El mundo de la pequeña y mediana empresa, que llamamos "pyme" para simplificar, es omnipresente en la economía catalana. Entre las actividades en las que juega un papel esencial, encontramos la industria, un sector que es motor por él mismo (genera directamente unos 25.000 millones de euros anualmente de valor añadido y cuenta con más de 300.000 empleados), que es innovador, exportador, que es crítico como proveedor de grandes empresas y que es generador de múltiples actividades de servicios, por citar solo algunas características. Muchas de las pymes industriales son familiares, lo cual arraiga más esta estructura de la empresa a nuestro territorio.
Estamos hablando de unas 24.000 empresas con asalariados, de las cuales 17.200 tienen entre 1 y 9 trabajadores, 5.200 entre 10 y 49 y 1.400 de entre 50 y 249. Aquí habría que añadir unas 12.000 empresas más que no tienen asalariados (básicamente autónomos).
De este sector se acaba de publicar un estudio que hace balance de lo que ha sido el año 2021 y las perspectivas para el 2022. El trabajo, elaborado por el Observatori de la PIMEC descansa en una encuesta en una muestra representativa, de la cual me ha parecido oportuno recoger los principales resultados de un sector histórico y tan crítico para el futuro de la economía catalana.
Empezamos por el balance general sobre cómo fue el ejercicio 2021. Globalmente fue un buen año, de recuperación, después de la fuerte caída de todos los indicadores el año previo, en el 2020, cuando tuvo su mayor impacto la pandemia de la covid-19. En indicadores como la evolución de las ventas, de las exportaciones, de la inversión y de las plantillas, la parte del sector que registró aumentos con respecto al año anterior, es aproximadamente 3 veces la parte del sector que registró disminuciones. Si aquí añadimos la parte del sector que mantuvo la actividad en unos niveles parecidos a los del año anterior, la proporción ya pasa a ser de entre 4 y 5.
Para poner cifras que ilustran el año 2021, el informe estima que las ventas de las pymes industriales crecieron un 9,2% y que el empleo creció un 1,8%, registros relativamente altos, pero que todavía no son suficientes para recuperar los valores previos al porrazo del 2020. Para hacer una síntesis del año, los resultados empresariales (beneficios o pérdidas) fueron mejores para cerca del 60% del sector, e iguales para cerca del 20%; un 21% los tuvo peores.
Entre los factores que han marcado tendencia y que han contribuido a moderar unos resultados que todavía hubieran podido ser mejores, figuran dos problemáticas relevantes en el ejercicio: por una parte, la crisis de abastecimiento de materias primas y productos semielaborados o elaborados que forman parte de la cadena de producción (un problema global con consecuencias no solo en la falta de disponibilidad de productos, sino también en el aumento de sus precios); de la otra, el aumento espectacular de los precios del gas y la electricidad. El impacto de estos factores se puede decir que ha sido generalizado, ha afectado a los resultados del 84% del sector pyme industrial catalán: ha hecho reducir los beneficios de manera sustancial al 29% del sector; de manera más moderada al 48% del sector y ha hecho pasar de beneficios a pérdidas o a aumentar las pérdidas al 7% restante. Seguramente sin esta crisis la recuperación habría sido mayor, pero esto es lo que ha habido... y lo que sigue habiendo. Veremos cómo va.
La otra parte del trabajo al cual nos referimos, recoge las percepciones y previsiones que tiene el pequeño y medio empresario catalán sobre el 2022. Las perspectivas que se desprenden son de continuación de la recuperación, globalmente bastante positivas. En síntesis: el 50% del sector espera que su actividad aumente y un 31% que se mantenga como el anterior (un 11% cree que se reducirá). En exportaciones, los que creen que aumentarán (37% del sector) son 5 veces más que los que creen que disminuirán; en inversión, las perspectivas de aumento (42% del sector) son 2,5 veces mayores que las de reducción; y en plantillas los aumentos (26% del sector) son 4 veces las reducciones. En este último caso, el dominante (65% del sector) es el mantenimiento de las plantillas.
En resumidas cuentas, una economía de base industrial como la catalana parece que ha reanudado el ritmo que la pandemia restañó y llenó de incertidumbres, para encarar un 2022 con unas expectativas globalmente positivas. Esperamos que se cumplan.
Modest Guinjoan, economista.