A la gran mayoría de los humanos nos gusta el dulce: todo tipo de pasteles y postres, el azúcar en la leche o en el café, y los caramelos y las golosinas. No obstante, no es bueno ir añadiendo azúcares a todas las comidas que hacemos. Hay alimentos, como la fruta, que contienen azúcares sin que sea necesario añadirles más. Otros también son dulces de forma natural, como la leche. Aun así, los humanos buscan el sabor particularmente azucarado, sobre todo si está combinado con ácido o gas, y a la mayoría nos gustan las bebidas carbonatadas y energéticas, que contienen una generosa cantidad de azúcar. Ahora bien, las recomendaciones médicas es que debemos disminuir o, incluso, eliminar la consumición de azúcares añadidos, particularmente las personas mayores, ya que mucha gente a partir de la mediana edad desarrolla diabetes de adulto, obesidad u otras enfermedades metabólicas.

El azúcar en sí no es el peligro. De hecho, nuestras neuronas se alimentan de glucosa (un monosacárido que forma parte de la sacarosa, la lactosa y la maltosa, disacáridos muy frecuentes en nuestra alimentación) y por eso tenemos esta ansia —a veces, cuasiadicción— por el azúcar. El principal peligro es su consumo excesivo. Podríamos discutir cuál es la cantidad más recomendable de consumición diaria, pero según la OMS y muchas agencias médicas, la recomendación sería no sobrepasar los 40 g al día de azúcar añadido en adultos, los 15 g en niños, y no ofrecer caramelos, golosinas ni nada adicionalmente azucarado a los niños menores de 2 años. Mucha gente tiene claro que si eres diabético no puedes tomar azúcar, ¿pero somos conscientes de la limitación de consumir azúcar cuando no existe ninguna enfermedad y, en especial, cuando hablamos de niños? Se acaba de publicar el resultado de una investigación que nos hace repensar nuestra actitud permisiva hacia el azúcar en niños pequeños, ya que su impacto en la salud no es menor.

Hay que decir, antes que nada, que llevar a cabo estudios de nutrición en humanos es complicado. En la investigación en modelos animales, puedes determinar cuál es la cantidad de alimento que das a los ratones o a las ratas, y cuál es su composición exacta. Son experimentos controlados. En cambio, cuando hablamos de alimentación, los humanos tenemos libertad de opciones, de opinión y de acción; tenemos preferencias y restricciones, queremos comer lo que nos gusta y rechazamos lo que no nos gusta. Podemos decirle al médico que hacemos una dieta, y saltárnosla continuamente o variarla. Existen, no obstante, lo que denominamos "experimentos naturales", en los que las circunstancias son tan extremas que imponen unas condiciones que todo el mundo debe seguir y nadie se puede saltar. Evidentemente, en estos casos no puedes escoger cuál es la pregunta que quieres investigar, ya que las condiciones son limitadas, pero al mismo tiempo, el gran número de personas involucradas implica una significación estadística muy elevada. Este es justamente el marco conceptual de la investigación que os querría explicar hoy. La cuestión que se plantean los investigadores es si pueden averiguar cuál es el efecto de la consumición de azúcar en humanos en edades muy iniciales y qué efecto tiene en su salud a lo largo del tiempo, aunque, de hecho, podríamos decir que la pregunta a la que realmente responden es: cuál es el efecto de la restricción en la consumición de azúcar en bebés en su salud a largo plazo. Este es un estudio que hasta hace unos años era prácticamente inalcanzable, pero gracias a que en el Reino Unido están recogiendo datos genéticos y clínicos de su población, en el llamado biobanco del Reino Unido (UK Biobank), se puede disponer de cifras muy significativas de personas. Además, aquí hay que tener en cuenta una circunstancia externa muy relevante que aplicó específicamente el Reino Unido: las restricciones alimentarias por el racionamiento impuesto a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial duraron más de una década, desde enero de 1940 hasta septiembre de 1953. Por lo tanto, tenemos una población en la que todo el mundo tuvo restricciones en cuanto al azúcar: un límite de 40 gramos diarios de azúcar por adulto y ninguna cantidad de azúcar para bebés menores de 2 años (muy parecido a las recomendaciones de salud de hoy día).

La restricción del consumo de azúcares añadidos durante el embarazo y los primeros años de vida impacta positivamente en la salud del individuo

Los investigadores han analizado el estado de salud actual de las personas que nacieron antes de 1953 y que, por lo tanto, cuando se levantó la restricción, tenían más de un año y medio, y las compararon con el de personas cuyas madres estaban embarazadas durante la restricción, pero que dieron a luz justo después, y también con el de personas que ya nacieron en la época sin restricción de azúcar. La franja de diferencias de edad no es muy grande, estamos hablando de una ventana de 4,5 años de tiempo (octubre de 1951-marzo de 1956) y el estado de salud es el que presentan actualmente, particularmente con respecto a enfermedades como diabetes de adulto tipo 2, hipertensión, problemas cardiovasculares y obesidad, además de la consumición actual de azúcar. Los resultados son muy relevantes. Hay que considerar que la consumición de azúcar (medida en ventas de azúcar y de dulces) entre 1953 y solo un año después, 1954, se duplicó, y pasó de 40 a 81 gramos diarios por persona.

El análisis se realiza sobre 60.183 participantes (en torno al 93% son caucásicos, un 44% son hombres y la historia familiar de enfermedades es parecida), de los que aproximadamente 38.000 nacieron durante el racionamiento y unos 22.000 nacieron después. De todo el conjunto, 3.896 tenían diabetes de adulto y 19.644 con hipertensión. Lo más relevante es que los investigadores demuestran que los individuos que nacieron y vivieron hasta 1,5 años antes de entrar en contacto con los azúcares añadidos tienen un 35% menos de probabilidad de desarrollar diabetes de adulto y un 20% menos de presentar hipertensión. Y en caso de hacerlo, la edad de aparición de la enfermedad, era de 4 y 2 años más tarde, respectivamente, con respecto a las personas que desde bebés habían tenido acceso a alimentos con azúcares añadidos. De hecho, solo por el hecho de que la madre hubiera estado embarazada en tiempo de racionamiento, el efecto in utero ya disminuía en un tercio la probabilidad de presentar estas enfermedades, con un 15% menos probabilidad de desarrollar diabetes y un 5% de presentar hipertensión. Una demostración fehaciente de que la restricción de la cantidad de azúcares añadidos durante el embarazo y, sobre todo, durante los primeros años de vida, condicionan claramente el estado de salud de las personas en la edad adulta.

Hay que decir que el racionamiento afectó a otros alimentos, pero que mirando la composición alimentaria de proteínas, lípidos y carbohidratos (sin los azúcares añadidos) no había diferencias significativas en la consumición durante el racionamiento con respecto a cuando este se levantó. Es cierto que hay otros científicos que, sin cuestionar el efecto de la restricción en azúcares añadidos, comentan que quizás también la finalización del racionamiento implicó otros cambios sociales, como hacer menos ejercicio, lo que también impacta en el desarrollo de enfermedades.

Sea como fuere, el mensaje es muy directo, la restricción del consumo de azúcares añadidos durante el embarazo y los primeros años de vida impacta positivamente en la salud del individuo y disminuye la probabilidad de desarrollar diabetes de adulto e hipertensión en la edad adulta. Por lo tanto, sigamos las recomendaciones médicas y esperémonos a dar azúcar, golosinas y caramelos a nuestros bebés y niños hasta que hayan superado los dos años de vida. No perderán el gusto por lo dulce, pero seguro que estaremos invirtiendo en su salud y calidad de vida cuando sean mayores.