Esta semana, el recién estrenado gobierno de Estados Unidos, pilotado por un Donald Trump autoproclamado “mesías”, ha anunciado, entre su batería de contundentes medidas, la salida inmediata de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La decisión, anunciada el primer día de mandato, se justificó en el alto coste que supone para una Administración que apuesta ahora por poner los intereses de los norteamericanos por delante de cualquier otra cuestión. Un viaje en el tiempo, que se retrotrae a 2020, donde esta misma decisión ya se tomó por parte de Donald Trump cuando estaba al frente del gobierno en su primer mandato. En aquel momento, Trump avisó a António Guterres de la intención de retirar la financiación y “desapuntarse”, al considerar que no se estaban dando buenos pasos en plena pandemia de la covid-19. La llegada de Biden en enero de 2021 frenó en seco la decisión. Hasta ahora.

Estábamos pagando 500 millones de dólares (482.996 millones de euros) a la OMS. Tenían muchas ganas de que nos quedásemos, así que veremos qué pasa”, ha dicho Trump. “Es bastante triste: China paga 39 millones y nosotros 500, y China es un país más grande” dijo Trump. Según Euractiv, en la última década, Estados Unidos ha aportado a la OMS entre 160 y 815 millones de dólares anuales, entre 154.666.000 y 787.806.434 euros. El presupuesto anual de la OMS es de entre 2.000 y 3.000 millones de dólares (1.933.152.190 y 2.899.283.844 de euros). Estados Unidos es, en el ámbito de los países donantes, el primero. Le sigue la Comisión Europea, Alemania, Francia; todos ellos por detrás de los verdaderos financiadores de la Organización: la Fundación de Bill y Melinda Gates, entre otros de la industria farmacéutica.

La salida de EE. UU. de esta organización supone la paralización de fondos provenientes del Gobierno estadounidense, así como la retirada y reubicación del personal y de los contratistas. Tal y como establece la resolución conjunta aprobada por ambas cámaras del Congreso de EE. UU. en 1948, EE. UU. debe avisar con un año de antelación a su retirada, por lo que todo se ha puesto en marcha para que la decisión se haga efectiva en 2026. De llevarse a cabo, EE. UU. sería, junto a Liechtenstein, el único país de las Naciones Unidas que no forma parte de la OMS. Dicen que China podría pasar a ocupar el lugar de EE. UU., y de momento la UE ha anunciado su intención de reforzar sus esfuerzos ante el vacío que dejará Trump.

La OMS respondió públicamente al anuncio hecho por Trump. Lamentan el anuncio y dicen que su labor es crucial en la protección de la salud y la seguridad de los habitantes del planeta, donde se incluyen los estadounidenses. Le recuerdan la cantidad de vidas salvadas durante las décadas de colaboración y esperan que el gobierno de Trump reconsidere su decisión. No parece que Trump tenga intención de reconsiderar nada, sobre todo cuando ha decidido confiar la materia de salud a alguien del perfil de Robert F. Kennedy Jr. (aún pendiente de ser confirmado por el Senado).

Cuando el actual presidente hizo público el nombramiento de Kennedy, dijo: “Durante demasiado tiempo, los estadounidenses han sido aplastados por el complejo alimentario industrial y las compañías farmacéuticas que se han dedicado al engaño, la desinformación y la desinformación cuando se trata de Salud Pública”. Parece tener bastante claro lo que hace.

Estoy absolutamente de acuerdo en el diagnóstico de Tucker cuando dice: “Algo grande y potencialmente maravilloso está sucediendo en el ámbito de la salud pública, que se utilizó con fines atroces hace apenas unos años

Una semana en la que ha habido mucha información para analizar y cuyo recorrido debemos observar, ha terminado, en este tema que hoy tratamos, con la propuesta de Matteo Salvini, viceprimer ministro de Italia, presentando una propuesta de ley para que su país también anuncie la salida de la OMS. De continuar esta deriva, no sería extraño que no fuera el último.

Desde el ámbito de la salud pública norteamericana, sorprendentemente, ha habido un absoluto silencio. Señalan algunos expertos que el caos ha llegado a la Administración norteamericana. Una paralización temporal que se debe al giro tan radical en buena parte de medidas esenciales, que hacen ahora tener que revisar muchas acciones que ya no se van a poder llevar a cabo.

En un interesante análisis de Jeffrey A. Tucker, conocemos cómo se encontraban algunos departamentos relevantes del área de la Salud Pública justo antes de la toma de posesión de Trump. Y apuntes tan interesantes como que “el Departamento de Salud y Servicios Humanos anunció el 17 de enero, tres días antes de la inauguración, una asombrosa subvención de 590 millones de dólares a Moderna, una fuerza impulsora de la vacunación mundial con inyecciones de ARNm durante la covid-19. El anuncio de esta subvención cambió la suerte del precio de las acciones de la empresa, que llevaba dos años en baja.”

Ese mismo día, el 17 de enero, el CDC hizo una última comunicación donde se anunciaba el “primer Marco Nacional de One Health para abordar las enfermedades zoonóticas y promover la preparación de Salud Pública en los Estados Unidos”. Según describe Tucker, “One Health, como lo acaba de adoptar el CDC, equivale a una transformación radical de la base del orden social en sí, bajo la guía de científicos divinos que son los únicos que saben cómo estructurar la mejor vida para todos los seres vivos, incluso si eso se produce a expensas del florecimiento humano”. Y cita a David Bell cuando se refiere a los que defienden esta visión de la salud pública como una “secta”. Uno de los mayores “popes” de esta visión de la “ciencia” es Anthony Fauci, el que acaba de ser indultado de manera preventiva (y retroactiva hasta 2014) por el presidente in extremis Biden. El responsable, entre otras cosas, de haber promovido los experimentos de ganancia de función, financiándolos para ser desarrollados en el laboratorio de Wuhan (entre otros), y muñiendo toda la infraestructura de censura durante la pandemia para convencernos de medidas absolutamente acientíficas, contrarias a la salud, y mintiendo deliberadamente sobre el origen de un virus que, en realidad, provenía con casi toda seguridad de un laboratorio donde se hicieron cosas que no se deberían haber hecho. Ese es Fauci, al que Biden indulta “por si acaso”, a pesar de “ser absolutamente inocente”.

Entre los nombramientos que ya se han producido, cabe destacar el de Jay Bhattacharya, responsable desde ahora de dirigir los NIHAlguien a quien se debería conocer, porque arroja luz y esperanza en unas instituciones dirigidas por personas con ética, rigor y honestidad.

Para entender el calado de lo que supone la OMS, y por qué es tan importante la decisión que ha anunciado EE. UU., y parece querer seguir Italia, le recomiendo la lectura de estos artículos que explican a la perfección de qué va todo esto.

Estoy absolutamente de acuerdo en el diagnóstico de Tucker cuando dice: “Algo grande y potencialmente maravilloso está sucediendo en el ámbito de la salud pública, que se utilizó con fines atroces hace apenas unos años. Es un punto de inflexión de algún tipo, y cabe esperar que los resultados sean compatibles con la salud, el bienestar y la libertad de todos.”