sumar, no sabía nada y cuando lo ha sabido ha actuado con celeridad. Se refiere al caso de Íñigo Errejón y las denuncias de violencia machista en sus prácticas sexuales a que han salido a la luz esta semana pasada.
Pero ella misma, en un hilo cronológico muy bien detallado y en principio conveniente para salvaguardar su papel en todo el asunto —que viene de años atrás—, ha tocado la pelota con la mano, más de una vez. De hecho, ha intentado llevarla hasta la portería cogiéndola con las dos manos. Díaz ha dejado claro que se entrevistó el miércoles por la tarde con el entonces todavía diputado y que este le confesó o reconoció —no sé cuál es el verbo adecuado—, comportamientos "machistas y vejatorios" contra mujeres.
Por lo tanto, la pregunta es clara: ¿por qué el mismo miércoles o jueves por la mañana, como mucho, Yolanda Díaz no hizo una comparecencia en vivo o un comunicado? Y más importante todavía, ¿por qué ha necesitado 5 días de margen para salir a dar explicaciones? Si es que se puede decir que es eso lo que ha hecho. En el primer supuesto habría salido adelante solo con explicar los hechos; en el segundo hacía falta una comparecencia a la altura de las circunstancias, y ha sido, talmente, como si se justificara un puro y duro representante del más tradicional patriarcado. Eso se hace en cinco segundos de no pensar, ¿para qué han necesitado el resto de tiempo ella, el partido y/o sus asesoras? Para nada que tenga que ver ni con las víctimas ni con el feminismo, solo con el juego político de intentar minimizar los daños.
La violencia machista no se erradica no solo por el número tan elevado de hombres que la perpetran y por la estigmatización de las víctimas, sino por el alto número de hombres y mujeres que encubren estos casos, los minimizan y así ayudan a la impunidad de los perpetradores y al aislamiento y al descrédito de las víctimas
Los hechos son vergonzosos, aparte de delictivos —si así lo acaba determinando el juez—, pero no solo los de Errejón. Si a estas alturas no tenemos claro que la violencia machista no se erradica no solo por el número tan elevado de hombres que la perpetran y por la estigmatización de las víctimas, sino por alto número de hombres y mujeres que encubren estos casos, los minimizan y así ayudan a la impunidad de los perpetradores y al aislamiento y al descrédito, entre otros calvarios, de las víctimas, es que no sabemos nada de violencia machista. Eso nos ha quedado claro por las diferentes declaraciones que han hecho las formaciones donde ha militado este político. De su propio comunicado ni hablo, aunque da para un buen análisis del feminismo de los hombres de izquierda.
Qué vergüenza que el poco espacio transformador que deja la política lo ocupen formaciones —y ahora solo hablaré desde el punto de vista del género, pero el problema abarca todos los derechos fundamentales de las personas—, con tan poco nivel. Es insultante que una formación o conjunto de formaciones y sensibilidades como esta, que ha hecho bandera del feminismo, ponga como una de las soluciones al problema ir a clase de violencia machista. Es habitual que haya en política contradicciones grandes, pero que no tengan ningún problema en mostrar que no saben —de hecho suspenden estrepitosamente— de uno de los principales temas de los que han hecho bandera política es especialmente sangrante. Y no lo digo figuradamente, porque las víctimas del machismo, las víctimas de la violencia de género se cuentan por miles de miles; y todas sabemos que las cifras solo abarcan una pequeña parte de la realidad existente.
Para mí Yolanda Díaz se ha marcado un gol en propia puerta y espero y deseo que pierda el partido.