Como no me interesa la riña partidista, ni los reproches de corto vuelo, ni las divisiones basadas en una pretendida pureza ideológica, voy a la parte que sí me interesa de todo eso que ha pasado hoy en Berga.
De entrada de lo que hablamos no es sólo de Berga. También es de Vic, de Badalona y de muchas otras ciudades y pueblos catalanes donde varios concejales han ido haciendo pequeños gestos. Gestos que la Justicia española no puede pasar por alto porque tiene que hacer cumplir la ley. Sí, sí, su ley, pero la tiene que hacer cumplir. ¿No sería lógico que la Justicia española no cumpliera su ley, verdad?
Pero, volvamos por unos instantes a Berga. ¿Qué ha pasado allí hoy exactamente, sin hacer ninguna valoración política? El pleno del 6 de septiembre del 2012 decidió colgar la estelada en el balcón del consistorio hasta que Catalunya no fuera independiente. La Junta Electoral, a instancias de una denuncia de Sociedad Civil Catalana, le dijo a la actual alcaldesa, Montserrat Venturós, que retirara la estelada durante las campañas de las elecciones nacionales del 27-S y del 20-D. La alcaldesa, amparándose en la decisión del pleno, no lo hizo. El juzgado la citó a declarar dos veces, las dos veces ella no fue y ahora el juez ha hecho que los Mossos (en funciones de policía judicial) la llevaran ante él.
El caso del concejal de Vic Joan Coma es parecido. En un pleno del pasado 9 de diciembre se votó a favor de una moción de apoyo a la proclamación del Parlament que instaba a empezar lo que se denomina la desconexión de España. Coma "apeló a la desobediencia de los tribunales españoles" y una denuncia del famoso ultraderechista local Josep Anglada por un supuesto delito de incitación a la sedición hizo que la Audiencia Nacional española lo llamara a declarar, cosa que él se negó a hacer. Por lo tanto, es de suponer que cualquier día de estos se presentará en casa del señor Coma algún cuerpo de seguridad que, cumpliendo órdenes judiciales, le llevará a algún lugar para que declare.
Y en Badalona, lo que pasó es que el concejal José Téllez rompió la fotocopia de una resolución judicial.
Sería de ilusos pensar que la Justicia española pasaría por alto estos casos de desobediencia, insumisión o como les queramos llamar. Ahora bien, una cosa son los jueces y juezas de los juzgados de Berga, Vic o Badalona, que no están allí por ninguna cuota política, y que, les guste o no, tienen que seguir los trámites que les ordena la ley. Y otra cosa es la Fiscalía o las instancias superiores, donde allí sí que hay personas que están donde están porque visten los colores de una cierta camiseta. Y una cosa todavía más diferente es que llegado el momento, los jueces de base que se encuentren con según qué temas, acabaran empaquetándolos y enviándolos a Madrit (concepto que, en este caso, incluye la justicia que se hace y se deshace en BCN)
Por lo tanto, las reglas de esta partida son: 1/ los jueces hacen cumplir lo que les obliga la ley a instancias de unas denuncias presentadas por grupos agriamente contrarios al procés (algunos de los cuales todavía tienen que dar explicaciones públicas sobre su financiación), 2/ los cargos electos desobedecen la ley en nombre del mandato de sus consistorios, 3/ la ley reacciona obligándolos a ir a declarar en base a las denuncias, 4/ los cargos electos siguen desobedeciendo, 5/ la ley envía la policía para que los hagan ir a declarar... ¿y partir de aquí, qué?
Pues si somos inteligentes nos dejaremos de divisiones que debilitan, de discusiones que son los cacahuetes del aperitivo de la comida de Navidad, dejaremos de mirarnos el dedo que señala la luna y miraremos la luna y, sobre todo, seguiremos yendo a la nuestra hasta llegar al mismo frame que llegamos cuando la objeción de conciencia. ¿Se acuerda?
El servicio militar obligatorio era un anacronismo y unas decenas de jóvenes decidieron negarse a hacer la "mili". Cumpliendo la ley, la Justicia los iba encarcelando. Pero cada vez había más insumisos. Y acabaron siendo miles. Hasta que el Estado se dio cuenta de que tenía un problema y tuvo que cambiar la ley para evitar un estallido social. Y fíjese si las cosas cambiaron que se acabó la "mili" para siempre.
Sí, porque las cosas sólo cambian cuando el poder no tiene más remedio y para evitar más problemas de los necesarios.
Ahora sólo se trata de hacer lo mismo que entonces. Con calma. Con una sonrisa. Con educación. Con cabeza. Y, por encima de todo, con una firmeza inteligente.