Hemos tenido que esperar muchos años para llegar hasta aquí, pero la espera ha merecido la pena: por fin podremos tener un hijo a la carta. No conozco a ningún padre que no desee que su hijo sea el más hermoso e inteligente del mundo; así pues, el sueño de todos los futuros padres está a punto de hacerse realidad. Hasta ahora, teníamos que conformarnos con idealizar a nuestros hijos (porque no eran exactamente como nosotros habíamos soñado que serían) y con dar un puñetazo a quien cuestionara alguna de sus virtudes. Pero todo esto ha terminado, ya no tendremos que pegar a nadie más porque podremos decidir cómo queremos que sea nuestro hijo antes de la fecundación. Es maravilloso poder controlar la realidad hasta este punto; nos ahorraremos tantos dolores de cabeza... Ya podéis estar seguros de que saldrá el típico moralista que dirá que prefiere la sorpresa y que no es ético decidir cómo tiene que ser tu hijo; que tener un hijo es aceptarlo tal como es y dejarlo volar cuando haya aprendido todo lo que tiene que aprender sin hacerlo sentir culpable de abandonar el nido. Ningún problema, que tenga una fecundación old school; pero que luego no se queje si el niño le sale consentido y no tiene los ojos verdes.
Yo ya estoy preparando una lista de todas las características que quiero que tenga mi hijo. Empiezo por las físicas: tiene que estar cachas, ya de bebé; tiene que tener el pelo liso (para que no se lo tenga que planchar), la piel morena (para que no tenga problemas con el sol), los ojos verdes (porque con unos ojos verdes y una piel morena podrá conseguir lo que quiera); tiene que medir un metro y ochenta y cuatro centímetros, y tiene que tener los labios gruesos, pero no demasiado, y un culo redondo y firme (que no le caiga a medida que se haga mayor). Ah, y que sea un niño heterosexual con órganos sexuales masculinos; las niñas no me gustan. Ya veis que me conformo con poco, me gusta dejar un poco de espacio al azar para que me sorprenda (espero que no demasiado). Seguramente, habrá padres que aprovecharán mucho más este sistema de reproducción y escogerán, incluso, cuántos pelos tiene que tener en los agujeros de la nariz.
Los niños vienen a este mundo a hacernos la vida más fácil, y no a la inversa; si nos la tienen que complicar mucho, mejor no tenerlos
Por lo que respecta a la personalidad, quiero que sea un niño de izquierdas; que solucione sus conflictos internos viajando a países del Tercer Mundo y haciéndose fotos con niños que no han tenido la suerte de ser fecundados a la carta como él. Quiero que sea un niño muy alegre, que se ría todo el día, sin parar; así llenará el vacío existencial que tengo. Otro punto importante es que, cuando nazca, sea tan inteligente como Einstein —este punto va muy ligado al siguiente. También quiero que, en cuanto camine, se espabile solo (vaya a comprar, cocine, limpie la casa, trabaje para traer dinero a casa); así yo podré salir de fiesta con mis amigos y viajar sin tener que preocuparme de él. Y lo último, y con eso sí que no cedo: quiero que hable un catalán de Pompeu Fabra con acento de Lleida y que combine los pronombres débiles como los ángeles.
En cuanto a la salud, es muy importante que sea un niño muy sano y que no tenga ninguna enfermedad genética. No quiero perder el tiempo cuidándolo. Los niños vienen a este mundo a hacernos la vida más fácil, y no a la inversa; si nos la tienen que complicar mucho, mejor no tenerlos. Por suerte, gracias a la ciencia, ahora podemos arrancar de raíz este problema y evitar tener alguna sorpresa desagradable más adelante; como que se nos haga político, que sea incapaz de pronunciar bien la vocal neutra, que no le guste el alioli o, lo peor de todo, que no piense como nosotros. A los moralistas que estáis en contra porque decís que es antinatural, pero que luego os hacéis implantes capilares u os coméis un Kinder Bueno, deciros que sois unos hipócritas. Dejad que la gente sea libre de elegir cómo tiene que ser exactamente su hijo; si no, luego no os quejéis si se rompen las familias y los padres repudian a sus hijos.