Imagina que te compras un piso. Es primera y única residencia. Vivienda habitual. Lógicamente, tienes que pedir una hipoteca. Empiezas a pagar mensualmente un precio indigno para poder tener un techo digno, sabiendo que al final de la corrida habrás abonado más de lo que realmente vale el inmueble, pero no hay más remedio. Tu sueldo tampoco da para más y, en lo mejor de los casos, firmas para 25 años. Un día, milagrosamente, el salario mínimo interprofesional sube un 300% durante un año y entonces el banco, consciente de esta suerte, quiere también subirte la cuota porque sabe que ahora ganas más dinero.
En realidad, sin embargo, el aumento de sueldo a ti no te hace rico y te sirve solo para tapar agujeros, para no ir tan ahogado a final de mes y para amortizar un poco la hipoteca, pero con lo que ganas todavía no hay suficiente para saldar la deuda pendiente. No obstante, los ladrones de corbata y maletín insisten en robarte, como si, por el simple hecho de tener un buen año, a ti te sobrasen los billetes. No les importa la perspectiva global —25 años de hipoteca—, ni el porcentaje de intereses asfixiante que debes soportar, ni el hecho de que este aumento de sueldo sea temporal. Solo miran lo suyo día a día y cómo hacer negocio y seguir creciendo a tu costa.
¿Convenimos en que esto sería una barbaridad? Pues ahí donde dice piso, poned el río Ebro (único e irrepetible, vivienda habitual de miles de personas). Sustituid el aumento de sueldo por una riada (que son necesarias y puntuales, pero no solucionan el problema). Donde se habla de que no les importa la perspectiva global, equiparadlo al abandono del estado de salud del Delta en las últimas décadas (salinización, regresión y subsidencia devorando la costa y hundiendo recuerdos). Los intereses asfixiantes serían el minitrasvase ya existente a Tarragona (o el del Ter a Barcelona) y allí donde leéis ladrones que quieren robarte el dinero, poned todos aquellos que nos quieren robar el agua. Y esta primera persona del plural ('nos') no habla solo por los ebrenses, sino por el país, porque Catalunya también tiene sur y defender una parte de la nación es defenderla toda.
Los poderes económicos y políticos desean repartirse el Ebro como si fuera un pastel interminable y deciden su caudal mínimo a partir de lo que ellos necesitan y no a partir de lo que necesita el río
Los poderes económicos y políticos desean repartirse el Ebro como si fuera un pastel interminable y deciden su caudal mínimo a partir de lo que ellos necesitan y no a partir de lo que necesita el río. Entonces, hacen los números al revés y se quedan tan anchos. '¿Cuánta agua queremos usar?', se preguntan. Lo suman todo y luego lo que queda —que no significa que sobre— dicen que es el caudal ambiental del río. No hacen las sumas y restas sobre la base de la verdad, sino que parten del resultado que quieren que les salga y, entonces, arreglan las operaciones anteriores y se lo hacen venir bien para que les dé el resultado pactado desde el inicio. No, mirad: el caudal ambiental suficiente tiene que ser el punto a partir del cual se hagan los cálculos y, después, ya se gestionarán los hectómetros restantes para otros usos, porque si no estáis matando la gallina de los huevos de oro.
Todo río tiene un caudal líquido (agua) y un caudal sólido (sedimentos, partículas en suspensión). Sin el primero, la tierra se saliniza. Sin el segundo, la tierra retrocede. El Delta sobrevive con pinzas (sumadle el cambio climático) y las riadas —también la de estos últimos días— solo son un pequeño parche, como lo corroboran informes de la NASA o imágenes de los satélites de Copernicus, entre otras certezas. La hipoteca todavía es grande. La deuda acumulada supera el ingreso actual y pasajero. El faro de Buda, hoy en día, está hundido cinco metros y medio en las profundidades del mar (cuando antes estaba plantado en tierra firme) y a cuatro quilómetros de la costa (cuando antes estaba en la punta de lanza del triángulo que es el Delta). El agua salada está establecida en Amposta de manera casi fija (treinta quilómetros río arriba) y a los agricultores de los arrozales cada vez les cuesta más poder producir una cosecha en condiciones. Y a pesar de todo eso, todavía hay quien tiene el morro de proponer trasvases o interconexiones de redes, haciendo caso omiso a la evidencia. A todos ellos les decimos: dejad de mirar los ríos como objeto de negocio.
De hecho, recientemente, hay lobbies que están ejerciendo grandes presiones. Los colegios de ingenieros y economistas de Catalunya ya han presentado públicamente una propuesta para construir una cañería de 65 km que una los depósitos de Tarragona y Olèrdola, donde se encuentran, respectivamente, las aguas provenientes del Ebro y del sistema Ter-Llobregat. Todo por el módico precio de 275 M €, que asumiríamos entre todos, claro está. Cornudo y apaleado. Sus informes dicen, además, que las obras podrían estar terminadas en ocho meses, una conexión exprés (todo para no decirle trasvase). Chico, ¡cuánta prisa y qué eficacia! Si los numerosos planes de protección del Delta de los últimos años se hubiesen querido aplicar con la misma celeridad, otro gallo nos cantaría.
Desde el sur y hacia todo el país, habría que hacer una campaña unitaria, científica y social, que rebatiera los ataques de ingenieros y economistas para trasvasar agua del Ebro, mostrando los argumentos que lo hacen imposible y contrarrestando tanta ansia de poder y de estafa
El caso es que, a pesar de la imposibilidad medioambiental del proyecto, ellos defienden su viabilidad técnica. Sobre el papel todo es más fácilmente aplicable que sobre el terreno. Han sabido lanzar una campaña y convertirla en noticia en un momento clave, con la pátina de credibilidad que les da ser colegios profesionales y con la connivencia imprescindible de la línea editorial de diarios como La Vanguardia. Después, claro está, otros medios de comunicación se han hecho gran eco de ello. Y a pesar de que los periodistas estén haciendo su trabajo, no hay que olvidar que la edición de un programa, de un artículo o de un telediario también es importante, y que el equipo de redacción o de dirección puede escoger qué sale y qué no y cuánto tiempo, cuánto espacio y qué credibilidad se le da a cada tema. Y contrastarlo.
Hecho el comentario y expuesta la queja, igualmente habría que hacer autocrítica. Convendría que desde las Terres de l'Ebre también se saliera con una campaña de similar alcance para mostrar la realidad del río y del Delta. Una campaña heterogénea y encabezada desde el sur pero con vocación nacional. Colegios profesionales de biólogos, ambientalistas, geólogos, hidrogeólogos. Los cuatro consejos comarcales de la veguería, la Diputación de Tarragona, el Institut per al Desenvolupament de les Comarques de l'Ebre, la Delegación del Govern de la Generalitat, también las comunidades de regantes, que ya mueven ficha. Valga la arenga de este artículo para interpelar, no para criticar. Sumaos a las voces de la calle y de plataformas sociales y encabezad la lucha. Os necesitamos.
Habría que hacer una convocatoria conjunta, unitaria, potente, que pusiera de manifiesto lo seco que baja el río normalmente (en Tortosa, a menudo, con el agua hasta las rodillas), que enseñara el sufrimiento de una tierra que merece ser tenida en cuenta y que tuviera todo el apoyo científico que ya acumula. Si es lógico quejarnos de los intentos de agresión, también es necesario defenderse atacando. Desde aquí, el sur, deberían generarse noticias para que salieran en los informativos y en los periódicos, y se pudiera contrarrestar tanta ansia de poder y de estafa. Estoy segura de que los periodistas harían el seguimiento que corresponde y serviría para informar mejor a la ciudadanía, que, de lo contrario, solo ve cómo una parte presiona y la otra se medio defiende como puede y por separado, como si fuésemos egoístas. Y no. Desde aquí animamos a las instituciones y a los entes pertinentes para que vehiculen y organicen un acto visual y potente, en positivo y de prestigio, que pueda responder a tanta ignorancia y hostilidad.
Casi el 60% del agua de Barcelona es desalda o reutilizada. Cada vez está más cerca que la ciudad sea totalmente autónoma y que se destierre de una vez por todas el sambenito de insolidaridad que se nos quiere colgar
El río pasa por delante de nuestra casa, cierto, pero también es vuestra casa la que quieren absorber, que si vemos el país como un único cuerpo, se resiente igual de un dolor de cabeza que de una fractura en el pie. Si yo tengo derecho a una vivienda en condiciones, los ríos también tienen derecho a un mínimo caudal ecológico, básico para su propia supervivencia (y la del Delta) y los ecosistemas que a él se vinculan. Y no solo por razones de sostenibilidad, sino también socioeconómicas y culturales. Y por toda la gente que vivimos allí y que queremos seguir viviendo en condiciones. Basta de atacar a la naturaleza. Aprended a convivir con ella y a respetarla. No todo vale.
Actualmente, casi el 60% del agua que sale por los grifos de Barcelona ya es desalada o reutilizada. Al mismo tiempo, hay otras infraestructuras similares previstas que, incomprensiblemente, se interrumpieron cuando la última gran sequía (en 2008) empezó a remitir, y que ahora vuelven a tomar forma (quince años más tarde, ya les vale). Así pues, cada vez está más cerca la posibilidad de que el área metropolitana sea totalmente autónoma a la hora de abastecerse de agua. Técnicamente es posible, éticamente necesario y medioambientalmente imprescindible. Los que apostamos por una nueva cultura del agua debemos resistir un poco más los envites, que ya tendrían que ser los últimos. Que se destierre de una vez por todas el sambenito de insolidaridad que se nos quiere colgar, porque la fuerza de la razón no está precisamente del lado de quien quiere crecer indefinidamente a costa de los demás.