Durante unas horas hemos hablado mucho de una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) sobre la lengua con la cual los alumnos podían elegir examinarse de selectividad. Una vez más la justicia decidiéndotelo todo. Por aquello de la separación de poderes entre el judicial, el judicial y el judicial. Esta vez ha sido gracias a una de estas asociaciones que dicen que defienden el bilingüismo, pero que son un oxímoron en sí mismas ya que tanto el nombre con el cual se presentan como todas sus comunicaciones son sólo en español. O sea, existen para defender una cosa que no practican. ¡¡¡SEN-SA-CI-O-NAL!!!
El caso es que, a demanda de este grupo, el TSJC ha sentenciado que los alumnos catalanes tienen que poder escoger en cuál de las tres las lenguas oficiales existentes en nuestro país quieren examinarse de selectividad. Exactamente lo que sucedía hasta ahora. Por lo tanto, y como para resumir la cosa, el tribunal ha dicho: "¿Ustedes hacen las cosas con el sistema del florolismeo camderflòrico, verdad? Les ordenamos que a partir de ahora las hagan por el florolismo camderflòrico. Porque si siguen haciendo las cosas por el florolismo camderflòrico, como hasta la fecha de hoy, incumplirán la ley que dice se tienen que hacer por el florolismo camderflòrico, que es lo que decimos nosotros, y que es el que ustedes aplican y han aplicado siempre". ¡Pues nada, un abrazo a los premiados!
La cuestión es que hoy han optado por el español un 5% de los alumnos. Ahora bien, sólo con que hubiera sido un solo alumno el que lo hubiera pedido, lo habría hecho sin necesidad de ninguna demanda ni de ninguna sentencia y, sobre todo, sin ningún ruido mediático. Como había sucedido siempre. Pero, claro, aquí se trata de: 1/ dejar permanentemente claro quien manda, 2/ instalar el discurso de la división y el victimismo basado en un mundo que no existe y 3/ Poder hacer un titular chillón diciendo que el español está en peligro en Catalunya.
Casualmente, este nuevo despropósito ha coincidido con una historia que se ha hecho viral y que explica perfectamente la mentalidad de los monolingües autocalificados de defensores del bilingüismo. El protagonista es un señor que se llama Sergio del Molino y que está en plena promoción de su libro "Contra la España vacia". Este ciudadano explica en un momento del texto que en los años 80 vivía en Tavernes (Tabernes de la Valldigna, la Safor, País Valencià) con sus padres, que habían ideo a parar allí por motivos laborales. La familia estaba plenamente integrada en el pueblo porque "todo el mundo hablaba español" y eran muy felices. Pero, de repente, "la escuela empezó a valencianizarse". Y eso les provocó un terrible golpe. "De repente, la vida cotidiana se empezó en hacer más cuesta arriba". Tanto que decidieron marcharse "a un lugar donde no hubiera bilingüismo". Concretamente a Zaragoza.
¿Pobre gente, verdad? La familia, quiero decir. Unos rústicos incultos quisieron recuperar la lengua que el franquismo les había arrebatado y prohibido y que se volviera a enseñar en la escuela. Y ellos, tan integrados en un mundo irreal, se sintieron extranjeros. Porque, naturalmente, hacer el esfuerzo de respetar que la gente quisiera hablar en su lengua nunca fue ninguna opción. Sólo faltaría. Y que los niños aprendieran, nuevamente, su lengua en la escuela era "politizarla". La lengua y la escuela. Un grupo de totalitarios. Los de Tabernes de la Valldigna, por supuesto. Lamentablemente en los años 80 el extremo centro ciudadano del mundo todavía no había descubierto que cierta justicia está para hacer política y no fue posible destruirles el proyecto de cuajo. Y quizás algún niño tuvo tiempo de aprender valenciano. ¿Un desastre, verdad, Sergio?