El alcalde Collboni lleva tiempo hablando de la Gran Barcelona. Ayer volvió al tema. La Barcelona de los cinco millones de habitantes. Lo hace sin haberse encomendado a nadie. Ni a los 36 municipios de la actual AMB, ni al resto de municipios que ahora pretende anexionar, ni mucho menos a los vecinos y las vecinas de la capital. No cuenta con apoyos conocidos. De hecho, a estas alturas, solo ha recopilado detractores. Algunos importantes en las propias filas socialistas, que lo han tachado de inoportuno. Y obvia que la actual AMB fue fruto de un gran diálogo y consenso, trabajado con rigor y vocación de servicio público.

Barcelona tiene retos urgentes que resolver: seguridad, vivienda, movilidad, turismo, limpieza, infraestructuras, reto demográfico. Y, sobre todo, poner fin a los últimos diez años de mal gobierno Colau-Collboni, de navegar a la deriva y de dejar una ciudad sin rumbo ni horizonte. De romper de forma obsesiva con el legado del alcalde Xavier Trias. Barcelona precisa de una hoja de ruta de ciudad y también de capital de Catalunya. Para los barceloneses y también para los catalanes. Por la responsabilidad inherente al hecho de ser la capital. Una hoja de ruta de ciudad para dar respuesta a las urgencias que tiene Barcelona, que no son pocas. La primera, la más básica y primordial: poner fin a la falta de vivienda asequible. Acabar con la Barcelona que está expulsando a sus propios vecinos, la Barcelona que impide el derecho a poder decidir a los barceloneses si quieren o pueden seguir viviendo en sus barrios. Ni este derecho a decidir se les permite. Y una hoja de ruta de capital de Catalunya, entendiendo que este título le otorga tanto los derechos y beneficios inherentes a la capitalidad, como —sobre todo— la responsabilidad hacia el resto del país. Todo el país. No solo una parte que le interesa a Collboni por 'vete a saber qué'. No puedes ser alcalde de Barcelona —ni la de los cinco millones, ni la de los 1,7 actuales— ignorando al país entero.

Collboni habla tanto de la Gran Barcelona del futuro que se ha olvidado de los vecinos de la Barcelona de ahora

Mientras que el president Illa hace propaganda de la Catalunya de todos, el alcalde Collboni le contrapone la Barcelona de los cinco millones, lo que evidencia que el PSC no tiene proyecto ni para Barcelona ni para Catalunya. Un solo pueblo es eso, también: la gente de Barcelona y también la gente del Pirineo, del Ebro o del Montseny. Los catalanes nos merecemos un país cohesionado territorialmente, económicamente y socialmente, y generador de igualdad de oportunidades. Y los barceloneses nos merecemos un alcalde que esté a la altura del cargo y de las responsabilidades de ser capital. La ocurrencia de la Gran Barcelona de Collboni solo obedece a la voluntad de llenar páginas y distraer al personal de los problemas reales a los que ahora mismo debería estar haciendo frente como alcalde: Rodalies, movilidad, agua y energía, contaminación, vivienda, y tantos otros.

Y es que Collboni habla tanto de la Gran Barcelona del futuro que se ha olvidado de los vecinos de la Barcelona de ahora. Ni lo prefirieron para ser alcalde de Barcelona, ni nadie le ha pedido que sea el presidente de Barcelunya. La profesora Mariona Tomàs decía recientemente y lo comparto: "Hubo una unidad basada en la idea de que el área metropolitana tenía que ser un espacio más técnico que político; intentar no revivir la idea del contrapoder. Me gusta pensar que se ha superado y que la Generalitat no ve el área metropolitana como un contrapoder, pero, claro, una cosa son los 3,2 millones y, además, es una población que está estancada, y la otra son los cinco millones".

Collboni tiene delirios de grandeza e Illa piensa en una Catalunya en pequeño. Y hacen las cosas mal. Una decisión de estas características requiere consenso, no adhesión. Parece más una OPA hostil buscando beneficios de partido —también de su partido español— que otra cosa. Ni consenso barcelonés, ni metropolitano, ni de la región metropolitana de los 5 M. Ni mucho menos de país. Y es que cuando los socialistas mandan en todas partes, Barcelona pierde. Y Catalunya también.