Se llama Informe Chilcot y es fruto de siete años de investigaciones para saber si había o no motivos reales para empezar aquello que en el año 2003 llamaron La Guerra de Irak y que tenía como objetivo derrocar a Sadam Husein. ¿Por qué? Porque era un terrorista que tenía armas de destrucción masiva.
Después de centenares de miles de muertos y unas consecuencias "que todavía hoy se sufren en el país", según dice el informe, se concluye que aquella guerra se fundamentó en "pruebas defectuosas" que no fueron "debidamente cuestionadas" e iniciada "antes de agotar todas las vías pacíficas de desarme".
El informe también destaca las presiones llevadas a término por Aznar en Naciones Unidas para que diera apoyo a la guerra y como dio prisa a los EE.UU. para que adelantara los ataques. Y explica la estrategia del entonces presidente español, llevada a cabo a medias con Tony Blair, para vender a las respectivas opiniones públicas que "habían hecho todo lo posible para evitar la guerra".
Aznar, el hombre de "el 11-M fue ETA" y del "Puede estar usted seguro y todas personas que nos ven. Estoy diciendo la verdad. En Irak hay armas de destrucción masiva", todavía hoy tiene las santas gónadas de dar conferencias, decir lo que hay que hacer y reñirnos. Este personajillo frente a David Cameron, primer ministro británico, que ha dicho que los partidos como el suyo "y los diputados que dieron apoyo a aquella guerra y que votaron a favor de atacar Irak tenemos que asumir nuestra responsabilidad".
Gran Bretaña y su democracia frente la España donde ha salido Federico Trillo, el hombrecillo que destruyó la independencia judicial y convirtió los grandes tribunales en parlamentos dedicados a hacer oposición, diciendo que "España no fue a la guerra de Irak". Una afirmación tan triste, tan patética, tan vulgar, tan miserable, tan farsante, tan lamentable y que desprecia de tal manera cualquier vestigio neuronal, que no se ha inventado una palabra para definirla exactamente. En un país normal, Federico Trillo trabajaría envenenando ratas a través del contacto lingual.
Muy bien, y ahora que reconfirmamos la verdad que ya sabíamos, ¿qué? Quiero decir, ¿qué pasa con los millares de muertos? ¿Qué pasa con los millones de vidas destruidas y arruinadas? ¿Qué pasa con los efectos y las consecuencias de aquella decisión? Pues nada. Para no pasar, Aznar no ha pedido ni perdón. Ni se ha escondido bajo tierra aplastado por la vergüenza de haber causado aquello. ¿No, no, "paqué" ¿verdad? Se la sacó y, miccionando muy fuerte en la boca de la ciudadanía, dijo: "Pues ahora, además, de propina coloco a mi señora de alcaldesa de Madrid, ¿algún problema?".
¿De qué sirve saber la verdad? ¿La de la guerra de Irak o la de la Operación Catalunya, que continúa en marcha y con un estado de salud excelente?
Una vez conocida la verdad, nos queda una infinita cara de idiotas porque sabemos que: 1/ a ellos no les pasa nunca nada y 2/ en las mismas circunstancias, a nosotros sí que nos pasaría.
Y darse cuenta de la realidad, y con este calor, pone de muy mala leche. Pero mucha de mucha.