Cuando tres personas (por decir un número) totalmente diferentes me dicen algo random en poco tiempo, me lo tomo como una señal del destino. Serendipia es una palabra que me encanta y, seguramente, es una de mis palabras preferidas, de esas que utilizaría de código si no lo hubiera dicho aquí. Después de seguir mi peregrinación por una decena de terapias naturales, de psicólogos, de meditaciones y de libros de autoayuda, me faltaba, en la lista, esta forma hawaiana de resolver los problemas, que se llama hoʻoponopon. Sí, soy esta clase de persona que intento mejorar siempre la vibración de mi yo interior y no me avergüenzo. Y también, porque hay ciertas enfermedades que la medicina tradicional todavía no me ha podido resolver, sigo devotamente las instrucciones de ambas. Nunca me han parecido contradictorias, sino complementarias. ¡Seguro que piensas que cuánta pasta me he dejado en estas tonterías! Seguramente, tienes razón, pero seguro que no tanta como tú en tus cosas, y para mí, tener esa aura de buen rollo es fundamental. Al final, todo lo que se puede pagar con dinero, aunque parezca caro, a la larga acaba saliendo más económico, te lo aseguro. Como la obra de teatro protagonizada por Cristina Brondo, ¡No al Dinero!, en el Eixample Teatre. En algunas cuestiones como esta, no soy nada procrastinadora y me encanta trabajarme para aliviarme y mejorar la vida que me rodea. Como dice Agrado en Todo sobre mi madre (para mí, la mejor peli de Almodóvar): “una misma es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”.
Quiero intentar cambiar el piensa mal y acertarás por pensar bien de los demás
Muchas veces, comparo esta vida pseudoespiritual con el catolicismo, que tanto seguí hasta llegar a la cuarentena, y no pude comulgar más con la forma de vivir la religión de la Iglesia católica. Concretamente, una de las personas más espirituales que conozco, que es mi pareja, y no está ni bautizado. Lo digo porque no todo consiste en desear felices fiestas en Navidad y sí, en hacer cosas por los demás todo el año. Al final, el imperativo kantiano me parece el titular más importante: no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti. Actos más que palabras. No rezar para que se acaben las guerras y más acoger a niños que lo necesitan. No tanto decir que hay que honrar a los padres y más hacerles más caso. No tanto decir “a ver cuándo nos vemos” a esa persona que sabes que necesita tu compañía y más fijar una fecha. Que, si no, todo se acaba convirtiendo en algo más que hacer check en una lista inacabable, o como ese pongo de Halloween que ya queda guardado para la próxima temporada. No tanto decir por redes que no nos olvidamos de la DANA y más hacer una transferencia. No es cuestión de ser productivo, es cuestión de ser consciente, de ser capaz de saborear el momento presente, siendo consciente de que es único. No tanto Heráclito de “no te bañarás dos veces en el mismo río” y más interés en leer el cuento de la noche a tus hijos sin mostrar prisas por ese mail tan importante que tienes que enviar. Porque no tienes más valor cuanto más haces al día, sino cuanto más sientes. El deseo siempre es mayor que el placer que produce; como el deseo de comerte ese donut, que después te deja indiferente.
Lo que sí es preocupante es que ya hayan echado fuera al chef José Andrés el primer día del mandato de Trump. Y que Melania tenga que taparse los ojos, que son el espejo del alma. Quiero intentar cambiar el piensa mal y acertarás por pensar bien de los demás. Aunque, cuando ves como un juez interpela a una mujer sobre cómo tiene que sentirse cuando hay violencia sexual, flipas. Por esta razón, hay que hacer tantas curas emocionales, porque los que las necesitan no son capaces de hacerse una autocrítica y los que somos sensibles tenemos que protegernos. Repetir el mantra: «lo siento, perdóname, gracias y te quiero» es la base del Hoʻoponopono. Da igual el orden. Tantas veces hasta que la rabia por lo que no tienes se centre en agradecer lo que tienes. Aseguran que un 90% de las cosas que tememos no sucederán, a pesar de que la situación en Gaza y la costa de enero sean una realidad. Aunque sea por proporción, intenta dejar de centrifugar el cerebro por las cosas que no dependen de ti. Porque, más que unos felices para siempre, el amor está en las pequeñas cosas. Como un te quiero lleno de amor, como la última cápsula de café que queda en casa.