No sé la razón por la que queremos convertir el aeropuerto de El Prat en un hub, si la aerolínea que lo representa es Vueling, una compañía a la altura de un aeropuerto de tercera categoría. Hace años que viajo en Vueling —qué remedio, viviendo en esta ciudad de los prodigios— y la suma de experiencias daría para escribir una enciclopedia de reclamaciones. Que la aerolínea estándar comparta terminales y reciba el mismo trato que Ryanair es un lastre para una ciudad que quiere encontrar su lugar en el universo de las elegidas en asuntos aeroportuarios. Si quieres disponer de un finger para salir o entrar en el avión, hazte un finger o viaja con Iberia, una compañía de primera reservada a los ciudadanos de primera, o sea, todos aquellos que tienen Barajas como punto de partida.
Acabo de volver de Berlín y, por supuesto, he tenido que subir al avión caminando por la pista. Esta vez no hacía falta el autobús. Ningún problema, si no fuera porque al lado del Airbus de Vueling esperaban la orden de salida unos cuantos aviones de las compañías de bajo coste que tratan al viajero como un conejito de indias a punto de sacrificar. Una vez propusieron que los viajeros fueran de pie y la propuesta no prosperó. Otra, cobrar para mear y tampoco lo consiguieron. Tiempo al tiempo.
La primera vez que noté lo que significaba Vueling para Star Alliance fue en Barajas. Retrasos, dificultades de facturación en línea, un trato desagradable por parte del personal... Menos mal que al final pusieron en marcha el AVE Barcelona-Madrid y pude dejar de volar para viajar cómodamente en un tren de alta velocidad que tenía una particularidad: el recorrido era el más caro de todos los que estaban convirtiendo España en la reina de la alta velocidad europea.
Vueling es, en definitiva, lo que significamos los catalanes para el estado español. Si reclamamos, nos declaran insolidarios y sacan el eterno sonsonete de los ciudadanos de primera y de segunda, un mantra que nunca utilizan cuando aparecen las cifras de las inversiones públicas en las cuales Madrid siempre supera el 100% del presupuestado. Si es por una cuestión cultural, invito a todos estos que nos acusan de insolidarios que vengan a Barcelona y comprueben que los catalanohablantes ya somos una reserva india. Y de rostro pálido a rostro pálido, también los invitaría a que viajaran de vez en cuando en Vueling, la compañía propia de un aeropuerto que vive más de la ilusión que de la realidad. En definitiva, a España ya le va bien que estemos sometidos a los intereses crematísticos de una compañía de bajo coste con ínfulas de no se sabe qué. Como siempre, gracias por la propina.
Otro tema ilustrativo de la realidad es lo que ha sucedido en las Balears con la decisión de los fachas de eliminar la obligatoriedad del catalán en la administración pública por considerarlo apartheid lingüístico. En Catalunya nos podemos poner las manos en la cabeza, pero aquí, francamente, también la cosa pinta mal con las Dolors Montserrat de turno.
A España ya le va bien que estemos sometidos a los intereses crematísticos de una compañía de bajo coste con ínfulas de no se sabe qué. Como siempre, gracias por la propina
Si hay un ejemplo de persona bilingüe, soy yo. Con mi padre, hablaba en castellano. Con mi madre, hablo en catalán. He hecho mi carrera periodística mayoritariamente en castellano, y también la literaria, un hecho que me permite decir que los que defienden el bilingüismo son aquel tipo de gente que se enfada si le dices algo en catalán, pero te contestan amablemente si utilizas el inglés. Supongo que todos los integrantes de una nación-estado reaccionan igual ante la gente que habla un idioma diferente en una tierra que consideran suya por derecho de conquista. Un genocidio cultural como el que Vox y el PP están perpetrando en las Balears solo se lo pueden permitir los países mal cosidos y con la ideología secuestrada por el imperio del crimen mediático.
No he entendido nunca cómo un catalán puede votar a partidos que viajan de la catalanofobia al anticatalanismo dependiendo del día. Como tampoco entiendo que un negro sea de Vox. Debe ser por el placer del masoquista ciego, o por los orígenes políticos familiares que, a buen seguro, algún franquista cuelga del árbol genealógico. A veces, pienso lo sencillo que sería ser de Madrid. Dicen los de la capital que en Madrid nadie es de Madrid, pero pongamos por caso que yo fuera la única persona del Km 0. La única cosa que tendría que tener clara es de qué pie calzo ideológicamente, porque de mi idioma y mi cultura ya velarían todas las instituciones públicas y privadas, los medios de comunicación y los botiflers. Y no quiero que me malinterpreten. El botifler no es aquel que habla castellano en Catalunya, sino aquel que asiste a la lenta defunción de la lengua minorizada, acusándola de expansionista. La señora Dolors Montserrat es el ejemplo de este tipo de botilfer, y eso que la desterraron políticamente los del PP enviándola a Bruselas después de hacer el ridículo en las Cortes españolas. Pero Dolors quiere hacer méritos y no hay nada como el botiflerismo para recobrar los galones.
Cuando yo era pequeño, se decía que los pijos hablaban castellano porque era "fino". Creo, francamente, que los pijos se tendrían que replantear el tema, ya que, si quieren ser finos y marcadamente diferentes, tendrían que pasarse al catalán como signo diferencial. Tal como van las cosas, nuestro idioma dará la última bocanada en boca de los pijos y de los incorruptibles que morirán gritando atzucac, atzavara o lletraferit al vent, de cara al vent.
La lengua catalana está herida de muerte. Una razón es la desintegración identitaria a causa de una migración que no ha entendido por qué es necesario hablar catalán. No es su responsabilidad. La responsabilidad es mía, por haber escrito poco en mi lengua materna, de los que cambiamos de lengua cuando aparece un castellanohablante, de los responsables de las políticas lingüísticas timoratas, de formaciones enrolladas como los Comuns, de partidos lingüísticamente tibios como el PSOE y de partidos neolerrouxistas como el PP y Vox. A Ciudadanos solo les deseo una muerte indigna.
Somos un Estado sin Estado y tenemos una casta política que siempre llega a los tribunales de justicia más tarde y desamparada que los bilingües monolingüistas a quien sirve, dócilmente, Dolors, a quien, amablemente, no le puedo agradecer ni la propina.