Vaya, ahora resulta que Adrià Carrasco tampoco era un peligroso terrorista. Y como que no lo era -ni lo ha sido nunca-, un juzgado de Granollers ha acabado archivando su caso, prácticamente tres años después, argumentando que "no había pruebas que acreditaran el delito" del cual fue acusado. Ojo, insisto, no lo acusaban de haber robado tres mandarinas, no. No, no, el delito era TERRORISMO. Pero, vayamos al martes 10 de abril del 2018.
Aquel día, guardias civiles armados como para entrar a visitar la sede central de Estado Islámico, y no precisamente para ir a tomar un té, fueron a Viladecans. Por orden del juez de la Audiencia Nacional (AN) Diego de Egea, detuvieron a Tamara Carrasco. Era el Operación Cadera, que recibió este simpático nombre porque eran las sílabas de CDR. CaDeRa. ¿Ocurrente, verdad? La maniobra se filtró a la prensa y toda la que tenía que publicarlo, sin cuestionar nada, nos explicó que en casa de Tamara habían encontrado un documento referido a un cuartel de la Guardia Civil "que las fuentes consultadas califican de interesante para la investigación, pero con un contenido que han declinado detallar". Después supimos que el documento que la peligrosa terrorista que nunca lo fue era una búsqueda en google maps de la dirección del cuartel de la Travessera de Gràcia de BCN para ir a manifestarse. Claro, porque ella era de Viladecans y no sabía dónde estaba.
Pues bien, aquel día el juez también había ordenado detener a otro peligroso terrorista que nunca lo fue. Y fueron a su casa en Esplugues del Llobregat, pero él ya no los pudo atender porque había salido un momentito a comprar tabaco a Bélgica. Era Adri Carrasco y atrás dejaba la fiscalía del la AN acusándolo de dos de los delitos más castigados por el código penal español con hasta 30 años de prisión, el ya citado de terrorismo pero también el de rebelión.
Siete meses después, el siete de noviembre, la AN retiró la acusación de terrorismo porque "no apreció su existencia" y envió el caso a los juzgados catalanes, que han tardado dos años y dos meses en tomar una decisión. Claro, ya se sabe, la pandemia, el frío, las elecciones del Barça, los bares medio cerrados... y la cosa se te acaba alargando. Total, que España vuelve a ser aquel maravilloso estado de derecho donde cualquier ciudadano puede ser acusado de terrorista sin una puta prueba, puede ir en prisión por la cara, le pueden arruinar la vida con alegría y al cabo del tiempo que se considere oportuno todo queda en nada, sin que suceda nada y tal día hará un año.
Sí porque, ¿les sucederá alguna cosa a los autores del informe que sirvió para sostener esta mandanga, y que lo presentaron al juez sabiendo que todo era falso? ¿Los fiscales y el juez saldrán a dar explicaciones de los motivos por los cuales se lo creyeron? ¿Los medios de comunicación que publicaron acríticamente todas las informaciones que les dictaron, dedicarán ahora el mismo espacio a decir que todo era mentira?
Y ya que estamos... ¿qué, Valtònyc? Fue condenado por decir una cosa que el tiempo ha demostrado que era totalmente cierta y que ha sido reconocida por el propio defraudador pagando una multa no menor con un dinero que, por cierto, todavía no sabemos de donde ha sacado. ¿Y, qué sucede -también- con el conseller Lluís Puig? La justicia belga ha denegado su extradición por "falta de competencia del Supremo" y "riesgo de violación de la presunción de inocencia" si es juzgado por la justicia española. ¿Y el resto de exiliados, con unas causas judiciales que acabarán igual que esta, qué? ¿Y los presos políticos, entre los cuales hay un eurodiputado electo a quien le cogieron sus derechos y los usaron para encender la chimenea del Supremo?
El tiempo y, sobre todo la verdad, ha deshecho el montaje, pero sus responsables siguen realizando su trabajo. Quizás preparando otras acusaciones tan consistentes como estas y, en todo caso, cobrando a final de mes gracias a los impuestos que pagamos y acumulando trienios para poder acceder a una suculenta pensión de jubilación. ¡SEN-SA-CI-O-NAL! Poreque aquí nunca pasa nada. Sobre todo a según quien.