Basta con leer La Vanguardia del lunes para darse cuenta de que el PSC necesita los votos de ERC para disimular que el estado español prefiere volver a las políticas de Franco que reconocer que Catalunya es una nación. Después de colonizar el territorio catalán con una intensidad que no tiene equivalentes en Europa, y de destruir el paisaje que inspiró a los artistas más influyentes del siglo XX, España llegó al procés incapaz de ganar un referéndum. Ahora el PSC quiere pactar con ERC para borrar este hecho, igual que durante la Transición intentó hacer olvidar que la Guerra Civil fue, sobre todo, una guerra contra Catalunya. 

La crisis del PSC, que trajo junto a Oriol Junqueras figuras como Joaquim Nadal, Toni Comín o Ernest Maragall, solo se terminará el día que los socialistas catalanes puedan volver a polemizar con Vox y el PP. Santiago Abascal y Pedro Sánchez representan dos públicos muy diferentes en España, pero en Catalunya representan al mismo electorado. España está dividida por la polarización ideológica que marca el amo norteamericano, mientras que Catalunya está dividida por el conflicto nacional que trajeron la guerra y la inmigración. A pesar de los esfuerzos del régimen de Vichy para fabricar feministas y antifascistas, la línea divisoria, en Catalunya, todavía la marca el apoyo al 1 de octubre.

Como dice Iván Redondo en su último artículo, la piedra angular de la convivencia española durante la Transición fue la autonomía catalana. Mientras los vascos ponían bombas y metían tiros en la nuca, los políticos catalanes intentaban vincular la nueva democracia española a la vieja legitimidad republicana. Sin este trabajo tan sacrificado y conciliador, el golpe de estado del 23-F, que se llevó a cabo con la complicidad del PSC, habría acabado muy probablemente de otro modo. Ahora el PSC intenta volver a hacer el mismo papel de estraza de hace 50 años, pero tiene el problema que el procés y el 155 lo han vaciado de catalanistas y de épica antifranquista.

El PSC quiere arrastrar Catalunya a la polarización ideológica de España

Sin políticos que representen la lucha del país para existir, el PSC necesita el concurso de un partido nacional que lo religue con su historia democrática, es decir, con Pasqual Maragall, Joan Reventós, o Joaquim Nadal, que todavía circula gracias a la fuerza del independentismo. Si en Catalunya funcionara la democracia, Salvador Illa podría buscar abiertamente el apoyo de PP y de Vox o incluso de los dirigentes de Junts, que se mueren de ganas de volver a tocar poder. Pero se trata de hacer ver que el procés fue una locura, un error, un chiste histriónico de cuatro políticos inconscientes, para que no se note mucho que Catalunya es un país ocupado, sometido a un expolio turco.  

Así como la CiU de Jordi Pujol sirvió para legitimar las operaciones de blanqueo de la memoria perpetradas por los socialistas durante los años dorados de la autonomía, ahora el régimen de Vichy quiere mirar de integrar ERC al sistema. ERC es el único partido que se opuso a la Constitución de 1978 y, mientras Puigdemont no se retire y sea olvidado, o incluso traicionado por sus fieles, la vieja sociovergència será un problema para España. Además, como ha escrito Iván Redondo, se trata de seguir el guion del antiguo autonomismo, es decir, de hacer ver que el PSC es un partido de izquierdas y que Junts es un partido de derechas, no sea que aparezca uno de verdad que no haga el folclore trumpista de Aliança Catalana. 

De momento, España procura allanar el terreno al unionismo importando a Catalunya los problemas religiosos y étnicos que tiene Francia. Como se desprende del último artículo de Antoni Puigverd, el estado español volverá a confiar el futuro de su  unidad madrileña a otro ejército de miserables. Como que a copia de exportar conquistadores pobres, el mundo castellano ha quedado más vacío y más exhausto de lo que va a quedar Ucrania, ahora se trata de importar carnaza de allá donde sea. Si pienso en el PSC, recuerdo una conversación con el intelectual del PP José María Lassalle, cuando todo era todavía posible, y él creía que las consultas no irían a ninguna parte gracias a las oleadas migratorias del siglo XX.

El PSC quiere arrastrar Catalunya a la polarización ideológica de España, y ERC solo debería pactar acuerdos que den herramientas al país para defenderse del 155 y del tumbo que ha dado la globalización. Cualquier cosa que no recuerde cada día a los socialistas catalanes que se pusieron de parte de Vox y del PP, son ganas de hacerse cómplice de una situación que tarde o temprano mostrará su naturaleza criminal y destructiva. El abrazo del oso que Junqueras intentó hacer a las políticas del 155 empieza a llegar a su momento crítico. Si Junqueras tiene que hacer un Majestic con el PSOE, más vale que le salga muy a cuenta y que compre tiempo al país y a su partido. Si no, más vale que se esté quieto y no haga nada.