Una de las actividades que pueden resultarnos más útiles es aprender a aplicar los primeros auxilios a una persona herida, hacer una reanimación cardiopulmonar (CPR) a una persona que se acaba de caer al suelo y crees que ha sufrido un ataque cardiaco, o a hacer la respiración boca a boca a una persona que se ha ahogado. Somos conscientes de que los primeros minutos son críticos para conseguir reanimar a la persona herida o inconsciente. Los desmayos por un golpe de sol, por un susto emocional, o por llevar el corsé demasiado apretado (según modas pretéritas) hacían que muchas mujeres tuvieran muy cerca su tarrito de sales pungentes de carbonato de amonio para reanimar a alguna familiar o amiga si esta se desmayaba. Los humanos cuidamos unos de los otros y la primera reacción cuando vemos a alguien que se cae o pierde el conocimiento, es prestarle ayuda y reanimarlo.
Podemos pensar que esta actitud es muy humana, pero cuanto más estudiamos el comportamiento de otros animales salvajes próximos, también mamíferos, como chimpancés, perros, delfines o elefantes, nos damos cuenta de que también intentan reanimar a sus congéneres dándoles golpes con el hocico, tocándolos, transportándolos, cuando están sin sentido o no se mueven. Nos podemos preguntar si este comportamiento es espurio, es decir, sucede alguna vez al azar, pero el animal no tiene ninguna intención real de reanimar al compañero, o es un comportamiento más sofisticado y, por lo tanto, mucho más próximo al nuestro. Justamente se acaban de publicar dos artículos en Science que abordan, de forma metódica y controlada, la respuesta de los ratones a la sedación profunda de un congénere, y descubren que hay dos regiones del cerebro que, de forma innata (es decir, que no lo han aprendido), se activan y son responsables del comportamiento de atender al enfermo cuando no responde, con acciones bastante complejas, como os voy a explicar.
Saber que no somos los únicos animales que de forma deliberada intentamos salvar la vida de nuestros compañeros, da que pensar
Los ratones son animales nocturnos, y basan buena parte de su experiencia en otros sentidos, como el tacto, el olor y el gusto. Como hacen muchos otros animales, se olfatean entre ellos y se reconocen, así saben si son hermanos o comparten jaula, es decir, si son compañeros o, por el contrario, son otros animales desconocidos. Cuando dos animales están despiertos y se ponen en el mismo espacio, se olfatean primero y, mayoritariamente, se ignoran después. Pero si ponemos un animal sedado, que no puede responder, el animal despierto se dedica a olisquearlo mucho más intensamente y cuando se da cuenta de que el otro no le hace caso, se dedica a lamerlo, y tocarlo con las patas en la cabeza, primero dándole golpecitos, lamiéndole los ojos o, directamente, mordiéndole la boca, abriéndola y sacándole la lengua hacia fuera, dejando más espacio para la respiración y evitando que se pueda atragantar (tal como hacemos nosotros). Este comportamiento no es azaroso, porque se incrementa cuando el congénere no responde inmediatamente y, en cambio, termina enseguida cuando el otro animal se reanima y se despierta. Todavía más, el rato dedicado a despertar al ratón sedado es mucho más largo y continuado si son conocidos, que si ponemos juntos dos animales que no se conocían previamente. También demuestran que no es una acción que dependa del sexo biológico de ninguno de los dos animales. Además, esta acción no es involuntaria, sino que si en vez de encontrarse al congénere totalmente dormido y sin respuesta, se lo encuentran estresado, entonces el comportamiento cambia, y sus caricias y lamidos van dirigidos a la espalda y a la parte posterior del cuerpo, mientras que cuando el animal yace inconsciente, las dirigen casi exclusivamente a la cabeza. Evidentemente, los compañeros despiertos saben si el otro animal está vivo o muerto (no le prestan mucha atención a lo que está muerto), o si solo está dormido, ya que en este caso, el animal se despierta enseguida y los compañeros dejan de intentar reanimarlo. Por lo tanto, los investigadores infieren que los ratones saben lo que están haciendo, igual como lo sabemos nosotros, por el hecho de que están intentando despertar al ratón inconsciente y salvarle la vida, con una serie de comportamientos estereotipados, dirigiendo todos sus esfuerzos al rostro, la zona del cuerpo de mayor sensibilidad y que favorece una respuesta más rápida.
¿Qué neuronas son las responsables de este comportamiento, bastante sofisticado? Los dos grupos de investigadores se enfocan en zonas distintas del cerebro, y observan respuestas inequívocas, por lo que se puede inferir que ambas están implicadas. Un grupo de investigadores añade una sonda endoscópica al cerebro para detectar qué zona está activada, y detectan que las neuronas activas se concentran en una zona del hipotálamo que responde produciendo oxitocina, una hormona que tiene funciones muy conservadas y es responsable del comportamiento social, desde gusanos hasta humanos, y que en ratones ha sido implicada en los comportamientos de consuelo y de empatía entre dos congéneres. El otro grupo se concentra en la amígdala, una zona del cerebro responsable de los comportamientos sociales innatos, como lamer y acariciar a un animal bajo estrés para calmarlo, como cuando nosotros nos abrazamos. A pesar de que son zonas distintas, los resultados son muy similares, ya que cuando los investigadores inhiben la actividad específica de las neuronas en la zona del cerebro investigada, el comportamiento de intentar resucitar al ratón inconsciente disminuye mucho, mientras que, por el contrario, si se activan específicamente estas regiones, este tipo de comportamiento se incrementa.
¿Cómo se pueden interpretar conjuntamente los datos obtenidos por ambos grupos? Se sabe que las neuronas del hipotálamo que producen oxitocina se conectan a distancia con otras zonas del cerebro, entre ellas, la amígdala. Esta activación de otras zonas incrementa la ratio de señal con respecto a ruido de fondo, ya que permite integrar otros estímulos externos y modular la respuesta, por ejemplo, discriminando si el animal inconsciente está solo dormido o si realmente necesita "ser reavivado". De hecho, la oxitocina es una hormona crucial para regular muchos comportamientos en animales sociales y estos resultados corroboran que este comportamiento innato de responder a la situación de malestar del congénere y de intentar salvarlo, particularmente si es un conocido, contribuiría a generar mayor cohesión de grupo y, por lo tanto, revertiría en una mayor tasa de supervivencia de la población.
Saber que no somos los únicos animales que de forma deliberada intentamos salvar la vida de nuestros compañeros, y que lo hacemos mediante circuitos neuronales, hormonas y neurotransmisores conservados evolutivamente, da que pensar.