La victoria del president Puigdemont puede convertirse en nuestra gran victoria. Basta con ver la propuesta estrella que ha hecho Salvador Illa para entender todo lo que está en juego en las elecciones al Parlament de este próximo domingo día 12. El candidato socialista anunció en el debate de 3CAT que si es presidente de la Generalitat propondrá como director general de la policía al mosso que dijo en sede judicial que en 2017 lo tenía todo listo para detener al president Puigdemont. Una declaración de intenciones con una carga de profundidad más grave de lo que pueda parecer a simple vista. Y que coincide en el tiempo con el apoyo de Miquel Sàmper —último consejero de Interior de Junts— a los socialistas. Casualidad, seguro.
Viendo lo que realmente están en juego en estas elecciones, puede decirse que el president Puigdemont ya ha ganado. Ha superado el efecto Illa, ha superado la convocatoria electoral que no permite la aplicación de la amnistía y ha superado el efecto Sánchez. Ha protagonizado la movilización de más de diez mil personas, según datos del partido, a la Catalunya Nord para asistir a sus mítines, sí. Pero sobre todo para verle, para hacerse fotos con él, para abrazarle. Para mostrarle compromiso personal. Y ha recibido amplios apoyos desde una gran transversalidad. Y visitas institucionales de todo tipo. ¿Destaca alguna? La de Foment del Treball, por ejemplo, por su simbolismo y por lo que representa a nivel de reconocimiento institucional. Por último, Puigdemont llega al domingo habiendo mantenido el marco electoral que todos los candidatos, menos él, querían evitar: Illa o Puigdemont, resignación o ambición. Todo esto significa una victoria a nivel personal y a nivel moral.
Tras la victoria personal y la victoria moral, el president Puigdemont tiene muchos números para conseguir una victoria electoral
No es una victoria electoral, cierto. Hasta el domingo no lo sabremos. Pero todo indica que esto también puede conseguirlo. Tras la victoria personal y la victoria moral, el president Puigdemont tiene muchos números para conseguir una victoria electoral. Porque lo que importa de las encuestas es la tendencia, no la proyección de escaños que se hace. Y con un 40% de indecisos en la última semana, ser el único que tiene tendencia al alza —Illa se mantiene estable y Aragonès va a la baja— es bueno. Más allá de quedar en primer o segundo lugar, la victoria electoral consiste en tener la capacidad de poder formar gobierno. Y yo veo muy complicado que el día en el que ha anunciado su regreso a Catalunya, según qué partidos voten al PSOE. Si esto es así, podremos decir que la victoria de Puigdemont es personal, moral y electoral. Pero más allá de sí mismo, y más allá de la institución a la que representa, la victoria de Puigdemont significaría la gran victoria del independentismo.
Una victoria de Puigdemont querrá decir que este pelotón de indecisos que hay dentro del independentismo, por más enfadados que estén, a la hora de escoger entre PSOE o el president en el exilio, han votado restituir la presidencia de la Generalitat. Una victoria de Puigdemont, si acaba con la conformación de un gobierno independentista —y ello requerirá mucha generosidad por parte de todos—, significará que se han dejado atrás miserias para volver a recoser el movimiento y pensar en el país. Una victoria de Puigdemont significa que se ha entendido que volver a hacerlo no es un eslogan vacío, sino un compromiso real. Que implica haber aprendido de los errores y hacerlo mejor, empezando por atender con eficiencia los retos de gestión que tiene el país. El president Puigdemont ya ha ganado. Es necesario que el catalanismo entienda lo que realmente está en juego el domingo; tal y como identifica perfectamente la prensa europea, por ejemplo: que la gran victoria de Puigdemont es la gran victoria del independentismo.