En un ejercicio de decoro —o tal vez de grotesca prudencia— el diputado utilizó un acrónimo. Lisa y llanamente, sin romperse mucho la cabeza. ¡"HDLGP!", así de elaborado y sofisticado. Sin más despachó la cuestión uno de los flamantes diputados de aquello que se proclama como 'independentismo nítido', del que huye como la peste Xavier Trias. Hay que deducir que por oposición, claro está, debe haber un independentismo turbio. Indigno. Rendido. Nyordo. Que es la retórica más civilizada que utilizan a diestro y siniestro. Literalmente parece que fichen lo mejor de cada casa para confeccionar las listas electorales. Debe ir así la meritocracia, cada burrada en el ciberespacio debe sumar.
Y no es que el "HDLGP" fuera un antidisturbios de la brigada móvil abriéndose paso a trompazos con una cobertura de escopeteros disparando foam. Ni que la invitación a seguirlo con una 'amabilidad' casi empalagosa estuviera seguida de la más leve insinuación de pacífica resistencia por la eurodiputada requerida. Ni por parte de la protagonista, ni de absolutamente nadie. En resumen: un solo hombre se acercó a la comitiva y se fue acompañado de la protagonista. No se puede en absoluto decir que el "HDLGP" no resolviera con eficiencia y máxima cordialidad el encargo.
El manual básico de esta desobediencia que se proclama pavoneando y se exige a otros —pero de la que no se vio ni rastro— habría prescrito al menos una sentada en su versión más light. Pero no fue así. Todo lo que se vio fue de una mansa docilidad. Y no, seguro que no estuvo preparado, aunque invitaba a pensarlo. De haber sido pactada, la invitación-detención habría estado salpimentada de comedia. Y en lugar de la exultante exhibición de patriotismo desde el sofá de casa, habría habido ejemplos más inequívocos y aparentes de combatividad. Y que habrían parecido infinitamente más ejemplares.
Dice el refrán que horno por la boca se calienta y que a los farsantes se los caza al vuelo; que es lo mejor que se puede decir ante esta verborrea y disposición al sacrificio. Tanto heroísmo no salva de nada, pero agobia de tan chapucero y tan bajo nivel. Cuando el ardor guerrero se expresa con tanta valentía y vehemencia, se retrata solo. ¡Ay, de estas sendas no puede salir nada bueno!