Arcadi Espada entrevista hoy a Manuel Valls en El Mundo. El titular que usan para vender el pescado tiene que ver con la manía de los dos: "El nombramiento de ese Jaume Giró como consejero de Economía. El símbolo espectacular de una sociedad contaminada. Giró: la Caixa, el Barça y el Procés. Lo tiene todo. ¡Y con toda la prensa encantada!". Pereza. Mucha. Porque esta película ya la hemos visto. Y la pasaban en el cine nic. Este discurso del "yo soy ciudadano del mundo y usted es un mierda" caducó el día que aquellos que se llamaron de izquierdas salieron del Bocaccio, la luz del sol los deslumbró y resultó que su revolución etílica se había deshecho dentro como el cubito del Lumumba que acompañaba un cóctel de gambas con salsa rosa.
Pero, sobre todo, es este "ese". "Ese Jaume Giro". Clasismo de 131 supermirafiori cinco puertas, volante de cuero y conchas en el mango del cambio de marchas. La superioridad de los que se han otorgado ser divinos porque no soportan venir de donde vienen. Y no hay nada peor que intentar olvidar tus orígenes y renegar de tu cuna haciendo ver lo que no eres. Terrible.
Pero la noticia no era esta masturbación de egos sino que por allí al medio Manuel Valls nos anuncia que desiste. ¿De qué? Buena pregunta. Quizás ahora que vuelve a Francia un día pasa por la Plaza Sant Jaume y descubre que allí está el ayuntamiento de BCN. Estaría bien. Dice que "pronto" dejará el acta de concejal porque esta etapa se ha acabado y ahora se ha dado cuenta de que es "mayormente francés". Confiesa que volvió a Catalunya para "cambiar de vida" y que presentarse como alcalde de la capital catalana "no fue acertado". Vaya, exactamente lo mismo que muchos le dijeron hace dos años y la respuesta fue, mirándote con suficiencia, que ganaría las elecciones.
Atrás deja un proyecto que ha durado como un paraguas comprado en un bazar. Vino para crear una candidatura de notables que tenían que salvar la ciudad pero mirabas la lista y aquello era el outlet de wallapop. Se marchará habiendo sido un Quique Setién de la política. Un contratado que pasaba por aquí y que cuando vuelva a casa se preguntará qué ha pasado y seguirá sin haber entendido nada. De nada. Ni tan sólo qué hacía aquí ni para hacer qué. Su cuerpo estaba en BCN pero ni su cerebro ni su alma llegaron a venir nunca. Y se va habiendo venido a pasar un verano gracias a la herencia de aquella tía-abuela que "tenía unos pisos". Una herencia, por cierto, no menor. Sino que se lo pregunten a los que lo alquilaron por un sueldo mensual que en su momento explicó el diario ARA:
Hace las maletas con tres grandes éxitos comerciales: 1/ la maniobra que permitió Ada Colau ser alcaldesa, momento en que vimos dónde es la línea que separa la razón de Estado y hasta dónde llega el patriotismo constitucional, 2/ el día que dijo que en Francia era republicano y aquí monárquico y 3/ haber pasado la pandemia en Menorca. Y de propina, demostrándonos la cara real de su nacionalismo excluyente:
Cuando dices que amas tanto tu país, tendrías que amar también a todo el mundo que vive allí, incluidos a los que quieren preservar su lengua minoritaria estudiándola en la escuela. Pero claro, cuando estás tan por encima del grupo de patois que te rodea y que no ganaran nunca lo que tú ganas ni se relacionan con quien tú te relacionas, lo lógico y coherente es ser así. Y cuando eres así y así te va y nadie te compra la moto, es cuando descubres que eres francés y vuelves a ver si allí encuentras otra tia-abuela que te siga pagando la fiesta. Y de esta manera intentar que tu verano no se acabe nunca.