Pasarán días hasta que deje de retumbar el resultado de las elecciones. Son muchas primeras veces y números históricos que se recolocarán despacio en las próximas semanas, aunque el cambio de ciclo de los últimos 15 años está ya consumado. Las encuestas lo vieron venir solo a medias. Y ante la virtud determinante de las urnas, la importancia de los acuerdos para modular el futuro mapa catalán. Es un 12-M que da forma a Catalunya y a España. El próximo Govern no será ajeno al Gobierno. No hay ninguna declaración preelectoral que indique pactos cruzados de Junts y ERC con Pedro Sánchez. Solo había uno, la exigencia de Carles Puigdemont de evitar un Collboni, que por más que sume siglas, es imposible con ningún pactómetro.
Las cifras dimensionan el resultado. Solo Junts absorbe el voto independentista y se lleva por delante el legado de ERC, mientras el PSC convence en todos los bandos. Nunca el PSC había conseguido una victoria como la de este 12-M, con 200.000 apoyos más que Junts, 500.000 más que el PP, 400.000 más que ERC. Ni con Maragall, ni con Montilla había tenido opciones con números tan holgados sumado a un Parlament sin mayoría nacionalista e independentista desde 1980. El resultado desarma al PP. La gran apuesta de Sánchez desde 2018, forzada por la necesidad pero trazada desde el nombramiento de Salvador Illa como ministro de Sanidad para reforzar su liderazgo, gana y es la vía de escape por donde bajará parte de la inflamación de Madrid.
Las conversaciones empezarán pronto, pero los acuerdos en firme llegarán pasadas las europeas. En las antípodas de 2017, son las elecciones catalanas con más impacto nacional —e internacional— y las que más dificultad tienen para formar mayoría. Victorias y derrotas históricas que en poco tiempo veremos moduladas por los pactos. Salvador Illa pretende gobernar en solitario, aunque no hay nada escrito. Es posible que lo consiga y también que, bajada la euforia y la confrontación, el triplete de Madrid se repita de alguna forma. La preferencia del tripartito de izquierdas no excluye otras opciones, ni siquiera las aparentemente imposibles, como los pactos con Junts y ERC.
El 12-M ha logrado, con efecto inmediato, desfondar la agenda de oposición nacional
Una repetición electoral sólo podría favorecer a Carles Puigdemont —está por ver si a Junts—. El escenario político sería el mismo unos meses más tarde y nada indica que mejore los resultados del independentismo. Al contrario, podría concentrar aún más el voto útil del PSC y hacer crecer las marcas de la derecha.
Mientras, el PP celebra la fiesta de ser cuarto, la posición que ha conseguido en el País Vasco y Catalunya. Reivindica la vuelta del precipicio al que se asomó también el PSC durante el procés, no a la misma distancia pero sí con el mismo vértigo. Ha pasado de ser casi extraparlamentario a multiplicar por cinco los apoyos. Viene de tan abajo que 15 escaños de 135 es una vuelta rotunda. Una cifra que sirve más a Alberto Núñez Feijóo en lo político y a Alejandro Fernández a la interna del PP. En el Parlament, no serán determinantes para la formación del Govern, pero ayudan al líder del PP, consciente —como ya verbalizó— de que no gobierna por Catalunya.
Lo que sí ha logrado el 12-M con efecto inmediato es desfondar la agenda de oposición nacional. El rechazo frontal a la amnistía está representado por los 10 escaños de Vox y los 13 del PP de un total de 135. Las nuevas citaciones del juez Manuel García-Castellón por Tsunami Democràtic, más que incendiar, evidencian una instrucción a destiempo, con diligencias de 2019 recuperadas en 2024. Y la manifestación del 25 de mayo contra la amnistía o la votación de hoy en el Senado están digeridas por los resultados.
Quedan muchas incógnitas. La posible salida de Puigdemont o ver dónde quedan las amenazas y competiciones cruzadas. En pocos días, la confrontación PP-PSOE de cara a la cita de junio se irá armando. Un duelo a dos donde el PSOE si empata, gana. Solo entonces podrá intentar encender el motor de una legislatura un año después de ganar las generales. La inestabilidad es la nueva normalidad, dicen los sociólogos. Y como quede el histórico 12-M también tendrá que esperar a las europeas.