En Orihuela hoy será, seguramente, día de duelo oficial. Ayer murió una chica de 15 años, la encontraron con un tajo en el cuello; su expareja, un chico de 17 años, está detenido. Los datos que las encuestas muestran de los jóvenes nos señalan cuánto trabajo hay que hacer. Ponemos mucho énfasis en cómo son de grises las cifras sobre las conductas sexistas de los jóvenes y la persistencia de la concepción de pareja no igualitaria y tradicional del patriarcado; pero no señalamos de igual manera que estos jóvenes no son diferentes de sus padres y, en todo caso, no son peores. Solo lo expresan sin vergüenza ni necesidad de disimular; esto va con la generación.

Ahora bien, cuántas y cuántos jóvenes son diferentes y ya no tienen la misma vergüenza ni los mismos tabúes sobre la violencia machista de todo tipo hacia las mujeres: muchas y muchos más que nunca. Las nuevas generaciones tienen etiquetas que nosotros no teníamos y que permiten señalar como intolerables las conductas que antes se normalizaban. Y especialmente hay que remarcar, que no han aprendido a callar.

Las cifras de las mismas encuestas también nos muestran el trabajo que ya se ha hecho. Y como cada generación que pasa, hay un colectivo de chicas, y también chicos, cada vez más grande que ya no entienden las cosas como nosotros. Su punto de partida no es el de la conquista, sino que se preguntan cómo es que esta sociedad no pone en el centro el concepto de igualdad. Desde esta perspectiva no entienden que el derecho a la igualdad se tenga que ganar, sino que es un derecho que les han robado. Os aseguro que eso cambia totalmente la perspectiva; en términos de género también son nativas y nativos de una nueva sociedad.

Me pregunto cada vez más cómo os las arreglaréis para mirar a los ojos a vuestras hijas cuando os hablen de este tema

Sin embargo, se encuentran en un contexto diferente que además se refuerza a cada nuevo escándalo mediático que salpica, cerca o desde la otra punta del mundo, hombres muchas veces poderosos, conocidos y admirados que han ejercido la violencia sobre las mujeres. Lo han hecho amparados por el silencio neutral de un entorno cobarde y consentidor de buenos hombres, y también mujeres, que han mirado hacia otro lado. El último caso el de Gisèle Pelicot, que desde la vecina Francia, ha destapado un modelo de red de depredación que ha puesto en evidencia no solo a los perpetradores de las violaciones, sino a la sociedad francesa entera. Aquí no es diferente, tengamos o no un caso mediático paralelo al francés.

Hace mucho tiempo que escribo y explico a viva voz que hace falta que los hombres hagan un paso adelante, ahora ya os digo directamente que vais tarde. Los datos me dicen una vez y otra que en cualquier ámbito de la sociedad, los hombres muy minoritariamente van a cursos o se interesan por charlas y actos con relación a los efectos del patriarcado y la relación establecida entre géneros en las desigualdades y las violencias machistas sobre las mujeres. Mientras sigáis al margen del tema, los avances no serán grandes. Ahora bien, me pregunto cada vez más como os las arreglaréis para mirar a los ojos a vuestras hijas cuando os hablen de este tema. Ellas ya no entienden de disimular, esconder y fingir que no pasa nada y os preguntarán por qué os habéis sentado en la barrera a ver pasar los toros.