El PNV tiene cuatro días para poner a su electorado en alerta y que esa tensión se traduzca en acción. Un tic-tac acelerado para movilizar a gran parte de hasta el 23% de indecisos —según encuestas— y que incluye a un amplio caladero de votos peneuvistas. En un contexto de bloqueos y gobernabilidades a varias bandas, la realidad es que el PNV puede contar con el apoyo de varios posibles socios y EH-Bildu, cuanto más suba, más se reduce el margen, en la medida en que absorbe de Sumar y Elkarrekin Podemos y el rechazo del PSE está decidido en Euskadi y en Madrid.
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Con la regla del triple 25 —número de escaños por provincias— EH-Bildu puede ganar en votos y escaños al PNV y que Imanol Pradales siga teniendo la baza del gobierno. Con un Parlamento inestable, débil para legislar, en consonancia con los tiempos. Mientras la fuerza de tracción de EH-Bildu absorbe votos de todas las generaciones e ideologías, el PNV los pierde. Los morados ahora pueden pasar de 11 representantes en 2016 a quedarse fuera. Destruidos por las guerras internas, en ese ínterin EH-Bildu se ha consolidado como la opción natural nacionalista e independentista frente al PNV. Es el efecto desgaste frente a la maquinaria moderna y digital de todas las izquierdas en las que se han convertido los abertzales.
La cuestión de fondo da para mucho. Cómo ha llegado EH-Bildu a ser opción de gobierno en el País Vasco doce años después de la desaparición de ETA, a poder quedar primero en votos y escaños, es una tendencia que viene de atrás. La hegemonía de los últimos 40 años del PNV puesta en riesgo este 21 de abril está atravesada por la crisis de 2008. Aunque el empleo y las ayudas sociales aguantaran mejor que en el resto del Estado, Podemos se impuso como primera fuerza en las elecciones generales de 2015.
El cambio como posibilidad es un intangible que favorece a quien no ha gobernado antes
Desde entonces ya hay una mayoría suficiente en el País Vasco que vota una opción a la izquierda y ha ido comiendo terreno al PNV. Un electorado preocupado por la agenda social y las ansiedades del siglo XXI. La gestión de Iñigo Urkullu es aprobada mayoritariamente por la ciudadanía, incluso la cuestionada Sanidad. Pero ante el desgaste natural de gobernar, un descrédito de las instituciones que arrastra también desde hace una década y la inquietud de fondo propia del momento geopolítico, el cambio como posibilidad es un intangible que favorece a quien no ha gobernado antes. Romper la baraja, tan propio en todas partes.
En cuanto al independentismo vasco, aunque la demoscopia —y aparentemente la realidad— reflejan que no es una reivindicación actual y está muy a la baja en Euskadi, hay una corriente de fondo. En la letra pequeña de la última encuesta de El Correo el pasado domingo, un 40% de los votantes de EH-Bildu querían una coalición con el PNV. Una opción ahora impensable porque los jeltzales no "regalarían" a su principal adversario electoral la experiencia y la imagen de gobierno. Pero en un Parlamento que tendrá una mayoría nacionalista abrumadora, la tensión a futuro queda reflejada en ese porcentaje de ciudadanos que votando izquierda quiere una coalición conservadora por una razón únicamente nacionalista.
La oposición acusa a Pedro Sánchez de blanquear a EH-Bildu en Madrid. Con un escaño más que el PNV (6 frente a 5), era difícil que tarde o temprano no tuvieran juego parlamentario y éste ha sido el marco de las negociaciones, a excepción de Navarra.
La permanencia del PNV es clave para Pedro Sánchez. Fuera del gobierno vasco, sin incentivos para negociar en Madrid, los nacionalistas conservadores se irían alineando con el PP. Los de Andoni Ortuzar también son un eslabón importante con Junts. Si quedan fuera de la ecuación de poder en Catalunya y País Vasco, los futuros presupuestos generales tendrían menos amigos. La línea de Feijóo es un PP duro contra las opciones independentistas sin margen de virar a corto plazo y es mejor tener algo de juego y foco a no tener ninguno. Pero ya hemos visto antes cómo hace falta muy poco para cambiar de opinión y estrategia rápidamente.
Las elecciones de este 21 de abril enfrentan a dos modelos y dos marcas más que a dos candidatos, en una apuesta de luces largas por ambos partidos. Si el empate técnico se resuelve como parece y vuelve a gobernar el PNV, la incógnita vasca no será el resultado de esta cita, sino cómo recorran la legislatura hacia 2027.