Hasta esta tarde, servidor de usted era uno de los pocos ciudadanos del país que no había recibido todavía el whatsapp (el güasá) con el famoso audio de no-se-sabe-quien diciendo no-se-sabe-qué de una huelga que no le consta a nadie y que ha provocado el pánico entre un montón de gente. Gente que ha corrido a los súpers y a las tiendas a comprar todo lo que no necesita. Por suerte, después de hacer un llamamiento, me ha sido enviado, lo he oído, y ahora ya puedo entrar también en pánico, como el resto de la gente. Que, por cierto, ¿cómo nos gusta esto, verdad? "Esto", quiero decir entrar en pánico.
¿Recuerda a principios de noviembre? Entonces era "el gran apagón". Venía de Austria y era tan inminente que por Navidad, aproximadamente, nos quedaríamos totalmente a oscuras. Y las ferreterías se quedaron sin hornillos de gas ni linternas. Tres meses después centenares de personas tienen un hornillo y unas cuantas linternas en el mismo armario donde también guardan la yogurtera, la licuadora, el abrelatas eléctrico y, sobre todo, los manuales de instrucciones de todos estos trastos y los del resto que corren por casa y que guardamos "por si acaso". Ah, y el papel de WC que compraron cuando el confinamiento y todavía no han gastado.
Total, que me he pasado todo el día comprando aceite de girasol. ¿Por qué me gusta? No especialmente. ¿Porque gasto mucho? Quizás diez veces al año para hacer mahonesa o freír alcachofas. ¿Por qué me hace falta? No. ¿Porque creo que me puede hacer falta? Tampoco. "¿Y entonces?", me pregunta ahora usted, "¿De qué le viene esta manía?". Pero, pero... ¿cómo se atreve a hacerme esta pregunta? Pero... ¿en qué mundo vive usted? ¡Quiero aceite de girasol porque quizás, depende de como, existe la posibilidad haya escasez! "Pero, si no tiene previsto gastar, ni le hace falta, ¿por qué narices quiere precisamente ahora este aceite, justo cuando todo el mundo se ha lanzado a comprar sin motivo alguno?", insiste usted. ¡Pues por eso, hostia, por eso mismo! ¡¡¡Es que usted no entiende nada!!! ¿Qué quiere, que toda la humanidad tenga la despensa llena de aceite de girasol menos un servidor? ¿Sólo por el hecho que no gasto, tengo que renunciar a la histeria por tenerlo? Y, oiga, en todo caso, si todo el mundo necesita llenar su casa de aceite de girasol, será por alguna cosa, no? ¿O usted ha visto alguna vez que las personas humanas hagan cosas sin ninguna lógica? Pues, vega, todo el mundo a comprar como lokos (y lokas y lokis). Y de paso arrasamos el pan y la leche, que son las cosas que la gente en pánico tiende a comprar, junto con el papel de WC, pero ya ha quedado claro que de eso último nos queda stock. En cambio nunca compramos café, por ejemplo. Ni güisqui. Ni longanizas. Ni olivas. Ni patas de pulpo a la brasa sobre lecho de patatas. Ni jarabe de Módena. Ni tan solo burrata con tomate deshidratado. ¿No cree que es un misterio del consumo en pánico?
Sucede igual con las pastillas de yoduro potásico. Hace días corre el rumor que, en caso de guerra nuclear, es el remedio infalible. Naturalmente, yo ya he vaciado trece farmacias. Voy al mostrador y pido todas las existencias. Del yoduro, propiamente dicho, y de todo lo que lleve potasio. Incluidos los plátanos que puedo pillar, que dice que llevan mucho. Y patatas. También patatas, que parece que no, pero también tienen mucho potasio. Y de hecho estoy buscando a ver si hacen aceite de potasio. Y me lo compraré todo. ¡Y muy caro! Cuanto más caro mejor. Porque de esta manera quedará claro que es un producto necesario. Y así unos cuantos podrán especular aún más con los precios y, con la excusa de la guerra, todavía se harán más ricos gracias a nuestro miedo. ¡Que suban más los precios del gas, la electricidad y la gasolina y que eso obligue a subir mucho los precios de todo, culpamos a Putin y estaremos arruinados, pero tan tranquilos. Y tranquilas. Y tranquilis. Que al final es de lo que se trata.