Tal día como hoy del año 1788, hace 236 años, se declaraba un gran incendio que destruyó totalmente la ciudad de Nueva Orleans, en aquel momento capital de la colonia española de la Luisiana. En el momento que se produjo aquel incendio, Nueva Orleans era una pequeña ciudad de 3.000 habitantes, urbanísticamente organizada en cuatro hileras de islas de casas dispuestas en paralelo en la orilla del río Misisipi, y rodeadas por un talud defensivo. La vía principal de la ciudad era la segunda línea del río y fue la que sufrió el máximo nivel de destrucción. La totalidad de los edificios, construidos con madera, quedaron totalmente devastados por la violencia de las llamas.
Nueva Orleans había sido fundada por colonos franceses (1718), pero durante su primer medio siglo de existencia había sido, tan solo, un pequeño puerto fluvial sobre el Misisipi. En 1763, en virtud del Tratado de París, pasó a dominio español. No obstante, Madrid no envió gobernadores hasta 1778. En 1782 llegó el segundo gobernador, Esteve Rodríguez Miró (Reus, 1744 – Bergara, Guipúzcoa, 1795), que decidió convertir la ciudad en un gran centro de comercio. Durante su gobernación (1785-1791), favoreció el establecimiento de granjeros originarios de las colonias británicas de Norteamérica y pescadores procedentes de las Islas Canarias.
Pero la empresa pobladora más importante sería el grupo de 300 familias catalanas, originarias de Reus y de su comarca. Este grupo colonizador estaba formado por granjeros (agricultores y ganaderos) y comerciantes. Los tenderos de aquel colectivo pasaron a ocupar la totalidad de la Rue Bourbon, el eje principal de la ciudad —que a partir de la dominación española pasaría a llamarse calle Real—, y se convirtieron en la primera clase mercantil de la historia de la ciudad. El incendio los afectó especialmente. Pero después, el gobernador Miró, promovería la reconstrucción de los edificios destruidos con el uso del ladrillo, que es el elemento constructivo principal del Viex Quartier de la ciudad.