El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el viernes una resolución que pide "medidas necesarias para permitir la ayuda" a la población civil de Gaza, que, además de los ataques, sufre un problema de hambre; es decir, el Consejo no pide un alto el fuego, porque lo habría vuelto a vetar Estados Unidos. Hace unas semanas, la Asamblea General sí que aprobó una resolución exigiendo un alto el fuego en Gaza, la liberación de los rehenes israelíes y el respeto al derecho internacional humanitario. "En nombre de la humanidad, lo pido de nuevo: paren esa violencia ya", bramaba Dennis Francis, presidente de la Asamblea. El resultado de la votación fue rotundo: 153 votos a favor, 10 en contra y 23 abstenciones. ¿Qué hizo Europa? Europa no hizo nada porque no estaba. Había países europeos, claro, unos contrarios, como Austria y Chequia, otros se refugiaron en la indecencia de la abstención, como Alemania e Italia, y otros votaron favorablemente, como España. Las presidentas de la Comisión y del Parlamento europeos, Ursula von der Leyen y Roberta Metsola, se habían apresurado a viajar por su cuenta a Tel Aviv a apoyar incondicionalmente la respuesta israelí contra el ataque terrorista de Hamás. Esta semana, el responsable de política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, en un ataque de sinceridad, ha declarado: "Estamos perdiendo nuestra estatura moral en el resto del mundo, incluido Oriente Próximo". La cuestión es: Europa, ¿a dónde vas?
En Europa hay otra guerra, de la que de pronto se habla poco, a pesar de que los combates siguen. La guerra de Ucrania está en Europa, pero el curso del conflicto se ha venido decidiendo en Moscú y en Washington. Ahora, Estados Unidos se está cansando de ayudar a Ucrania. Alemania y Francia han tenido diferencias estratégicas, pero, una vez que se han puesto de acuerdo, Hungría veta las ayudas. A Ucrania le han prometido que formará parte de la Unión Europea, pero la sensación de soledad crece en el campo de batalla. La cuestión es: Europa, ¿a dónde vas?
La Unión Europea tampoco pide el alto el fuego en Gaza; quiere y no puede con Ucrania; rechaza la extrema derecha, pero aplica sus políticas migratorias; lucha contra el cambio climático, pero reactiva las centrales de carbón, y envía a Catalunya a un grupo de agitadores contratados para romper la paz en las escuelas
El mar Mediterráneo se ha convertido en el cementerio de miles de personas que pretendían llegar a Europa buscando la opción de vida que no encontraban en sus países de origen. Desde 2004, han desaparecido en el mar 28.000 personas. Solo ese año, pasan de 2.000 los desaparecidos. El pasado miércoles, la presidencia española de la UE se apuntó el éxito de un nuevo pacto migratorio que endurece las medidas para impedir la llegada de inmigrantes. Los mandatarios europeos se han puesto de acuerdo para encarcelar y deportar más rápidamente a los recién llegados. El mensaje europeo a los africanos que sueñan con una nueva vida en Europa es: si venís, moriréis ahogados; si sobrevivís, seréis encarcelados e inmediatamente deportados. Cincuenta organizaciones, entre ellas Cáritas, Intermón-Oxfam y Save the Children han hecho público un comunicado para advertir que el nuevo pacto "repetirá los errores del pasado y agravará las consecuencias", habida cuenta del riesgo de que el sistema resulte "defectuoso, costoso y cruel". Los analistas de Bruselas han interpretado este acuerdo como un intento de neutralizar los discursos de la extrema derecha de cara a las elecciones europeas de este próximo año. Es decir, que para frenar a la extrema derecha en Europa se aplican sus ideas y sus políticas. La cuestión es: Europa, ¿a dónde vas?
Europa se ha comprometido, más que ninguna otra economía del mundo, en la lucha contra el cambio climático y el progresivo abandono de los combustibles fósiles. Alemania ha sido el país más beligerante y su gobierno tripartito de socialdemócratas, ecologistas y liberales hizo bandera de la descarbonización... hasta que la industria de la primera economía europea le ha convencido de asegurar el invierno con la reactivación —eso sí, temporal— de las centrales eléctricas de carbón. La medida es compartida por Austria, Francia, Italia o Países Bajos, y rechazada por Dinamarca y otros países, afecta al mercado de derechos de emisiones y por supuesto incrementa las emisiones de gases de efecto invernadero. La cuestión es: Europa, ¿a dónde vas?
En un momento en que España y Catalunya buscan fórmulas para resolver su conflicto político, el Parlamento europeo se ha prestado a poner sal en las heridas, colaborando con la campaña de agitación del Partido Popular español contra la escuela catalana. Ha autorizado el envío a Catalunya de una delegación de eurodiputados homólogos de PP y Vox a confirmar las mentiras del nacionalismo español sobre el modelo lingüístico escolar. El Parlamento europeo no tiene competencias sobre los modelos educativos de los países miembros —es dudoso que cualquier otro estado miembro hubiera permitido esta injerencia—. El informe que surja de este paripé, si es que la presidenta no tiene la suficiente vergüenza como para evitarlo y el estado español lo tolera, no tendrá ninguna efectividad, salvo alimentar los titulares de los medios de la caverna, que no tienen otro objetivo que atizar un conflicto donde no existe. La cuestión es: Europa, ¿a dónde vas?
Disculpen las molestias y tengan una feliz Navidad.