Parece que esta vez los medios convencionales no tienen mucho interés en publicar encuestas electorales, dado que los resultados podrían herir la sensibilidad de los patrocinadores. Sin embargo, encuestas se hacen, aunque sea para no ser publicadas. Las que circulan pueden ser ciertas o inventadas, pero coinciden en dibujar unos escenarios de incertidumbre sin fecha de caducidad. Nada coherente suma, lo cual sugiere la posibilidad de entrar en un bucle de repetición indefinida de elecciones.
Ahora que viene Sant Jordi, que siempre excita el alma literaria del país, el rompecabezas previsto da para una novela calderiana. Si unas elecciones no facilitan la articulación de una mayoría de gobierno, los comicios se pueden repetir, pero la situación ingobernable también, y en una versión político-electoral del mito de Sísifo, Catalunya podría instalarse en un eterno periodo electoral. Quizás la gente se cansaría de votar, pero la abstención no impide el reparto de escaños y la continua aparición de nuevos partidos y partiditos absolutamente comprometidos con no pactar con aquel ni con aquel otro, mantendrían la rueda electoral en un movimiento continuo.
Así que si aceptamos que la festividad de Sant Jordi, además de la fiesta y el disfrute de libros y rosas, sugiere reflexiones sobre el momento que vive el país, el Sant Jordi de este año parece de transición hacia no se sabe dónde. "Vivimos a oscuras. La realidad es imprevisible y acostumbra a tirar por el suelo los futuros que habíamos imaginado", según la descripción que Carlota Gurt le hace hacer a uno de los personajes de su Biografia de foc (Proa).
Quizá es por ello que, ante la incertidumbre, este Sant Jordi se percibe una necesidad de mirar atrás para saber hacia dónde vamos a partir de dónde venimos. A propuesta de Joaquim Coello, Sebastià Alzamora publica El Federal (Proa) donde rescata del olvido el fuego de la Bisbal, el romántico levantamiento republicano y federalista de 1869 que lideró Pere Caimó i Bascos, un idealista hijo de indianos que no fue ejecutado sino beneficiado por la amnistía del general Prim. Así y todo, según Alzamora, se confesaba esperando la muerte: "Qué presunción se vanagloria, qué orgullo insensato creernos el mosquito más listo de la balsa".
Tiene interés el trabajo de Agustí Pons, Catòlics, comunistes i cia (Ediciones de 1984) sobre el choque ideológico en las generaciones que lideraron la lucha cultural antifranquista en el marco de la Guerra Fría, del cual todavía sufrimos (o disfrutamos) las consecuencias. "Las revoluciones —escribe Pons— suelen triunfar o fracasar dentro de un margen relativamente corto de tiempo, pero sus consecuencias pueden prolongarse durante años o incluso siglos". Solo hay que observar la actual batalla ideológica dentro del mismo terreno soberanista para corroborarlo.
Si unas elecciones no facilitan la articulación de una mayoría de gobierno, los comicios se pueden repetir, pero la situación ingobernable también, y en una versión político-electoral del mito de Sísifo, Catalunya podría instalarse en un eterno periodo electoral
Una potente contribución a saber de dónde venimos es el volumen definitivo sobre la vida de Josep Pla, Un cor furtiu, de Xavier Pla (Destino), quizás para llegar a la conclusión de que no nos hemos movido mucho de sitio. En los primeros 50, a partir de la invitación de Florentino Pérez Embid, que el régimen acababa de nombrar director general de Propaganda, Pla le escribe un memorándum confidencial sobre la lengua catalana. Y dice: Cada día los catalanes de España vemos menos ventajas en que nuestra región se convierta en un pout-pourri peninsular sin sabor ni color y en que Barcelona sea una mala copia de Madrid. El absorbente centralismo intelectual y económico, el exasperante dirigismo que se pretende implantar en todos los órdenes, coartador en formes públicas y en formas clandestines del libre desarrollo de nuestro espíritu, van haciendo partícipe de este sentimiento al sector plutocrático que después de la guerra civil más lejos parecía de semejante postura”.
Pasan los años y Pla establece contacto con Tarradellas sobre el futuro político inmediato y en una misiva al presidente exiliado, le dice: "Catalunya tiene que hacer un contrato con el Estado español —cualquiera, el que sea— a base de dar la menor cantidad de molestias a los castellanos (...) y la única manera factible de llevarlo a cabo es reducir la cuestión al mínimo, es decir, evitando la producción de estados pasionales catastróficos".
Así que puestos a averiguar hacia dónde vamos hará falta cambiar de registro. Nos ayuda el catedrático Jordi Torres, que ya lleva varias ediciones su opúsculo La intel·ligència artificial explicada als humans (Plataforma editorial). Escribe Torres. "La IA ha revolucionado —y lo hará mucho más— la forma en que interactuamos con el mundo, de manera que su comprensión resulta necesaria para entender cómo funcionan las relaciones y la sociedad, representa una gran oportunidad para ampliar nuestra inteligencia y expandir nuestras capacidades de razonamiento y creativas para la resolución de problemas complejos". Así sea. Bona Diada.