Un cuarto de la población mundial es musulmana (1,9 mil millones de seguidores), pero en los debates sobre el cambio climático la voz de los intelectuales provenientes del islam no es mayoritaria, como tampoco lo es la de los que profesan otras religiones y creencias. Parecería que para defender la ecología hay que ser ateo. La falta de representantes musulmanes es llamativa, dado que la afectación en países de mayoría musulmana es inmensa, sobre todo en el sur del planeta. Los países con mayoría musulmana incluyen Indonesia, Pakistán, India y Bangladés, precisamente zonas donde la emergencia climática es más acuciante. No se asocia a esta religión abrahámica con la defensa del clima cuando, como otras religiones, sus enseñanzas defienden el cuidado del medio ambiente y de los recursos naturales.

Los musulmanes se ven a ellos mismos como guardianes o califas del planeta, y creen que tendrán que rendir cuentas ante Dios por cómo han tratado la tierra. Ibrahim Özdemir, en la Ética ecologista desde la perspectiva del Corán, subraya que Dios no ha creado el mundo "por frivolidad o diversión", sino con un objetivo serio y el despilfarro de los recursos naturales van en contra de su deseo. La tradición islámica pone énfasis en la salvaguardia y la conservación del planeta. Salma Djalal ya escribió en el Diplomatic Courier que hay una contracción entre lo que el islam profesa sobre la conservación del planeta y lo que conocemos del islam. Algunas iniciativas, como el Hajj Verde, quieren hacer más sostenible el peregrinaje anual a la Meca, uno de los cinco pilares del islam. Consiste en promover prácticas ecológicas entre los millones de peregrinos que van a la Meca, como reducción de residuos o uso de materiales biodegradables. Una de las medidas más relevantes es la Declaración Islámica sobre el Cambio Climático, consensuada por más de 60 líderes musulmanes de todo el mundo, que se firmó en Estambul en 2015, donde se insta a los gobiernos, empresas e individuos a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y al uso de la energía renovable.

Los musulmanes se ven a ellos mismos como guardianes o califas del planeta, y creen que tendrán que rendir cuentas ante Dios por cómo han tratado la tierra

En Estados Unidos existen los Green Muslims, una entidad que limpia ríos, planta árboles y organiza sesiones en las escuelas sobre sostenibilidad. También existe la Campaña del Ramadán Verde, que pide que, durante el mes de ayuno, los musulmanes reduzcan los residuos y utilicen la lógica del reciclaje. También hay mezquitas que integran en sus huertos agricultura sostenible para conservar mejor el suelo y la biodiversidad, implementan paneles solares y reducen el uso del agua. Fazlun Khalid, uno de los expertos mundiales en ecología desde la perspectiva musulmana, recuerda que para el islam no hay distinción entre lo sagrado y lo secular, y tampoco separa entre el mundo humano y el mundo natural. Seyyed Hossein Nasr, filósofo, va más allá y afirma que la crisis ambiental es, en parte, una crisis espiritual y que se puede contrarrestar desde la religión. La policrisis actual contiene una dimensión espiritual. Si arrancamos el espíritu, la materia se descompone. En la naturaleza, en la política, en las relaciones. Por todas partes.