Que las guerras son derrotas de la humanidad nos lo han advertido desde los más altos estadistas y pensadores hasta la más frágil y sensata de las víctimas. "Inútil masacre" es como calificó Benedicto XVI la 1.ª Guerra Mundial, y en su fugaz visita al ducado de Luxemburgo, el Papa Francisco lo ha vuelto a decir. Una estrategia papal es pronunciar discursos potentes en lugares pequeños. Francisco ha alabado Luxemburgo como un ejemplo de "compromiso en la construcción de una Europa unida y solidaria". Con todo, el Papa no es ingenuo: el resurgimiento, también en el continente europeo, de desavenencias y enemistades, que en lugar de resolverse sobre la base de la buena voluntad mutua, la negociación y la tarea diplomática, desembocan en hostilidades abiertas, con su secuela de destrucción y muerte. El Papa cada semana sigue levantando la voz contra la guerra. En el caso de Ucrania, lamenta además que es una guerra donde están implicados cristianos que comparten la misma fe, bautismo y liturgia. Una guerra entre cristianos ortodoxos. Un sinsentido. Por otros motivos, pero la guerra siempre va de la mano de la codicia humana geoestratégica vinculada a la conquista del territorio, como en el caso de Gaza, Yemen, Líbano o Siria. Francisco, que ya tiene 87 años, es una de las voces mundiales que continuamente está remachando el clavo de la evidencia: la guerra es una equivocación, matarse no es ninguna solución, es un disparate cósmico que solo conlleva sufrimiento.

Hacer las paces no es simple y hacen falta compromisos honestos para sanar la "peligrosísima esclerosis" que lleva a guerras e inseguridades.

La industria de la guerra y la destrucción sigue bien despierta. Porque no es una maldición extraterrestre. La hemos creado nosotros, y solo la podemos deshacer nosotros

Desde que inició el pontificado, sus declaraciones contra la guerra (que tilda siempre de "locura") son constantes: lo destruye todo, la violencia nunca trae paz, la guerra llama a la guerra. Su declaración no evita dardos contra la industria armamentística, que según él es una de las causas que perpetúan la guerra, con los intereses económicos que comporta este sector.

Mientras el Papa habla en Luxemburgo, en Rivas-Vaciamadrid, en la sede del movimiento budista pacifista Soka Gakkai, se celebra una jornada en torno a la Alianza por el Desarme Nuclear, donde los jóvenes mezclan arte y militancia. En una zona denominada el Jardín de la Paz han creado un recorrido (ErradicArmasNucleares) donde aportan motivos a favor del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. Los jóvenes envían fotografías de lugares que no querrían que desaparecieran bajo el impacto de la bomba atómica. En esta campaña contra las armas nucleares, desde Catalunya participa la Fundació per la Pau. Hay líderes mundiales que hablan como el Papa, o jóvenes organizados pacifistas que se activan y que denuncian la indiferencia de la comunidad internacional. Mientras tanto, la industria de la guerra y la destrucción sigue bien despierta. Porque no es una maldición extraterrestre. La hemos creado nosotros, y solo la podemos deshacer nosotros.