Hay gente que tiene mala suerte. Los belgas, por ejemplo. Mucha. Pobrecitos. Y pobrecitas. Ya les gustaría a ellos (y a ellas) ser, no sé... ¿españoles? Porque si lo fueran, podrían disfrutar de unos cuantos atractivos donde España sobresale.
1/ En trato policial. España es un Estado donde el trato de cierta policía a los presuntos culpables es exquisito. A los hechos ya explicados aquí mismo hace un par de días tenemos que añadir lo que se ha ido sabiendo sobre el traslado que la Guardia Civil hizo de los detenidos desde la Audiencia Nacional hasta la prisión. Un viaje emocionante y lleno de aventura. ¡Y amable! ¡Y gratuito! Y nada humillante. ¿Qué más quieren? En cambio en esta cosa de Bélgica, que es una autentica semi-dictadura, permiten que los policías no esposen a la gente ni nada. Este domingo mismo, se presentaron en una comisaría un grupito de golpistas simpatizantes del yihadismo, que adoctrinan a niños y televidentes y que son los responsables de que Catalunya sea como la Alemania de los años 30 para todo el mundo que no piensa como ellos. Y comparecieron acompañados de terroristas de ETA que seguro que roban las dentaduras postizas a los abuelos y les esconden las viagras. Y, ¿sabe qué respondieron los policías y la fiscalía belgas a las insistentes preguntas de cierta prensa española sobre si habían esposado a Puigdemont y a su banda de secuaces facinerosos? Pues que no. No los esposaron. ¿Por qué? Pues porque estaban tranquilos y, al presentarse voluntariamente, ni ofrecieron ninguna resistencia ni había riesgo de fuga. ¡IN-TO-LE-RA-BLE! ¡Se les esposa y se les pegan cuatro hostias bien dadas, coño!
2/ En policía democrática. Los miembros de la Mesa del Parlament que fueron el jueves a Madrid para declarar en el Tribunal Supremo, fueron recibidos en la estación de Atocha por Hogar social, un simpático grupo neonazi que les dedicó todo tipo de no menos simpáticos improperios. Pues resulta que uno de los presentes que, además, era uno de los que llevaba la pancarta, fue el señor Julián Leal Luna. Un señor que es secretario de Difusión y Prensa del sindicato Colectivo de Policía Municipal de Madrid. Observe qué cosa más bonita, un sindicalista de la policía municipal de Madrid manifestándose con neonazis y contra políticos elegidos democráticamente. En cambio eso en Bélgica no pasa, cosa que demuestra qué tipo de país es.
3/ En independencia judicial. En general. Bien, eso no hace falta explicarlo mucho porque todo el mundo lo sabe y es profecía. Se ve. Y se nota. Y se percibe. Mientras aquí una jueza totalmente independiente encierra a medio gobierno democrático aplicando la ley a través del artículo 69, la justicia belga ofrece cosas como "garantías" y otras frivolidades dignas de país pequeño, acomplejado y que entiende la ley como una manera de hacer justicia y no de practicar la venganza. Y así les va. A los belgas. Todo el día comiendo mejillones. Y con paraguas. Porque llueve. Y hace frío. Por lo tanto, no vale la pena dedicar más espacio. Ni más tiempo.
Bélgica no es España. Lamentablemente. Y los políticos belgas, como otros de franceses, italianos o británicos que empiezan a decir que el Estado español no ofrece garantías democráticas homologables y que tienen una forma de hacer las cosas próxima al franquismo, deberían ser detenidos y puestos a disposición de la justicia española. La única verdadera. Ah, y les tendría que ser aplicado el 155 con efectos retroactivos. Y las empresas se tendrían que ir de su territorio. Voluntariamente. Por supuesto. Bien, o en todo caso, después de recibir alguna amable llamada. Y tendrían que recibir la visita de los piolines para poner un poquito de orden en su cara, en su cabeza y en algunas de sus partes blandas. A base de porrazos y de pelotazos de goma. Que es la única manera con la cual algunos entienden cuál es el recto camino.