No puedo presumir ni de haber conversado largamente ni conocido a fondo personalmente a Arzalluz. Esto, en primer lugar, por razones de mi propia situación profesional durante los años de la llamada Transición, y en segundo lugar, porque mi llegada a la primera línea política fue relativamente tardía, lo cual hizo que mi relación con él, aunque yo siguiera su trayectoria muy de cerca, fuera esporádica, hasta bien entrada la década de los noventa.
Al contrario de amigos míos de Vitoria-Gasteiz, que ya en la clandestinidad militaban y tenían importantes cargos internos en el PNV, como podría ser el caso del que llegó a ser consejero de Justicia del Gobierno Vasco Joseba Azkarraga ―con quien coincidía en actividades culturales o reuniones clandestinas―, o Patxi Ormazabal ―después presidente de las Juntas Generales, concejal en Vitoria-Gasteiz y consejero de Territorio y Medio Ambiente, además de integrante de mi cuadrilla―, yo no milité en el PNV. No obstante, además de mi proximidad a muchos de sus postulados, tengo que decir que sentía una gran atracción por la figura política de Arzalluz, y, sobre todo, por aquella grandísima capacidad oratoria que electrizaba a aquellas decenas de miles de militantes que año tras año se reunían en el Alderdi Eguna, Día del Partido.
Mi primera imagen me trae el recuerdo de un mitin en la campaña estatutaria de 1979, en el Frontón de Bergara, donde yo canté, al lado de los oradores, entre los cuales se encontraba Xabier Arzalluz, y también Carlos Garaikoetxea; todavía tengo grabada en el archivo de mis recuerdos la imagen de cómo acompañaba Arzalluz el ritmo de mis canciones con el movimiento de sus pies.
Más tarde, entre 1983 y 1985, fui responsable de prensa y portavoz de Presidencia del Gobierno Vasco con Garaikoetxea y, consecuentemente, me tocó vivir la grave crisis entre el gobierno del lehendakari Garaikoetxea y la cúpula del PNV. En aquel momento Arzalluz había dejado la presidencia del EBB y el presidente del partido era Román Sudupe. Pero a pesar de la ausencia en la primera fila de Arzalluz, que se encontraba, creo recordar, en Cambridge, todo el mundo lo señalaba como el urdidor del acoso del partido sobre el gobierno. Fueron tiempos duros, para unos y otros. Yo adelgacé varios kilos (hablaba en broma de la "dieta Arzalluz"). Lo pasamos muy mal, hasta nuestra salida del gobierno. Allí aprendí algunas lecciones de vida, como la de ver como personas que habían dado apoyo a Garaikoetxea y le habían jurado fidelidad eterna, fueron los primeros en enviar telegramas de adhesión incondicional al lehendakari Ardanza. Como yo me había quedado en Ajuria Enea para dar la bienvenida al nuevo lehendakari, aquellos telegramas se amontonaban sobre mi mesa.
Vino la escisión, y la gran separación personal entre Arzalluz i Garaikoetxea, momento traumático en el cual yo me afilié a Eusko Alkartasuna, un proyecto ilusionante que unos lustros después languidecerá desde su inicial efervescencia. Fue entonces cuando Arzalluz desenterró esa frase ignaciana: "En tiempo de desolación, no hacer nunca mudanza", que creo que interiorizó su partido de forma general y con disciplina espartana. Eso, además de algunos aciertos estratégicos, como urdir el pacto con Felipe González para cortar de raíz la oportunidad de un gobierno de EA, Euskadiko Ezkerra y Partido Socialista de Euskadi presidido por Garaikoetxea, abriendo aquella etapa de Arzalluz que Ramon Zallo define como la del Arzalluz pragmático, de orden y tacticista, de la cual los hitos más notables fueron la cohabitación del PNV con el PSE ―y con EA del 95 al 98―, y los pactos con González primero y con Aznar después.
Que descanse en paz un gran hombre culto y patriota, que deja una gran huella dentro y fuera de Euskal Herria
Más tarde, llegaría el periodo de acoso españolista de Aznar y Mayor Oreja, en connivencia con el PSE de Nicolás Redondo, en que Arzalluz vira hacia el Arzalluz más explícitamente soberanista, cosa que le hará subir en el ranking como enemigo número uno del españolismo, que no dudó en denigrarlo tanto como pudo, hasta el punto de manipular y trastocar muchas de sus frases; ¿quién no recuerda aquello de "unos mueven el árbol y otros recogen las nueces", que la Brunete mediática ―feliz término acuñado por su siempre fiel y notable seguidor Iñaki Anasagasti― interpretó como que los que movían el árbol eran los de ETA y los que recogían las nueces los del PNV, cuando, en realidad, Arzalluz se refería textualmente a ETA y Herri Batasuna?
En esta fase se produjo el reencuentro, siempre difícil, de Arzalluz con Garaikoetxea. Ante el acoso del PP y el PSOE, Garaikoetxea lanzó la famosa frase "a grandes males, grandes remedios" y propuso la coalición PNB-EA, que concitó los mayores apoyos que hayan conseguido nunca los dos partidos: 604.222 votos que hicieron morder el polvo al PPSOE. Lo viví en primera persona, acompañando en la lista a Juan José Ibarretxe y Joseba Egibar, en una campaña en la que pudimos contar con la participación activa de Arzalluz y Garaikoetxea. Aquí sí que compartí muchos ratos con Arzalluz.
Cuando se miran y analizan los hechos desde la distancia temporal, es inútil preguntarse qué habría pasado si los caminos de personas y partidos no se hubieran separado. Lo que sí que creo que es pertinente es constatar que la distancia te hace darte cuenta de la cantidad de tiempo y energías que gastamos muchas veces en combatirnos e incluso en destrozarnos. Por eso siempre he sido un ferviente defensor de los acercamientos entre las diferentes corrientes del soberanismo, ya sea en Euskal Herria, ya sea en Catalunya, como arma imprescindible para concertar estrategias y combatir lo que ahora vemos en toda su magnitud: el regreso del Estado y sus poderes fácticos reticentes a las libertades nacionales de las naciones que lo integran. Arzalluz lo vio venir y no escondió nunca su oposición frontal.
Xabier Arzalluz dedicó la última etapa de su vida a sus pasiones de siempre, familia, estudio, docencia, y también a compartir ideas y actividades que su propio partido se mira con distancia ―con su apoyo a Gure Esku Dago― o a cultivar acercamiento con personas con quien estuvo enfrentado. Arzalluz en toda su dimensión, pragmático y tacticista, y el inequívocamente soberanista, finalmente respetado por todos los que defienden el ejercicio del derecho de autodeterminación de nuestras naciones.
Goian bego. Que descanse en paz un gran hombre culto y patriota, que deja una gran huella dentro y fuera de Euskal Herria.