Antes de la Diada el debate es: "¡Será un fracaso. Bajan las inscripciones!". Bien, ¿alguien me puede citar un país del mundo donde la gente se apunte para ir a una manifestación? ¿Y una vez apuntada, que vaya a un punto concreto a hacer una cosa concreta?
El día siguiente de la Diada el debate es: "La mani ha pinchado. El independentismo ha muerto". Y lo afirman medios de comunicación que este año dan como ciertas las cifras de la Guardia Urbana de BCN que el año pasado calificaban textualmente en sus titulares de "no ser ciertas".
Y los días posteriores a la Diada, grandes reflexiones sobre hacia dónde va el independentismo. Este año todavía más porque de aquí no mucho nos caerá en la cabeza la sentencia donde el Estado le pondrá una cifra en años al escarmiento. Y así llegamos a la palabra de moda que es "autocrítica", un concepto que incluye el debate sobre la "unidad" y las quejas sobre una "falta de estrategia".
¿Autocrítica? Muy necesaria. Siempre. Pero que la haga todo el mundo, ¿no? Unos y otros. Indepes y unionistas. Pero resulta que el unionismo no la hace. Nunca. Ni se espera que la haga esta vez. Y motivos le sobran. ¿Por qué los unos creen que tienen la razón absoluta y no se plantean cuestionarse nada y los otros siempre están obligados a flagelarse públicamente?
El independentismo tiene muchos motivos para reflexionar, pero no son los únicos. Aquí todo el mundo tiene que ser honesto intelectualmente. ¿O es que el unionismo no tiene nada que decir sobre la falta de propuestas al problema político que tiene sobre la mesa y que condiciona la posibilidad de hacer gobiernos en España? ¿El unionismo no tiene ninguna otra respuesta que la judicial y aplicando las leyes a gusto? ¿Piensan encerrar a los 2 millones y medio catalanes partidarios de la independencia y a los otros centenares de miles que quieren votar para poder usar la papeleta del no?
Cuando el Estado vio que el 1-O la gente saldría a la calle a votar, la estrategia fue usar la violencia. Para provocar miedo y que se quedaran en casa. Ahora usan la justicia para acojonar. A los políticos y a la gente que protesta en la calle. Y eso último, que se lo pregunten a Tamara Carrasco, acusada de terrorismo por manifestarse.
Al independentismo, políticamente desunido y socialmente unido pero desengañado, se le exige y se autoexige preguntarse una vez y otra a dónde va. El unionismo, tan dividido que puede ir repitiendo elecciones sin problemas, está totalmente unido en dos cosas básicas: 1/ la unidad. Y sólo acepta de los otros hablar de unidad y 2/ no plantearse nunca la posibilidad de haber cometido algún error. Porque creen tener la verdad absoluta. Y quizás este es el síntoma que demuestra que saben que no la tienen.
Los mismos que cuestionan y desprecian los evidentes éxitos de los otros, fracasan en sus intentos de hacer lo mismo y les piden autocrítica. Hombre, como postura cómoda es fantástica. Y de momento, efectiva, porque les funciona. Ahora bien, normalmente, en la vida quien nunca se cuestiona nada es porque tiene miedo de hacerlo y darse cuenta de que tiene que cuestionárselo todo si quiere solucionar los problemas.