Cenando con una amiga me preguntó qué es lo que hay que hacer cuando el Tribunal Supremo dicte la sentencia sobre el procés y, en esos momentos, no tuve ninguna respuesta concreta para darle, pero sí tuve claro lo que no se debía hacer y, resumidamente, dos fueron mis consejos: primero, no se debe buscar una salida individual, por muy apetecible que parezca, porque estamos ante un problema colectivo y, segundo, sea cuál sea la decisión, siempre ha de irse por una vía no violenta. Creo que esos son los dos límites que no se deberían traspasar.
Es tentador, muy tentador, buscar una salida personal y, así, evitarse una dura estancia en prisión, pero una solución de esas características no solo es tremendamente egoísta, sino que, además, implica una rendición personal con efectos colectivos. No podemos olvidar que éste solo es el primero de los juicios pendientes, y las aparentemente posibles, pero inciertas, soluciones individuales que ahora se plantean no serán reproducibles más allá del actual escenario y afectados... Solucionar el presente para rendir el futuro no es la solución.
Descartada la opción o salida individual, pero puesta como una de las líneas rojas, hemos de indagar dónde está o cómo se nos presenta el otro extremo del tablero: el de la movilización. Y, ahí, volví a una útil lectura de un libro escrito hace más de 40 años por mi tío Otto, hermano mayor de mi padre, donde encuentro una serie de conclusiones que no dejan de ser tremendamente actuales y útiles a la hora de abordar el cómo actuar ante lo que vendrá y que, por eso, he creído conveniente compartir.
“El primer objetivo de la acción no-violenta es la movilización de las conciencias de los oprimidos o víctimas de las injusticias"
En sus conclusiones decía mi tío, en La no-violencia activa: camino para conquistar la democracia, que: “Hay muchas violencias, pero una de ellas, la injusticia, es la violencia madre de todas las violencias”. Y que, como contraposición a la madre de todas las violencias, “la no-violencia es ante todo un principio general, una idea central, una perspectiva, que define la dirección o sentido de la marcha, el camino grueso que se va a seguir tras la búsqueda de la justicia y de la libertad”.
Pero ahí no quedaban sus reflexiones e iba aún más lejos razonando que: “El principio de no-violencia se funda en una ética social que rechaza la premisa 'el fin justifica los medios', pues exige que los medios sean adecuados al fin”, para lo cual, “la primera tarea que surge de la adopción de este principio consistirá, entonces, en buscar, con capacidad creativa, medios que sean, simultáneamente, eficaces y concordantes, en el fondo y en la forma, con el fin, o, en otras palabras, eficaces y morales a la vez”. Así “nacen las técnicas de acción agrupadas bajo denominaciones tales como 'no-violencia activa', 'resistencia pacífica" u otras similares que se han empleado en diferentes contextos”.
Vendrán tiempos complejos y cuanto mayor sea la injusticia ―madre de todas las violencias―, con mayor fuerza deberemos oponernos a ella pero no nos confundamos: el único camino que no deslegitimará ni la acción ni los objetivos perseguidos será el no violento
Para él, y también aquí y ahora, es bueno tener presente: “El alcance de estas técnicas o métodos de acción depende mucho de los actores involucrados y de la situación histórica en que se empleen. Pueden perseguirse, en consecuencia, objetivos limitados o amplios, metas de corto, mediano y largo plazo, formando parte o no, de una estrategia global de carácter político”.
Sigo con sus conclusiones: “Desde el punto de vista de una perspectiva general, es decir, estratégica, principio y métodos de no-violencia están al servicio de la justicia y rechazan toda forma de opresión que se ejerza sobre el ser humano. La no-violencia activa se convierte (…) en una forma que tiene el pueblo de ejercer su derecho a rebelión” que, por cierto, es la única que ha existido en Catalunya.
Sobre cómo ejercitar este tipo de lucha decía: “La no-violencia activa tiene modalidades muy variadas, siendo las situaciones históricas concretas las determinantes en la elección de los métodos respectivos”, con lo que no hay un manual que nos diga qué y cómo tenemos que actuar.
Si volvemos sobre sus reflexiones, y tenemos presente que la “madre de todas las violencias” es la injusticia, entenderemos: “Un régimen democrático, por definición, debe estar atravesado en toda su estructura por el principio de no-violencia. La no-violencia activa será empleada aquí para perfeccionar cada vez más la democracia. Su presencia será permanente y vigilante”.
Ahora bien, también era consciente de que “la no-violencia activa no es un dogma. Es una apuesta, una invitación, un desafío, lanzado para poner la inteligencia y la voluntad en la tarea de desarrollar en plenitud todas sus posibilidades. Puede fracasar y desembocar en un conflicto donde ya no quede espacio para ella, al menos en su etapa más aguda, pero esto tampoco garantiza de antemano la victoria a nadie. La tarea, en cualquier caso, no consiste en planificar la forma de llegar al enfrentamiento total y violento, sino en trabajar con energía y dedicación plena para no llegar a ese punto y, a pesar de ello, salir de la situación de injusticia que se combate”.
Y aplicado al caso catalán, no deja de ser interesante tener presente que “como método, la no-violencia activa es naturalmente descentralizada, dada su sencillez y falta de aparatosidad. Esto lo pone al alcance de toda persona, cualquiera que sea su edad, sexo o condición”.
Dar una respuesta ganadora requiere una actuación reflexiva, generosa y unitaria, nunca individual, que permita enfrentar la injusticia con la firmeza de una sociedad que ya ha decidido su camino
En cuanto a la priorización de los objetivos, ha de tenerse presente: “El primer objetivo de la acción no-violenta es la movilización de las conciencias de los oprimidos o víctimas de las injusticias, es decir, su toma de conciencia de la situación que los oprime y de que deben luchar para terminar con ellas” y que, “como resultado del paso anterior, especialmente cuando se extiende a todo el cuerpo social, la sociedad entra en crisis, se pone en tensión. El conflicto derivado de la situación de injusticia, que estaba aplastado o reprimido, sale a la superficie”.
Al referirse a los medios se apoyaba en Maritain razonando que: “Los medios de la no-violencia no son externos al hombre, sino, son el hombre mismo, su libertad y su virtud. Con otras palabras, es una fuerza material cuyo medio de acción es el cuerpo humano, o, mejor todavía, todo el ser humano, cuerpo y espíritu” y que “el ejercicio de la no-violencia activa no termina mientras exista injusticia y la libertad humana esté limitada por causas ajenas a su propia naturaleza”.
Vendrán tiempos complejos y cuanto mayor sea la injusticia ―madre de todas las violencias―, con mayor fuerza deberemos oponernos a ella pero no nos confundamos: el único camino que no deslegitimará ni la acción ni los objetivos perseguidos será el no violento... Pero activo y, sin duda, esa forma de lucha, para ser exitosa, ha de estructurarse sobre la confluencia de las voluntades de todos, se trata de la unidad de acción no violenta que es la fuerza imparable que ningún estado, por fuerte y organizado que fuese, ha sido capaz de resistir.
Por tanto, cuando conozcamos la sentencia del Tribunal Supremo, hemos de tener en cuenta todo esto y usarlo para revertir una situación injusta ante la que no caben, como digo, ni las egoístas salidas individuales ni las reacciones hiperventiladas que lleven a escenarios violentos. No existe una única respuesta a cómo se deberá actuar, pero sí hay algo claro y es aquello que no se deberá hacer bajo ningún concepto; esto ya es un comienzo sobre el que se puede, y debe, construir una respuesta colectiva que permita oponernos a la mayor de las violencias existentes: la injusticia.
Dar una respuesta ganadora requiere una actuación reflexiva, generosa y unitaria, nunca individual, que permita enfrentar la injusticia con la firmeza de una sociedad que ya ha decidido su camino y, por tanto, su futuro. Solo desde la unidad podremos hacer frente a los tiempos que vienen y ello implica, entre otras cosas, no equivocarse de enemigo y anteponer lo colectivo a lo individual, lo de todos a lo propio y la justicia a la injusticia o, dicho de otra forma, la no-violencia a la violencia.