Algunos de mis amigos juntaires están convencidos de que una lista única, unitaria, del president (legítimo), o cómo sea que tenga que llamarse, pegaría fuerte. Tanto, que revertiría la actual correlación de fuerzas que votaron los catalanes el 12 de mayo.
El presidente Mas, tozudo, insiste en ello en cada artículo que hace. Xavier Trias, que tiene la inmensa virtud de decir lo que piensa, ha remachado el clavo. Y ha especificado que se trata de impedir que Salvador Illa pueda ser president de la Generalitat, y que lo sea —pone nombres y apellidos— Carles Puigdemont. Obviamente, Trias da por sentado quién lidera, quién manda y ordena y a quién le corresponde el papel de comparsa. Existe un orden natural que Trias expresa con la misma naturalidad con la que suele expresarse un señor de Barcelona de buena casa. Cuando te sientes en la cima de la pirámide, estás acostumbrado a mirar el horizonte (todo te parece a tus pies) o hacia abajo, observando a los de abajo. Y no lo haces por ofender, te sale de natural.
Ambos prohombres, Mas y Trias, se sitúan ya en un escenario de repetición electoral, que no era ni mucho menos el apuntado inicialmente por el Legítimo President de la Generalitat, quien, según dijo, tenía un plan diáfano. Infalible ante la clara victoria del PSC. A los votos de ERC y la CUP se añadiría la abstención de los 42 diputados de Illa. ¿Cómo? Pues advirtiendo a Pedro Sánchez de que si no se prestaba a ello le haría la vida imposible en el Congreso. Y Sánchez, aterrado, ordenaría a Illa que dejara paso. Pero, por lo que parece, la estratagema no ha acabado de ser operativa. Y que más bien —si le tocan las narices— quien podría responder con nuevas elecciones es el audaz Sánchez, convencido de que arrasaría electoralmente, al menos en Catalunya, como en los tiempos de la malograda Chacón.
Así es que, descartado el pacto con el PSOE para presidir a la Generalitat —que evoca la dinámica de los tiempos del Estatut y Mas—, de vuelta otra vez a la poción mágica: la Llista del President, o como se tenga que llamar. La propuesta apuntada por Trias empieza y acaba con Puigdemont. Y la ilusión personal que nos confiesa el exalcalde y que no es otra que ver al Legítimo President recibido por el alcalde Collboni en la Ciudad Condal. Artur Mas, entronizado por ERC y finiquitado por la CUP en su día, da un paso más elaborado y formula una propuesta, razonable, más allá de quién debe presidir la Generalitat: financiación, inversiones, lengua... Es tan pragmático como honesto que no venda humo y que el maximalismo retórico brille por su ausencia. Queda por saber qué dirá la ANC del president Llach —que subscribe públicamente esta abstención socialista a favor del Legítimo President— de un programa que, de no ser así, habría sido rechazado por autonomista, si atendemos todo lo que se ha llegado a decir en los últimos siete años. No nos hemos privado de nada. Un festival. La caza de 'traidores' y 'botiflers' y la denuncia del 'colaboracionismo' ha sido una orgía furiosa e implacable. Pero difícilmente ahora este sería el problema si la concreción es 'la restitución' del Legítimo President. Lo tienen, o eso creen, "ordenadamente alineado", al flamante nuevo president, que es una forma de expresarlo que me llamó la atención. O cuando menos de ello hace ostentación también el círculo de estricta confianza del Legítimo, que recuerda que en las últimas elecciones españolas, europeas y catalanas "nos vota siempre" y que "solo tienes que ver qué dice en las redes sociales". Entiéndase X. Transversalidad, afabilidad y fraternidad, ciertamente.
La denominación 'lista o candidatura unitaria' es, para aclararlo, algo tramposa. Confusa, más bien. En realidad se trata de una candidatura de Junts y la conmocionada ERC (por este orden) después del ciclo electoral adverso. Y como no se trata de aritmética, sino de política, el orden de los factores sí altera el producto. No nos engañemos. Otro sería inadmisible y contrario al sentido común y a toda lógica plausible. Lisa y llanamente, ¿cómo se supera la disputa por la hegemonía —más que una verdadera discrepancia estratégica— que tantas riñas ha traído? Pues es sencillo, los republicanos renuncian a presentarse a las elecciones, dejando claro —por omisión— que esta hegemonía, naturalmente, pivota —en el ámbito del soberanismo— sobre un espacio hegemónico por definición, que además tiene la virtud de proveerlo con líderes de país solventes y perennes, aunque a alguno lo hayan maltratado con "la papelera de la historia".
La guinda del pastel, la cuadratura del círculo, lo que les haría sentir inmensos —la plenitud hegemónica— sería ver a Puigdemont restituido en el Palau de la Generalitat
Otro amigo, este republicano, me dice que tragarse sin parpadear este orden natural se le hace difícil y que francamente no se siente muy cómodo haciendo de ganapán. Pero, como tantos otros (los batacazos pasan factura), no tiene el ánimo precisamente por las nubes, que, además, amenazan tormenta. Por no decir que le genera una franca indignación. "Da mucha rabia, tanta soberbia", me dice. Pero también admite la impotencia y los precedentes. "Seamos francos, me dice, la virginidad ya se perdió en 2015". "Nos resistimos, dijimos soberanamente que no queríamos... que no era la mejor fórmula. Pero se forzó igualmente y al final claudicamos sin ánimo, tras meses de un pressing por tierra, mar y aire...". Y concluye: "nos arrinconaron a base de jarabe de palo". A fe de Dios que la paliza fue épica. Y cuidado. Que no se repita.
Mis amigos juntaires no contemplan la posibilidad de que el PSC mejorara su resultado en caso de repetición electoral. Un par de diputados más, como mucho. La convicción es tal que abruma. Dan la sensación de ser el Real Madrid, por lo convencidos que están de ganar, aunque sea en tiempo de descuento. Y por supuesto, no contemplan ni remotamente que ERC pudiera alcanzar ningún acuerdo con Illa o "lo pagarían caro", afirman. "ERC está como está, no van a atreverse". No hay financiación ni puñetas que pudiera justificarlo, a sus ojos, cuando menos.
Y aunque no las tienen todas, por aquello de que las elecciones las carga el diablo, se sienten más que nunca "pal de paller". A pesar de la victoria de Illa en mayo, están convencidos de que pueden superarlo en octubre "a poco que ERC se avenga". Por si fuera poco, están exultantes con la elección de Josep Rull como president del Parlament, "se lo merece y es un gran tío". Y en este punto no les falta razón, pienso para mí. Y añado su resiliencia y compromiso, y que si tiene que plantarse ante el TC (como lo hizo la Mesa de edad) lo hará.
Pero la guinda del pastel, la cuadratura del círculo, lo que les haría sentir inmensos —la plenitud hegemónica— es ver a Puigdemont, compañero histórico de filas desde que iban con pañales, restituido en el Palau de la Generalitat, en una ceremonia oficial con la guardia de honor de los Mossos d'Esquadra de gala haciéndole el pasillo, plantados con sus fusiles, salutación marcial y el uniforme de las grandes ocasiones que siempre reclama el amigo Miquel Sellarès.
A saber. Al final, a pesar de las notables dudas y los rodeos argumentales, uno ya no sabe qué decir. Al mismo tiempo, tanta vehemencia expresada con tanta seguridad hace dudar de todo. Hasta —no estar muy fino ayuda— puedo llegar a creerme que Nuestro Señor —que empiezo a sospechar que debe ser medio convergente— vete a saber si no intercederá y proveerá con algún empujoncito.