Noche del lunes 23 de octubre del 2017. El propietario de un local de la zona del Born de BCN decide llamar a los Mossos porque siete clientes, dos de los cuales en evidente estado de embriaguez, lanzan botellas, agreden a un camarero, molestan al resto de clientes, no quieren pagar las consumiciones y cuando les niegan una última ronda porque es hora de cerrar, su respuesta es empezar a gritar "¡Somos la puta ley aquí en Barcelona! ¡Cerraís y abrís cuando decimos nosotros!"..
Los propietarios del local, de origen italiano, también denuncian que, hablando entre ellos, los clientes problemáticos los confunden con catalanes y que les exigen hablar en español porque "Barcelona es España".
Cuando los Mossos llegan al lugar de los hechos suceden dos cosas: 1/ son recibidos con gritos de "ratas" y "putos catalanes" y 2/ descubren que los 7 clientes son agentes del Cuerpo Nacional de Policía (CNP) fuera de servicio y que uno de ellos es inspector jefe de una unidad antidisturbios. Seis meses después, el senador de Bildu Joan Iñarritu pregunta al Gobierno por la cuestión y la respuesta es que fue un pequeño incidente causado por la desaparición de un móvil. Y el tema acabó en nada.
Mañana del miércoles 9 de octubre del 2019. O sea, hoy. El Tribunal Supremo comunica la revisión de la sentencia del conocido como Cas Altsasu y retira el agravamiento por discriminación, cosa que rebaja ligeramente las penas de prisión que ahora van del año y seis meses a los nueve años y seis meses. Mantiene, sin embargo, los delitos de atentado a la autoridad, lesiones, desórdenes y amenazas. En su día, la Fiscalía de la Audiencia Nacional llegó a pedirles ser condenados por terrorismo. Por cierto, resumen del caso Altsasu: dos grupos de personas, el uno formado por guardias civiles fuera de servicio con sus parejas y el otro por jóvenes del pueblo, se pelean en un bar de esta localidad. Este tema, pero, y como usted ya conoce, no acabó en nada. Porque hay peleas de bar y peleas de bar. Y la justicia es igual para todo el mundo y para algunos "todo el mundo" más que para los otros.
Mediodía del miércoles 9 de octubre del 2019. O sea, también hoy. La Guardia Civil celebra en el cuartel de Sant Andreu de la Barca el acto de celebración de su patrona. Y el jefe del cuerpo en Catalunya, Pedro Garrido, aprovecha para soltar delante de todo el mundo que "Las pretendidas sonrisas revolucionarias se convierten con más facilidad de la que cabe pensar o desear en tal solo el rictus que disimula el odio y la mezquindad capar de generar destrucción, dolor y sufrimiento bajo la justificación de una causa que la ley no contempla". Y seguidamente, el director general de la benemérita, Félix Vicente Azón, decide comentar la decisión del Parlament de pedir la retirada de la Guardia Civil de Catalunya con un "Vamos a tomar todas las medidas necesarias para que dicho acuerdo no tenga transcendencia alguna. Es decir, estemos tranquilos que vamos a seguir en Cataluña".
Le recomiendo mirárselo todo en este enlace, pero sobre todo el minuto 2.33 y para ver la cara que pone el Fiscal Zaragoza, recordado por su papel protagonista durante el juicio en el Supremo.
Los primeros incendios provocados por tanta diplomacia no han tardado mucho en llegar en forma de abandono del acto. Y los bomberos que ahora intentan apagar las llamas tampoco. Pero no sufra que no sucederá nada. O al menos no sucederá lo mismo que habría sucedido si el tono y el contenido del discurso hubiera sido responsabilidad del mayor de los Mossos y referido a las actuaciones de la Guardia Civil el 1-O. Como por poner un ejemplo al azar. ¿No se si me explico, verdad?
En todo caso, no se vaya todavía porque falta comentar dos imágenes vistas durante la distendida y alegre celebración. La primera la del ya citado fiscal Zaragoza hablando amigablemente con el famoso señor Tácito, un teniente coronel de la Guardia Civil que iba colgando tuits impropios de su responsabilidad y escondido detrás de un seudónimo. Naturalmente, no sucedió nada. Sólo faltaría. Tácito, el autor intelectual de la estructura que permitió juzgar el independentismo y que pronto permitirá las condenas-escarmiento. Tácito, quien por cierto también participó en aquello que denominaron juicio.
La segunda imagen es la de dos de las medallas que se han otorgado. La una, a título póstumo, para el juez del 13, el que dio estructura jurídica a los informes de Tácito. Y la otra a la famosa secretaria judicial del mismo juzgado, la que tuvo que huir de la sede del departamento de Economía saltando de un terrado al otro. Y del otro en el siguiente. Y del siguiente en el de más allá. Una señora que pidió anonimato porque sufría por su integridad si su imagen se hacía pública y que hoy se ha presentado a recoger la medalla delante de numerosas cámaras de TV, de fotógrafos de prensa y de particulares de todo tipo. Un anonimato poco anónimo, vaya. Al menos hoy. Le ha debido hacer ilusión ir. Supongo. Tanta como para dejar de ser anónima.
Por cierto, no ha habido medalla para la magistrada Mercedes Armas, la que pidió que el 1-O hubiera proporcionalidad y la del auto sobre las escuelas que tanto enojó al coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos. Ella no tiene derecho a medalla. Y no sucede nada.