Cada día nos desayunamos con nuevos casos que van poniendo en evidencia algo que unos cuantos venimos denunciando desde hace años y que bien reflejan lo que sería un auténtico fallo sistémico que afecta a los cimientos mismos del estado y que lo hacen incompatible con lo que se entiende, mínimamente, como un estado democrático y de derecho. El problema, lo grave de todo, es que, a pesar de esas imparables, sistemáticas y claras evidencias, al final no pasa nada… Seguramente ahí es donde radica el mayor de los peligros.
Se enjuicia, condena y encarcela a políticos por organizar un referéndum, que no es otra cosa que la escenificación colectiva de una voluntad. Es decir, se condenó por ejercitar un derecho que la propia Constitución garantiza, como es el derecho de manifestación. Pero, y a pesar de ser así de grave, no pasa nada.
Se enjuicia y condena a una serie de políticos por la financiación ilegal de las campañas electorales de un determinado partido político estableciéndose que hicieron trampas en lo más básico de la democracia, como son los procesos electorales. Pero, y a pesar de ser así de grave, no pasa nada.
Se condena, sin pruebas, a un político, representante de una minoría nacional, y sin amparo legal alguno se le priva de su escaño como diputado, con lo que no solo se le ha privado de su derecho de representación política, sino que también se ha extendido dicha privación a todos aquellos que le votaron. Pero, y a pesar de ser así de grave, no pasa nada.
Se descubre un entramado financiero, de ocultación y evasión de dineros mal habidos por parte del anterior jefe del Estado y se adelanta que se archivará la investigación por vaya uno a saber qué motivos, pero ninguno compatible con un sistema democrático. Pero, y a pesar de ser así de grave, no pasa nada.
Quedan en evidencia tramas ilegales que se dedican a crear pruebas y procesos penales en contra de determinadas personas que, finalmente, pueden terminar en prisión, pero a las que, como mínimo, se les destroza su reputación sin que hayan hecho nada ilegal. Pero, y a pesar de ser así de grave, no pasa nada.
Se excarcela a comprobados asesinos para, a cambio de una mal habida libertad, implicar en hechos delictivos a quien entre muchos, especialmente a través de determinados medios de comunicación, ha sido previamente definido como un enemigo. Pero, y a pesar de ser así de grave, no pasa nada.
Se allanan viviendas y despachos profesionales por supuestos desconocidos y en connivencia con empresas de seguridad con la finalidad de intimidar a quienes previamente, y a través de los medios de comunicación, han sido perfilados como enemigos. Pero, y a pesar de ser así de grave, no pasa nada.
No hay estado que resista un escrutinio general de casos y cosas como los que estamos viendo día a día en el estado español y, sin embargo, nadie parece estar dispuesto a coger el toro por las astas
Se bloquean los órganos constitucionales y la renovación de estos para gestar escenarios políticos mediante los cuales imponer determinados criterios sin que, para ello, se cuente ni con mayorías ni con legitimidad democrática. Pero, y a pesar de ser así de grave, no pasa nada.
Se apañan nombramientos y eligen personas que no reúnen ni los requisitos de idoneidad y honestidad ni independencia para formar parte del Tribunal Constitucional, con la única intención de, por una parte, asegurarse determinados resultados judiciales y, de otra, mantener un control sobre órganos de evidente relevancia constitucional y política. Pero, y a pesar de ser así de grave, no pasa nada.
Se utilizan espuriamente los recursos del Estado, es decir, los de todos nosotros, para perseguir a quienes se han previamente definidos como enemigos creando y recreando procesos penales absurdos y abyectos. Pero, y a pesar de ser así de grave, no pasa nada.
Se utilizan órganos constitucionales de control para generar procedimientos inquisitoriales mediante los cuales derivar supuestas responsabilidades contables en contra de quienes no han hecho otra cosa que desarrollar las políticas por y para las cuales fueron elegidos democráticamente. Pero, y a pesar de ser así de grave, no pasa nada.
Se gastan ingentes cantidades de recursos públicos en el espionaje masivo de opositores, vulnerando las más básicas reglas democráticas y los derechos fundamentales; entrando, de esta forma, en la más reservada de las intimidades de los afectados a través de sus teléfonos móviles. Pero, y a pesar de ser así de grave, no pasa nada.
Se hacen pasar por documentos secretos y de índole delictiva, con clara intencionalidad criminalizadora, lo que no son más que traducciones de obras literarias con la intención de generar causas penales y enlodar reputaciones de forma gratuita. Pero, y a pesar de ser así de grave, no pasa nada.
Se engaña a tribunales internacionales y se pretende utilizar espuria mente a tribunales de países amigos para oscuras persecuciones que carecen de cualquier amparo legal y, con ello, se vulneran los derechos y prerrogativas de personas elegidas democráticamente para representarnos en el Parlamento Europeo. Pero, y a pesar de ser así de grave, no pasa nada.
Se utiliza la desesperación de quien teme ser entregado a los Estados Unidos para, sobre la base de falsas declaraciones, generar falsas evidencias con las cuales abrir investigaciones y procesos penales en contra de quienes, previamente, han sido definidos como enemigos. Pero, y a pesar de ser así de grave, no pasa nada.
Se gestan aquelarres ultranacionalistas para galardonar a determinados jueces por reprimir a los enemigos y, al mismo tiempo, se pretende seguir argumentando que se conserva la imparcialidad debida y que la culpa es de Europa. Pero, y a pesar de ser así de grave, no pasa nada.
Los casos y los ejemplos son tantos que bien podrían llenar algunos volúmenes y que, seguramente, cuando llegue el turno de la historia así será, pero los que he mencionado basta para darse cuenta de que estamos ante una acumulación de evidencias que a más de uno debería sonrojar y a todos debería preocupar.
No hay estado que resista un escrutinio general de casos y cosas como los que estamos viendo día a día en el estado español y, sin embargo y es ahí lo preocupante, nadie parece estar dispuesto a coger el toro por las astas y hacer lo único que puede permitir reconducir una podredumbre como la que nos rodea: regenerar el sistema de forma integral.
Solo una sociedad profundamente anestesiada o tremendamente cobarde puede permitirse que las cosas sigan siendo como hasta ahora.
En cualquier caso, pensar, como hacen algunos, que no pasa nada es tanto como confiar ciegamente en la elasticidad de la cobardía y en la solidez de la incultura democrática. No pasa nada… hasta que pasa todo y, seguramente, entonces, cuando sea muy tarde, los cobardes silencios de hoy se transformarán en dolidas quejas. No es que no pase nada, es que está pasando de todo y, más temprano que tarde, un sistema así terminará por implosionar con las consecuencias que ello tendrá para propios y extraños.