Cada vez que el independentismo fracasa por culpa del partidismo, el egoísmo, la táctica o el cortoplacismo, la gran mayoría del movimiento —que apostamos activamente por la unidad, el entendimiento y el proyecto nacional compartido— quedamos en fuera de juego. Quedarse en fuera de juego cabrea, frustra o genera desafección dependiendo de la pasta de la que está hecha cada uno, si no todo a la vez. Y así es como está la mayoría independentista tras el anuncio de nuevas elecciones realizado por el president Aragonés. Porque esta convocatoria electoral es un fracaso del independentismo. Es la evidencia de que ha sido incapaz de mantener un Govern de unidad, que ha sido incapaz de gobernar con solvencia, que ha sido incapaz de aprobar unos presupuestos. Si no es suficiente con todo lo que evidencia, es un fracaso que se enuncia el día antes de la consecución de un gran éxito, la aprobación de la ley de amnistía, quitándole toda la atención mediática que merecía. Y, además, es poco creíble.
Si estos presupuestos eran tan importantes para el progreso. Si, además, en el futuro no habrá presupuestos similares debido a nuevas imposiciones de condiciones de Europa, no se entiende la incapacidad del Govern para alcanzar acuerdos. Uno de los grandes políticos que tiene nuestro país se preguntaba ayer, ¿por qué no hizo el president una comparecencia previa advirtiendo a todos los grupos parlamentarios de que su postura era que si no se aprobaba el presupuesto convocaría elecciones? ¿Por qué el president no salió antes a explicar todas las bondades de los presupuestos que sí explica ahora, los riesgos que suponía no aprobarlos y, atención, dejaba claro que abría la puerta de su despacho y estaría allí hasta llegar a un acuerdo? Son preguntas de alguien que —con un montón de éxitos a la hora de alcanzar acuerdos— se hace cuando piensa qué habría hecho él para lograrlo. La respuesta no es reconfortante, lo mires por donde lo mires: o les falta capacidad, o era la excusa perfecta. La última campaña institucional del Govern —denunciada por el CAC—, el estilo de la comparecencia del president desde el Palau y las especulaciones que nos llegan sobre la situación electoral del PSC o el regreso de Puigdemont hacen pensar esto.
En el discurso de su investidura, el president dijo que esta legislatura debía servir para "impulsar una nueva Generalitat republicana que culmine la independencia de Catalunya". No fue así.
Los resultados PISA, las manifestaciones de los agricultores, el riesgo de incendio o la sequía son algunos ejemplos de cómo se encuentra el país. La mejor respuesta para hacerle frente seguro que no es un Govern en minoría, en funciones y de campaña electoral. Algunos en Esquerra, no todos, han bromeado sobre el 'No Surrender' (sin rendición) que utilizaba Junts cuando las estrategias de unos y otros divergieron. Ahora, en cambio, este fin de legislatura denota cierta rendición por su parte. Se van. Con la esperanza de ser elegidos y de, ahora sí, encontrar acuerdos con quienes perdieron del Govern y con quienes no han sido capaces de pactar unos presupuestos —según el argumentario oficial— de gran importancia. Y a quienes tachan de irresponsables. En el discurso de su investidura, el president dijo que esta legislatura debía servir para "impulsar una nueva Generalitat republicana que culmine la independencia de Catalunya". No fue así. No ha sido una buena legislatura. En 2021 se formó Govern. En 2022 se rompió el Govern. En 2023, ERC perdió apoyo electoral en las municipales —donde destaca el fracaso en Barcelona— y en las elecciones generales pasó de 13 diputados a 7. En 2024 no puede pactar presupuestos. No ha avanzado el acuerdo de claridad que propuso el president y la mesa de diálogo con el Estado se ha reunido poco. Ha tenido el éxito de los indultos a los presos políticos y, digan lo que digan, con la amnistía, Junts ha ganado la partida.
La suma de estas incapacidades y excusas nos lleva ahora a unas elecciones anticipadas. Pero me temo que, si Junts no lo hace muy bien y lo evita, en unos meses la suma de estas incapacidades y excusas nos llevará a un nuevo tripartito.