Carmen Calvo, vicepresidenta en funciones de un Gobierno del PSOE (aunque a veces no lo parezca), ha decidido aprovechar el día para volver a llenarse de gloria. Divina. Si ayer tocaba calificar a José Antonio Primo de Rivera de víctima y equipararlo a los muertos republicanos que hay en el Valle de los Caídos, hoy ha sido el turno de Montesquieu. Concretamente el asesinato de su espíritu, que ya tiene mérito porque el pobre hombre murió en 1755.
Calvo ha ido a Onda Cero (por cierto que bueno es Carlos Alsina) y ha amenazado el gobierno y la justicia belga con represalias en caso de no extraditar Carles Puigdemont. Y yo no he podido evitar imaginar la reacción de los jueces que tienen que decidir sobre la euroorden de Llarena cuándo han recibido la noticia.
- Oye, que dice la vicepresidenta española que nos preparamos porque si no le damos a Puigdemont nos hará cositas muy malas...
- ¿Ah sí? ¿Caray, qué miedo? ¿Y qué nos hará? ¿Nos detendrá acusados de terrorismo? ¿Afirmará que tenemos goma 2? ¿Dirá que nos la miramos con odio? ¿Nos enviará el Tribunal Constitucional para que nos anulen? ¿Nos juzgarán en el Tribunal Supremo y nos condenarán a entre 9 años y 13 en aplicación del artículo 69?
Efectivamente, en Bélgica no paran de comer arroz blanco con plátano porque la amenaza de Calvo les ha provocado un terrible desajuste del tráfico. Intestinal.
Calvo se nos ha hecho postguerrista y ha recuperado aquello de aquel otro vicepresidente socialista, Alfonso Guerra (hermano de Juan Guerra) un lejano año 1985. Era cuando los miembros del Consejo General de Poder Judicial (CGPJ) se elegían a razón de 8 por parte de las Cortes Generales y 12 por el Poder Judicial y Felipe González decidió cambiar el sistema. ¿Por qué? Porque la reforma que estaba haciendo Narcís Serra en el ejercito no la estaba haciendo nadie en la justicia. Y como al pobre Felipe los jueces no le hacían caso, a partir de entonces los 20 miembros del CGPJ fueron escogidos por las Cortes con una mayoría de tres quintas partes. Y Guerra lo celebró diciendo: "Montesquieu ha muerto", que era una manera de decir que la separación de poderes podía ir a visitarse al cementerio el día de los difuntos.
El problema es que Calvo tiene mala suerte, hoy y en general. Porque cuando los jueces belgas se recuperen del estupor de la amenaza y miren la actualidad del día en España verán que esta señora ha excretado lo que ha excretado el mismo martes en que...
1/ El Tribunal Supremo ha tenido que anular la condena contra el presidente del Parlamento Vasco, Juan Mari Atutxa y los miembros de la mesa Gorka Knorr i Kontxi Bilbao por permitir un debate. Hace exactamente 11 años, 6 meses y 11 días que el juez Marchena (¿de que me suena el nombre?) los inhabilitó y después de los pertinentes recursos, hace dos años el Tribunal Europeo del Derechos Humanos (TEDH) dijo que no habían tenido un juicio justo. Aun así la justicia española todavía ha tardado dos años más en corregir el despropósito. Ojo, pero no pasa nada porque la decisión del TEDH no implica ninguna multa, ni inhabilitación, ni castigo. Ni nada. De nada. Sólo la anulación de la sentencia.
2/ El presidente de Supremo y del CGPJ, Carlos Lesmes le ha dicho en la cúpula militar en la apertura| del año judicial militar que quien ataca la democracia española "cegado por la irracionalidad y de manera brutal" pagará las consecuencias.
I 3/ La justicia andaluza ha aceptado aplazar la sentencia de los ERE hasta pasadas las elecciones. Claro, como se espera una condena dura para algunos altos cargos del partido, por si las moscas, ¿verdad?
Montesquieu revolviéndose en la tumba, su espíritu emborrachándose en un bar de carretera a base de carajillos de Magno y todo en orden señora baronesa porque aquí nunca sucede nada. Y si sucede, no sucede nada. Y si no que los lo pregunten a Atutxa, Knorr y Bilbao.