Al final, por muchas vueltas que le quieras dar y por muchos itinerarios diversos que quieras hacer, más temprano o más tarde, todos los trenes llegan al final de una vía donde hay un tope. Y allí finaliza el recorrido. Definitivamente. Bueno, a no ser que el maquinista decida no frenar y comerse el andén, cosa no muy recomendable para la salud. Sobre todo la del que conduce el tren.
Y eso es lo que ha sucedido con el Barça de Bartomeu. Aquel tren que había salido limpio, desinfectado y pintado; con todas las piezas en perfecto estado, con los frenos en condiciones, lleno de pasajeros que se sentaban en su butaca habiendo pagado el billete... aquel tren ha llegado a la vía muerta y está devastado. No queda nada entero. Pero es que nada de nada. Agujeros por todas partes, despintado, sucio, los asientos arrancados, los pasajeros subiendo sin pagar y rompiendo los pocos cristales que quedan enteros, la mayoría de las puertas ni se abren, pero tampoco cierran, los frenos no funcionan, no hay extintores, no funciona el climatizador, los horarios no existen... ¡Es que por no funcionar, ni pita!
Pero había que llegar a este punto y que todo el mundo viera como dieciocho años después el club no se clasifica ni para octavos de la Champions, que ahora habrá que jugar una competición a la que le han cambiado el nombre pero que es la Copa de la UEFA de toda la vida y que el panorama a la liga es que se han ganado sólo cuatro de los quince partidos jugados, el Madrid está a dieciséis puntos (¡DIECISÉIS!) cuando sólo se han jugado 45 y se está a seis puntos de poder clasificarse para la Champions de la próxima temporada.
Este es ahora mismo el Barça de Bartu, el que ha llegado hasta aquí. Final de trayecto. Ahora sí. Hacía falta una nueva derrota contra el Bayern de Munich, esta vez no humillante pero si de baño de realidad y de impotencia manifiesta, para reconocer la realidad, asumirla y empezar la reconstrucción. Veremos si es posible conseguirlo y hasta qué nivel de éxito, cuando el mundo futbolístico ya es otro. El Barça es un equipo sin un propietario rico que vive sólo de las cuotas de los socios, de los esponsors, de los ingresos publicitarios y de los derechos televisivos. Y tiene que competir con clubs-estado que disponen de un poder económico ilimitado que les permite comprar lo que quieran y mucho más y que pueden llevarse a cualquier jugador azulgrana a cualquier precio porque le pueden pagar la cifra que se les pase por la cabeza.
Hasta ahora el Barça se había autoengañado. Todo el mundo. La junta, los "sosis" y "patitzants" que se han dejado engatusar encantados y la mayoría de la prensa. Porque no nos gusta reconocer que en el fútbol actual pasa como con la edad, que a medida que cumples años ya no eres quien fuiste y, probablemente, ya no lo serás nunca más. Le llaman la decadencia. Y la puedes llevar con dignidad, pero es irreversible. Sobre todo cuando todo (¡TODO!) se ha hecho mal. Y quizás no por mala fe, pero si por incompetencia. AB-SO-LU-TA. Y tú puedes mantener el discurso optimista de que todo va fantástico y perder 3-0 en Turín (2017), 4-1 en Roma (2018), 4-0 en Anfield (2019), 2-8 en Lisboa (2020) o 1-4 en el Camp Nou contra el PSG (febrero del 2021) y hacer ver que no pasa nada, que son accidentes. Pero cuanto más tardes en reaccionar, peor. Porque mientras tú vas bajando la escalera tropezando en cada peldaño, los otros van para arriba con una escalera mecánica y subiendo los peldaños de dos en dos.
Y para sobrevivir tienes que dejar irse a los jugadores buenos porque no les puedes pagar lo que les ofrecen otros y porque no ven ningún proyecto, pero es que además resulta que los tres que cobran más o no juegan a nada, o están siempre lesionados o son de todo menos futbolistas profesionales (Coutinho gana 22 millones 921 mil 600 euros anuales -440.800 a la semana-, Démbélé 17 millones 311 mil 840 y Umitití 15 millones 864 mil 160). Y para rematarlo, el agujero económico te obliga a vender alguna de las pocas joyas que te quedan.
La palabra es reconstrucción. Para hacer otro club a todos los niveles. Futbolístico, económico, de gestión, de organización, de estructura. Porque nada de lo que había hasta ahora sirve. Ha llegado la verbena de Sant Joan y va todo a la hoguera purificadora. Y sí estoy hablando del Barça, pero también hablo de este país nuestro que también está en vía muerta y que todos vemos devastado, aunque muchos todavía no lo quieran reconocer porque ahora mismo están situados en ayer miércoles a las 9 de la noche, dos horas antes del 3-0, y pensando que la clasificación era posible. La (gran) diferencia es que el Barça tiene un Xavi i el país no.