Este viernes hubo un accidente de avioneta cerca del aeropuerto de Sabadell. El aparato chocó con la parte superior de una gasolinera y murieron sus dos ocupantes.
Y nuevamente han aparecido las quejas de los vecinos de la zona por la peligrosidad de la instalación. Y nuevamente no entiendo este debate.
La pista por donde despegan y aterrizan aviones está allí desde 1933. Por lo tanto, el aeropuerto, aeródromo, o el nombre técnico que le quieran dar, cosa que ni es importante ni tiene nada que ver con el tema que nos ocupa, está allí desde hace 85 años. Si en este tiempo, por allí han aparecido casas, gasolineras, autopistas, supermercados y bazares chinos es porque los han ido construido posteriormente. Y los que han construido allí casas, gasolineras, autopistas, supermercados y bazares chinos sabían que allí había un sitio por donde pasaban aviones. Llámenle aeropuerto, aeródromo o trozo asfaltado para subir y bajar avionetas.
"Oh, es que ahora pasan más de lo que hace unos años", argumentan algunos. Oiga, vayamos a la cosa: ¿por allí suben y bajan aviones desde 1933, sí o no? ¿Sí? Pues no hay más preguntas, señoría.
"Oh, es que la expansión urbana obliga a reajustes", argumentan otros. A ver, creo que la cuestión no son las consecuencias de las expansiones sino que se hacen estas expansiones, la gente acepta las condiciones con las cuales participan en estas expansiones y después esta gente se queja de las condiciones de las expansiones. Es aquello del "pa que me invitan si ya saben como me pongo".
Hace años, el arquitecto municipal de una importante ciudad del interior del país me explicó un sensacional caso que siempre utilizo para ilustrar casos de llegada a lugares que después molestan. El ayuntamiento decidió urbanizar un sector próximo al cementerio. Y la gente fue a vivir sin problemas... hasta que meses más tarde algunos de los vecinos empezaron a quejarse por la presencia del cementerio delante de su casa. Decían que les hacía bajar el valor de los pisos y exigían el traslado. Del cementerio. El arquitecto, con ironía, me comentó: "Y yo siempre les digo que de quien tienen que tener miedo es de los vivos y no de los muertos, que además no hacen ruido".
El síndrome cementerio es aplicable a campanarios, granjas, autopistas, fábricas, calles comerciales, discotecas o restaurantes. Tú te vas a vivir al lado de un campanario, una granja, una autopista o una fábrica, en un primer piso de una calle comercial o encima de una discoteca o de un restaurante, y al cabo de un tiempo coges la pancarta y exiges que aquello te lo saquen de allí porque te molesta. Hombre (y mujer), lo encuentro un poquito atrevido, ¿no?
Y lo dice quién durante un tiempo vivió encima de un mercado semanal que fue instalado precisamente allí posteriormente a mi humilde llegada al lugar. Yo llegaba de trabajar a las 3 de la mañana y los puestos los empezaban a montar a las 6, justo en mi primer sueño. Pero, en algún lugar tenían que montar el mercado, ¿no? Y me toco a mi...