¿Por qué a la gente le cuesta tanto integrarse en el lugar donde va a vivir? Ay, no, perdón, la gente se integra en todos los países que se hacen respetar; lo que quería preguntaros realmente es ¿por qué a la gente le cuesta tanto integrarse en Catalunya? (empieza un flashback o salto atrás emotivo) Hace años, cuando viajaba a otros países —fijaos que he escrito viajaba y no iba a vivir, que también lo hice—, lo primero que hacía era comprarme una gramática de la lengua del país que visitaba y aprendía su lengua. (se acabó el flashback o salto atrás emotivo) ¿Por qué?, os preguntaréis; pues es muy sencillo, porque la única forma de conocer realmente una cultura es hablando su lengua propia y empezando una relación amorosa con una persona autóctona. Cuando viajáis, es para conocer nuevas culturas, ¿verdad? Si no, ¿por qué viajáis a otros países? Para ir a un complejo turístico donde os den la bienvenida con "Els segadors", os hablen en un catalán cerrado de Olot y os den para comer un plato de escudella i carn d’olla y un chupito de ratafía para digerir bien?; ¿o sois más sádicos y lo hacéis para colgar tres mil fotos, reels e historias en Instagram y torturar así a vuestros seguidores? Para esto, es mejor que os vayáis a Lloret; os saldrá más barato y también tiene puestas de sol muy bonitas. A menos que consideréis que la paz interior que tanto anheláis solo se encuentre en un complejo turístico de un país pobre que explota a sus trabajadores para que vosotros paguéis cuatro duros y que no os importe que la única cultura que conozcáis sea la de la Coca-Cola.
Si no revertimos esta situación ahora mismo, el catalán y la cultura catalana desaparecerán
El mundo de los viajes es muy complejo, esto es solo la punta del iceberg. Quedémonos con esta punta y volvamos donde estábamos: a hacernos respetar como pueblo. Recuerdo que, cuando era pequeña (volvemos al salto atrás), toda la gente que venía a vivir al pueblo de ochocientos habitantes donde me crie, aprendía el catalán. No creían (como lo hacen algunas personas actualmente) que se les estuviera imponiendo nada ni que fuera una actitud nazi; lo veían como algo natural: vas a vivir a un sitio y aprendes la lengua para poder charlar con los vecinos, los compañeros de trabajo y las amistades. Entendían que la cultura catalana les había recibido con los brazos abiertos y que era lógico devolverles este acto de buena fe respetando su lengua. También es importante destacar que desde la esfera política se había apostado por proteger la lengua en los centros educativos; no como ahora, que es un sálvese quien pueda. ¿Qué está pasando actualmente? En mi pueblo de ochocientos habitantes y en la ciudad en la que vivo actualmente (de unos veinte mil habitantes), casi ya se oye más castellano que catalán. Las personas que vienen de países que no son de habla castellana (mayoritariamente países de África) se han integrado magníficamente: hablan mejor el catalán que muchos catalanes con ocho apellidos catalanes. En cambio, las personas que vienen de países de habla castellana (que son muchos más que antes) no hacen absolutamente ningún esfuerzo por aprender el catalán (seguramente habrá alguna excepción, pero la mayoría no lo hace). ¿Por qué? No lo sé. Si un niño de Gambia es capaz de hablar un catalán de Pompeu Fabra, ¿cómo es posible que un niño castellanohablante (el catalán es mucho más parecido al castellano que al mandinga, el wólof o el soninke) no sea capaz de hacer lo mismo? El problema lo tenemos con los castellanohablantes, que buena parte de ellos creen que esto es la Madre Patria y consideran que hablar catalán es bajarse los pantalones nacionalistas y, el resto, que no les hace falta porque con el castellano lo pueden hacer todo. Si los políticos, para variar, hicieran un esfuerzo y aprobaran una pequeña ley de nada para proteger el catalán en las escuelas y para establecer que para residir en Catalunya és imprescindible saber el catalán (así, como lo hacen el resto de países del mundo sin complejos de inferioridad), quizás no les daría tanta pereza aprenderlo. Hay muchas escuelas en Catalunya que dan las clases en castellano porque un padre o un alumno (con pocas ganas de aprender y aceptar las diferencias) se ha quejado y ningún profesor le ha dicho que se vaya al cuerno porque la ley del imperio protege los castellanohablantes y se sienten legalmente desamparados para imponer su autoridad. Si no revertimos esta situación ahora mismo, el catalán y la cultura catalana desaparecerán; pero si, por el contrario, los recién llegados aprenden el catalán (porque hay una ley que les dice que tienen que hacerlo), ganaremos todos: los catalanes salvaremos nuestra lengua y los castellanohablantes se enriquecerán culturalmente. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.