Estos últimos días ha pasado a menudo que encontrabas, en un canal privado o público y a cualquier hora del día, un debate o una tertulia que te querían enmendar la vida. La frecuencia y facilidad para encontrar demagogos con sandalias o pedagogos iluminados en las parrillas suele depender de ciclos electorales más o menos decapitados, aunque ahora parecemos atravesar una oleada electoral de larga duración. Todo diría que se ha abierto una temporada incierta, que no sabemos ni como ni cuándo terminará. Si el debate político te asalta en un café, puedes darte cuenta de que los jugadores de dominó o de butifarra no detienen ni por un momento el juego para aguzar el oído… y si alguien escucha alguna propuesta o promesa que le hace tilín, sonríe socarrón por un momento… y dos o tres segundos después, todo vuelve a ser igual. Se restablecen las realidades paralelas y cada uno de los que habla vuelve a ir a la suya. Mientras crece la distancia entre el mundo de los del atril y los del carajillo, se hace mayor la abstención por incomparecencia de la política. Es difícil que ya nadie se deje llevarse por sobreactuaciones de los más encendidos, ni que pasen inadvertidas (o se perdonen) las tonterías. Y, sin embargo, el que cierra el juego del dominó cargado de cincos y seises y el que hace golpea la mesa girando 'butifarra", no dejarán de ser como son ni de esperar otro 1-O para defender urnas. Sus urnas.

Compañeras y compañeros, esta amenaza de retorno de Illa a Montilla tiene pocas oportunidades si los políticos que saben hacer política juegan bien sus cartas

Ahora, con nuevas incertidumbres abiertas como las elecciones a la Unión Europea, y un 11-S que viene con nueva dirección en la ANC, y un próximo octubre, podemos retorcer con organización y movilización la realidad gris que algunos quieren: una realidad que vuelve de Montilla en Illa, el señor de eterna mueca de conmiseración que ha ganado (no lo olviden, porque se lo repetirán tantas veces cómo haga falta) en votos y en escaños (pero que, sin embargo, se da cuenta de que no será tan sencillo...)

Pero es que de Montilla a Illa el PSC ha cambiado mucho. Con la desaparición política de Pasqual Maragall, no solamente se perdió la sonrisa empática (que no ha recuperado nunca más), sino una proximidad casi contagiosa. Pobre PSC, quien te ha visto y quien te ve, por más que la manipulación de las fotografías quiera sacar semejanzas imposibles entre Salvador Illa y Ernest Lluch. Este PSC es triste, subordinado, sin identidad propia, ni ninguna esperanza que lo redima, ni una pizca de atrevimiento ni de arrebato. Este PSC tiene la misma raíz carcomida de la obediencia borbónica. Está escrito: si le dejamos, nos hará retroceder rutinariamente, haciéndonos "topar de cap en una i altra soca…".

Compañeras y compañeros, esta amenaza de retorno de Illa a Montilla tiene pocas oportunidades si los políticos que saben hacer política juegan bien sus cartas. Dejando de lado personalismos y trabajando y organizándose para cuando haga falta (que será muy pronto). Con el contrapunto obligado y necesario de la ANC, si Lluís Llach, Josep Costa, Julià de Jodar y la nueva dirección de la ANC reencuentran el pulso de la confrontación inteligente y de la lucha más digna.