De la Transición acá los valencianos han mostrado una rigurosa mala suerte con respecto a sus gobernantes. Esto es especialmente así en el caso del PP. La lista de desastres en forma de presidents de la Generalitat, de presidentes de diputaciones, de alcaldes... que han protagonizado sucesos muy desagradables es larguísima. Al lado de la torpeza y la escandalosa falta de preparación figura el amor al dinero y la avaricia, que han derivado en todo tipo de escándalos. Finalmente, está también, claro está, la gente con unos valores delgados como un trocito de jamón dulce, casi transparentes. Ahora nos encontramos delante de un personaje, Carlos Mazón, que, además de su probada y escandalosa incapacidad, demuestra, un día sí y otro también, una falta de valores desconcertante. No tiene valores. Tiene, eso sí, un instinto, un instinto primario, poderoso y ancestral: sobrevivir. Ni los valencianos, ni sus compañeros de partido, ni el PP, ni nada no le importa. Sobrevivir. A cualquier precio y por encima de todo y de todo el mundo. Recordemos que, en contra de Alberto Núñez Feijóo, Mazón se apresuró y fue el primero en llegar a un pacto de gobierno con Vox después de las elecciones autonómicas, el cual perjudicó las expectativas electorales del gallego. (Como se recordará, una elección se celebró detrás de la otra).

Para sobrevivir judicialmente, Mazón aseguró que había llegado a la reunión del Centro de Coordinación por la tragedia de la dana a las 20:28 horas; diecisiete minutos después de que se enviara la alerta a los ciudadanos, contradiciendo las múltiples declaraciones que él mismo había hecho anteriormente. ¿Cuántas veces ha mentido? Aunque parezca increíble, a estas alturas no se sabe a ciencia cierta ni dónde estaba ni qué carajo hizo el 29 de octubre.

Para sobrevivir políticamente, ha despreciado los intereses de Feijóo y del PP. Así, ha sellado una alianza con Vox que le permite tener presupuestos y salir adelante. A cambio, ha dicho amén a todo lo que los de Santiago Abascal le han pedido. Esto quiere decir acometer a los inmigrantes, las medidas contra el cambio climático y, naturalmente, el catalán. Mazón sabe muy bien que le conviene seguir disponiendo de los mecanismos, de la estructura y de los recursos de la Generalitat para enfrentarse a las acusaciones por su actuación. También sabe que seguir siendo aforado es una buena baza. Fuera del poder hace frío y es mucho más complicado defenderse. Y él lo que quiere es sobrevivir —sobre todo judicial y personalmente—, aunque estar presente en cualquier acto público le sea complicado. A pesar de las manifestaciones. A pesar de los más de doscientos muertos y sus familias. A pesar de cualquier noción de dignidad, por muy mínima que sea.

Cuanto más esté Mazón en la presidencia de la Generalitat, más y más grande será la factura para Feijóo

La actitud de Mazón supone un grave problema para el PP. Cuanto más esté Mazón en la presidencia de la Generalitat, más y más grande será la factura para Feijóo. Más todavía porque no estamos ante una enrevesada cuestión técnica, sino ante una cosa bien sencilla de entender, que entiende todo el mundo. Todo el mundo sabe qué pasó y todo el mundo sabe qué hizo este individuo.

El desgaste para el PP se agrava, claro está, por la poca traza de Feijóo y los suyos, que han ido oscilando entre el apoyo reticente y la incomodidad indisimulable con relación a Mazón. A estas alturas, Feijóo parece no saber ni quién es ni qué quiere ser —él y su partido— cuando sea grande. Cuando parecía que en el PP se cavilaba intentar sustituir Mazón por María José Catalá, alcaldesa de València y diputada, el primero se apresuró a llamar a la puerta de Vox. Arrancar a Mazón de la poltrona de presidente era muy difícil para el PP si él no aceptaba marcharse. Ahora, con el apoyo de Vox, resulta imposible. Ante el blindaje que se ha procurado, el PP español se ha encogido de hombros y ha dicho aquello de "pues, bien, de acuerdo". La imagen que Feijóo y el PP proyectan es inevitablemente de debilidad, poca firmeza y falta de convicciones. Como decíamos, cada día que pasa el desgaste del PP se agrava. La gravedad de la tragedia y el hecho que —como decíamos— se trata de un asunto fácil de descodificar, perfectamente inteligible, van también en contra de los populares. El trabajo de la jueza de Catarroja lo está confirmando todo.

Si el PP tiene claro que Mazón no puede optar otra vez a la presidencia de la Generalitat, le convendría quitárselo de encima cuanto antes mejor. Porque él es tóxico y también, claro está, para tener tiempo de construir una candidatura potente con alguien más. Por la misma razón, al PSPV —encabezado por Diana Morant— y al PSOE ya les va bien que Mazón se aferre al cargo y se niegue a hacer mutis. Eso permite a los socialistas ir erosionando el PP tanto en el País Valencià como en Madrid. ¿Y Vox? Pues Vox, encantados de que Mazón dependa de ellos y esté dispuesto a asumir sus planteamientos y a darles todo lo que convenga. Calculan, los de Santiago Abascal, que una parte del voto del PP en València puede ir a parar a su zurrón. Y lo mismo en el conjunto del Estado. Que Feijóo y el PP estén haciendo el ridículo y demostrando tanta pobreza de espíritu resulta un motivo añadido de goce y celebración para Abascal y Cía.