La polémica por las rebajas de penas a agresores sexuales con la ley del ‘sí es sí’ va desinflamándose o al menos cogiendo forma. Por lo pronto, la Fiscalía General del Estado ha rechazado rebajar todas las penas de manera automática y, en el sentido de la disposición transitoria contemplada en el Código Penal, ha ordenado no tocar las penas que estén dentro de la horquilla prevista en la nueva ley. El Tribunal Supremo decidirá en los próximos días si unifica criterio o va caso por caso. Lo más probable es que opte por lo segundo, de manera que algunas rebajas pueden ser revisadas y los propios casos sentarán jurisprudencia.
Baja la controversia y quedan los destrozos del último enfrentamiento liderado por Pablo Iglesias frente a Yolanda Díaz. Hasta ahora, el más grave y en el que los calificativos han escalado a un punto de no retorno. El ‘hay que ser miserable’ por no defender a Irene Montero contrasta con los hechos. Mientras la ministra de Igualdad agradeció las palabras de Pedro Sánchez como un respaldo, las mismas declaraciones repetidas por Yolanda Díaz han motivado la cascada de acusaciones contra la vicepresidenta. No solo recriminan la postura de Díaz, también el silencio de Alberto Garzón, a quien consideran que defendieron sin fisuras durante la campaña contra las macrogranjas.
Las embestidas verbales entre ambos espacios son unidireccionales. Hasta hoy, a Yolanda Díaz no se le ha escuchado ningún insulto, tampoco indirecto, a Iglesias ni al espacio morado. El conflicto viene de atrás y hace tiempo que lo han llevado a la arena pública. Desde Podemos están convencidos de que Díaz está creando un nuevo partido, con censo incluido, en su ruta del llamado proceso de escucha. Desde el espacio de Díaz, la futura coalición —ya sea en forma de lista, partido o movimiento— no es un debate que tengan en público. Y se sobreentiende que, si Iglesias quería controlar el proceso, podría haber designado a una candidata de Podemos. Pero nombró a Díaz. Y esta aceptó, sin carné morado ni compromiso expreso de cumplir con un supuesto mandato no escrito.
El discurso de Iglesias distorsiona la realidad de los territorios y parte de la militancia de Podemos que sí acuden a los actos de Sumar. Lo ha hecho el vicepresidente segundo de la Generalitat valenciana y candidato de Podemos a las autonómicas, Héctor Illueca, o la secretaria general de Podemos en Valencia, Pilar Lima, política del sector de Iglesias. También han acudido a los actos de Yolanda Díaz los secretarios generales de los morados en Navarra, La Rioja y Euskadi. Un ejemplo significativo es el de Juantxo López de Uralde, representante del espacio verde de Podemos desde sus orígenes, presente en Bilbao junto a Yolanda Díaz.
Hay un riesgo alto de que el Gobierno llegue a las generales con un buen respaldo de acción legislativa y se rompa por la imposibilidad de volver a pegar las piezas de la coalición. Las prospecciones económicas no apuntan al hundimiento de 2008, el diseño de los paquetes de ayudas está aliviando la carga de la crisis a las clases medias. Es muy probable que, aún con recesión técnica, la inflación esté más controlada en un par de semestres. Y aun así, con una buena dirección económica y social, en sintonía con Europa, con un PP sin programa económico definido, podría no ser suficiente.
El intento de Iglesias por mantener a Podemos como fuerza hegemónica corre un altísimo riesgo de llevarse el espacio electoral por delante. El lenguaje no es nuevo, Iglesias nunca fue un hombre de paz. Y las dos partes tienen sus razones, pero la dialéctica en política y en campaña lo es casi todo. De momento desde Podemos niegan que vaya a haber dos listas y aseguran que negociarán el apoyo a Yolanda Díaz. Una negociación que por lo pronto se está haciendo por la vía del enfrentamiento. Los tiempos electorales no juegan a favor y coloca al votante como espectador de una batalla cruenta en la que ninguna marca puede salir bien parada. Y donde todo el espectro electoral se necesita para construir el bloque a la izquierda del PSOE.