Sobre los farolillos indepes de la cabalgata de Vic se han dicho tantas cosas en tan poco espacio de tiempo que quizás conviene darle un repaso a todo.
La cosa empezó con esta convocatoria:
Mucha gente entendimos, yo me incluyo, que era una manera sutil de convocar a aprovechar la transmisión de TV3 para hacer un acto político. Y a mucha gente, yo me incluyo, no nos pareció bien. Por eso escribí esta pieza. Recibí unas cuantas críticas, unas cuantas felicitaciones y unos cuantos insultos. Nada fuera de lo normal. También recibí comentarios sobre mi desconocimiento total de la cabalgata de Vic, cosa lógica porque la gente no tiene por qué saber tu vida y tu relación o no con la cabalgata de Vic, ¿verdad? Pero lo que me emocionó más fueron las acusaciones de escribir lo que me ordenan los que me pagan. Exactamente la misma acusación que me hicieron al día siguiente los del otro bando cuando escribí esta otra pieza. Naturalmente, en los dos casos sin concretar ni quién me paga ni cuánto. Una pena porque eso me ayudaría mucho a saber a quién tengo que presentar las facturas y por qué importe.
¿Me estoy justificando? ¡Nooor! Aprovecho este caso para defender nuevamente que nada es totalmente blanco ni nada es totalmente negro. Y que se puede hacer autocrítica sobre el sagrado Proceso sin que eso implique dejar de criticar también la desproporcionada y vulgar campaña unionista. O sea, tiene que ser posible poder estar en desacuerdo con la decisión de querer aprovechar la cabalgata de Vic para hacer un acto político televisado y, a la vez, se tiene que poder criticar el uso partidista y chapucero que el unionismo radical ha hecho de este caso, como ahora veremos. Un unionismo, por cierto, que no ha hecho ninguna autocrítica. Y que no la hace nunca. Ni en público ni en privado. Y no hay nada peor que creerse con la verdad total y absoluta. Más que nada porque es señal de totalitarismo.
Hay muchos catalanes a los que nos molesta la hiperventilación patriótica de barretina estampada en el cráneo. Y tenemos todo el derecho, solo faltaría, de criticarlo. Porque solo cuestionándonoslo todo, sobre todo lo que hacemos nosotros, podremos mejorar y hacer las cosas con más calidad. Aparte de que la autocrítica enriquece y es signo de inteligencia y de sociedad viva y abierta. Y si en el otro bando ideológico no quieren hacerla, es su problema, no el nuestro.
Pero hay otro aspecto a comentar, y es el efecto bumerán que siempre acaba provocando la radicalidad y la mala fe del unionismo radical. Tú te levantas un día haciendo autocrítica, defendiendo que no crees pertinente llevar a los niños de cabalgata con farolillos indepes, pero que quién quiera, adelante, y entonces lees este titular:
Y es verlo y entrarte unas ganas terribles de ir a Vic con 34 farolillos en cada mano. Y si hace falta, usar también los pies. Suerte que después respiras profundamente, te relajas un poquito y empiezas a analizar con qué tipo de gente nos estamos jugando los cuartos.
Estos que nos han dicho de todo por usar a los niños, son los mismos que hacen esto:
O esto:
O son los que en las cabalgatas reparten caramelos que llevan, directamente, el nombre del candidato local:
Por lo tanto, lecciones de manipulación infantil, ni una. Ojo, pero nunca más, eh.
Otra cuestión son los altavoces. Una vez más, ha quedado clara la potencia que tiene un medio que se ve o se lee en toda España a la hora de manipular a la opinión pública y mentir (como ha quedado demostrado) y la potencia que tienen los medios de aquí, a pesar de que uno de los grandes cocos unionistas nos ofreciera en Twitter el momento perfecto para resumir perfectamente esta doble moralidad de los que se llaman no nacionalistas. Primero, el tuit de denuncia:
Y después el contenido que adjunta Gabriel Rufián. Es un mismo individuo diciendo una cosa el día 3:
Y diciendo lo contrario el día 5:
Claro, porque los nacionalistas siempre son los otros. Y lo que yo critico de los otros, lo defiendo para mí, pero desde el no nacionalismo total, eh...
Como hinchar y deshinchar un globo
De todos modos, casos como el de los farolillos van bien para darnos cuenta de la táctica comunicativa que usan los unionistas radicales. Para atizar el enfrentamiento y para tapar el caso Trillo estuvieron tres días hinchando el tema de los farolillos. Y llegó la cabalgata. Y el tema cogió su dimensión real. Y entonces quedó desnuda la estrategia. El tema que no existía emergió en su realidad y la segunda parte de la campaña fue 1/ calificar de fracaso un globo hinchado por ellos mismos, 2/ aprovechar para descalificar las ideas del rival desde la superioridad de quien necesita victorias épicas para autoafirmarse.
O sea, de una conjura mundial para obligar a los niños a manifestarse con estelades (esta fue su campaña), pasamos a una realidad que no fue ninguna otra que la de que no había caso. Del régimen nazi que come el cerebro a los pobres niños en las escuelas y a los padres en TV3 pasamos a un fracaso total y absoluto. Pues, perdóneme la expresión, pero qué mierda de adoctrinamiento que hacemos, ¿no?
Que la realidad no te estropee una campaña de desprestigio (una más) contra quien dices amar mucho porque es una parte inseparable de esta España que tanto respeto manifiesta repetidamente por lo que piensan algunos españoles que viven en Catalunya y que están hasta los cojones (y los ovarios) de tanto amor sin límite.
Podemos, los catalanes de la Meseta
Para el unionismo radical hay una cosa que compite con los catalanes a la hora de expresar su ira: Podemos. Permítame el juego de palabras de rebajas de enero: Podemos les puede.
En OK Diario, el medio digital que dirige el admirado Eduardo Inda, colabora un tal Ojeda. Sus manías son Catalunya, Podemos y el Barça. Su manera de actuar consiste en ir a lugares a provocar para obtener reacciones contrarias. Una especie de reportero del Caiga quian caiga, pero sin ningún guionista con talento construyendo las situaciones. Pues bien, hace dos días que el tal Ojeda triunfa en la red con este memorable momento:
Es muy difícil conseguir que durante las últimas horas la etiqueta #copernico y otras de parecidas sean de las más usadas en Twitter, pero para Ojeda no hay nada imposible. Ah, por cierto, una vez Ojeda escribió un libro. Lo tituló España, con dos cojones. Ahora podría hacer la segunda parte que se debería titular: Sí, los de Copérnico.
Un primo hermano de OK Diario es El Español. A alguien del medio de Pedro J. Ramírez no le gustó mucho que niños discapacitados ocuparan el palco que otros años había sido VIP e hizo un titular tan desafortunado contra la bestia negra de la Digital Borroka que tuvieron que rectificarlo...
Las campanadas más calientes
Tradicionalmente, las campanadas de Fin de Año servían para tener una referencia del momento en que te tenías que comer las uvas. Y punto final. Pero, claro, este momento tiene una audiencia tan brutal que un buen día empezó la guerra por atraer espectadores. Problema: las campanadas son iguales en todo el mundo: cuatro cuartos y 12 naaangs. No hay más. Poca cosa puedes hacer para que la gente que toda la vida ha sintonizado La 1, aquella noche venga a tu canal a ver como un reloj (el mismo en todo partes) expresa el mismo sonido que el resto de cadenas en aquel mismo momento.
Hasta que un día alguien se puso a pensar y a pensar sobre lo que genera audiencia. Y llegó a la conclusión de que lo que nunca falla es la violencia y el sexo. Descartada la violencia (de momento), optaron por el sexo. Y así fue como las cadenas empezaron a competir para ver quién sacaba la presentadora más desvestida. O menos vestida. O vestida más provocadoramente. O menos madre superiora de convento de clausura. Y las cadenas que apostaron por la campanada con carne aumentaron la audiencia y la presencia mediática.
Este año lo ha petado Cristina Pedroche en Antena 3 con un vestido que no era nada más que un bañador. Apretadito de la parte pectoral, sí, pero un bañador como los que vemos en cualquier playa no nudista. Con una diferencia, la Pedroche se ha convertido en un símbolo sexual y todo lo que hace (y lo que no hace) provoca interés.
Pero este humilde juntaletras se fijó poco en el vestido (deformación profesional) y muuucho en la capa-complemento que lo acompañaba. Y, llámeme quisquilloso, pero yo veo una bandera española y un capote de torero. Subliminales, pero los veo:
Pero bien, volvemos a la cosa del sexo. Si Pedroche triunfó las primeras horas poscampanadas, su protagonismo fue rápidamente relevado por la presentadora de las campanadas en las Canarias:
No quiero ni pensar qué respuesta se prepara ya de cara al próximo año por parte de Antena 3...
Ah, por cierto, sobre la polémica que genera esta carrera por mezclar campanadas y carne de señora (nunca de señor, por si las moscas), me ha interesado mucho la reflexión que escribió Juan Soto Ivars en El Confidencial. Vale la pena leérsela
La inocentada es el resto del año
Parece que, después de unos años de sequía, vuelve la tradición de que los medios de comunicación hagan inocentadas el 28 de diciembre. El (grave) problema es que hay medios para quien cada día es el de los Inocentes. Lo hemos visto un poquito más arriba con el tema de los farolillos. Hay medios de la Digital Borroka que publican tantas mentiras que el día que publican una verdad, no te la crees. Y cuando publican una mentira diciendo que lo es, que es una inocentada, piensas: pero si ayer que no era el Día de los Inocentes publicasteis una cosa todavía menos creíble que esta, que no lo es nada...
Llámele publicar una cuenta falsa en Suiza o llámele defender que ETA cometió la masacre del 11-M, mentir no penaliza. Cuando todo el año inventas mentiras para desprestigiar e intentar destrozar la vida de quien piensa diferente, el día que te lo inventas de verdad provocas en el lector la sensación de que aquel es un día más. Y corres el riesgo de que el día siguiente, cuando sigues publicando mentiras, pero mentiras de verdad, el lector piense que la inocentada continúa.
A veces pasa...
Un día, tú piensas un titular para la portada. Aquel mismo día, el medio de la competencia piensa un titular para la portada. Y resulta que son iguales. Coincidencias...
Buena semana de retorno a la normalidad...