Inicialmente, yo había pensado, de buena fe, que algunas organizaciones de inquilinas (e inquilinos, ¡ojo!) tenían unos objetivos totalmente razonables y compartidos por mucha gente. Yo pensaba, llamadme ingenuo, que su propósito era acabar con los incrementos abusivos del alquiler, denunciar y acabar con el no retorno de las fianzas que algunas inmobiliarias sin escrúpulos se niegan a devolver, garantizar plazos de los contratos más largos, regular mejor el alquiler turístico y acabar con el vacío legal que existe en torno al alquiler de temporada. Yo daba por sentado que se querían contratos justos de alquiler para afrontar el primer problema de Catalunya y, particularmente, de Barcelona y sus alrededores. Pero constato que ando equivocado. El otro día, tras la manifestación de Madrid, un portavoz del Sindicato de Inquilinas de Madrid proclamó todo tipo de consignas revolucionarias más propias de algunos regímenes sudamericanos, caracterizados todos ellos por la quiebra económica, institucional, social y moral. Habló de un concepto nuevo para mí, el de las "clases inquilinas", como si fueran un grupo separado socialmente del resto. La mayoría de mis conocidos que viven en pisos de alquiler no creo que quieran pertenecer a las "clases inquilinas", sino que son gente normal y corriente. Además, si hay "clases inquilinas" supongo que existen "clases propietarias", que engloban a la otra mitad de la población. Algunos, como yo mismo, hemos formado parte de ambas clases sin saberlo, mira por dónde.
En cualquier caso, todo esto es calderilla comparado con dos cosas concretas que anunció y que doy por sentado que son asumidas por algunas conocidas plataformas de inquilinas (e inquilinos, ojo). La primera es la exigencia de rebajar el precio del alquiler en un 50%, de forma generalizada. No solo no se pretende ningún incremento moderado o una congelación de los precios, sino que se quiere una reducción tan drástica como esta. Lo segundo que anunció fue una movilización permanente que incluya, como plato fuerte, una huelga de alquileres. Ambas ideas suponen un incumplimiento de contratos que se han firmado libremente entre dos partes. Me recuerda un poco a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que agrupaba a personas que se quejaban de los contratos que habían firmado de forma libre y voluntaria. Porque he aquí el fondo de la cuestión: que otro (la administración, los propietarios, los bancos, quien sea) asuma el coste de los contratos que no quieren cumplir.
En los próximos meses, más y más pisos de alquiler saldrán del mercado y se pondrán a la venta, donde no existe ningún control de precios. Enhorabuena a todos
Por todo ello, entiendo que el objetivo real de estas plataformas es conseguir eliminar definitivamente el mercado de pisos de alquiler. Las últimas reformas legales ya han provocado lo que ya se había advertido de forma reiterada: un descenso considerable del parque disponible. En el segundo trimestre de este año, con la plena aplicación del control de precios establecido por la ley de la vivienda, hemos asistido a una retirada del mercado del 17% de los pisos de alquiler en el área metropolitana de Barcelona (y un 19% en la propia capital). Es cierto que los precios han bajado un poco en las áreas tensionadas, pero si la consecuencia es la destrucción de gran parte del mercado, no va a servir prácticamente de nada. En los próximos meses, más y más pisos de alquiler saldrán del mercado y se pondrán a la venta, donde no existe ningún control de precios. Enhorabuena a todos.
Y es lógico que sea así; ante la amenaza de una huelga de alquileres o una rebaja unilateral del alquiler, una propietaria racional que tenga un piso arrendado (hay que recordar que en la provincia de Barcelona, el 40% de los pisos de alquiler son propiedad de personas que solo tienen un piso arrendado), lo más probable es que lo saque del mercado cuando finalice el contrato vigente. Y no solo existe la amenaza de la huelga y la criminalización social de los propietarios, sino que la indefensión ante las ocupaciones es tan flagrante, que poner un piso en alquiler empieza a ser una temeridad. Y la pregunta que se hará cualquier persona que tenga un piso alquilado será: ¿por qué cobrar un alquiler de 1.500 euros al mes con el riesgo evidente de impago si puedo obtener 500.000 euros de golpe, cifra que equivale al alquiler de 333 meses —es decir, 27 años— con todos los IBI y gastos que esto supone? No hace falta ser Albert Einstein para saber la respuesta.