Ironías de la vida. A unos 500 metros en línea recta de la nave industrial que hace 24 horas se incendió en el barrio del Gorg de Badalona tiene la sede Open Arms. Y allí, en el puerto de la ciudad, descansan los barcos cuando no están en medio del Mediterráneo salvando vidas. Vaya usted a saber si alguno de los rescatados en alguna de las misiones en medio de la nada, geográfica y humana, ayer estaba en aquella nave situada un poquito más arriba, tierra adentro.
Miles de personas se juegan la vida cada año en busca de una vida. Ni sabemos cuántos la pierden por el camino porque en el mundo hay millones de personas que no son. Ni tan sólo son una triste sombra. Y cuando no eres, el día que dejas de estar, nadie te echa de menos. ¿Cómo se puede echar de menos a quien no existe?
Ayer, cuando la nave quemaba, se me acercó un chico. Yo estaba fuera del perímetro de seguridad con el brazalete de prensa. Él estaba más atrás en una zona de descampados. Totalmente a oscuras. Intentando ver alguna cosa a través de los edificios. Y sólo veía el humo negro y olía el plástico quemado que llenaba el cielo. Se le notaba nervioso y no se atrevía a acercarse más al lugar que, a 20 metros de sus narices, ofrecía un despliegue de luces de todos los colores, gente con uniformes diversos y unos focos potentísimos que conseguían que en la zona pareciera que era de día.
Me acerqué y le pregunté si él vivía en la nave incendiada. Me dijo que ya no, que ahora estaba en otro lugar. Me preguntó si había muertos. Le expliqué que en aquel momento no se sabía mucha cosa, pero que quién no hubiera huido en el momento inicial no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir. Me miró durante unos segundos con cara de procesar lo que le había dicho y enseguida volvió a mirar el humo. Fijamente. Cuando intenté animarlo diciéndole que seguro que sus amigos se habrían salvado, desapareció. Como una sombra. Como me han explicado que desaparecen los cuerpos en medio del mar después de un naufragio, sin que puedas hacer nada para rescatarlos.
A veces pasan años entre que alguien que decide dejarlo todo sale de un pueblo remoto situado vaya usted a saber donde y la soñada Europa. O los Estados Unidos. Y después de superar de todo, y más, resulta que su futuro es ser una sombra en una nave abandonada. Situada en una zona que algún día fue industrial y que ahora espera poder convertirse en la ilusión de miles de familias de clase media que ocuparán los millares de nuevas viviendas que se construirán y por las cuales pagarán a partir de los 400 mil euros el entresuelo interior, visite nuestro piso muestra.
Sombras condenadas a buscarse la vida para sobrevivir. Y eso incluye hacer lo que usted imagina. ¿Pero, què quiere que hagan? Y no les excuso, describo la realidad. Porque sin identidad no eres. Y eso incluye no poder trabajar, por mucho que alguien te quiera contratar. Ni estudiar para poder tener un oficio que te permita encontrar un trabajo, tener dinero y comprar tiempo para estudiar una carrera. Por ejemplo. Y algún día poder ir a visitar el piso muestra con tu familia. Y poder comprarlo.
Hacer miles de kilómetros en busca de un futuro y acabar en una nave abandonada donde hace 13 años viven personas que no pueden vivir en ningún otro sitio. Trece años durante los cuales en Badalona han gobernado todos los partidos, menos Ciudadanos. TODOS. O bien teniendo alcalde o bien dándole apoyo con pactos de gobierno. Trece años en que nadie ha solucionado nada. Porque el problema no es de Badalona. Ni de Catalunya. Ni de España. Ni tan sólo de Europa. Es el norte construyendo muros para evitar que el sur "le invada". Y es cada muro construido por el norte con el sur saltándoselo. Porque la desesperación es imparable. Y cuando al sur se le instala en el norte en la puerta de casa, el norte hace ver que no ve nada. E ignora. Porque piensa que así el sur no vendrá. Y, sobre todo, porque el sur no es. El sur no tiene nombre. Es una sombra. En una nave industrial abandonada de Badalona y en medio del Mediterráneo.